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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO


Reencuentro con Gerardo y Paco / Celebración de Corpus Christi.

Las relaciones humanas son complejas y frecuentemente implican situaciones difíciles de entender. En este sentido, en alguna Crónica previa comenté que en la tercera edad se cobra plena conciencia de que los lazos de amistad con algunas personas resultan desgastados, incluso con familiares, se deterioran, y entonces lo conveniente para el equilibrio emocional de las personas es el distanciamiento, o inclusive, el rompimiento de los mismos. Se inician nuevas relaciones o se renuevan con viejos amigos con los que por diversas circunstancias no se han mantenido.

En este contexto, hace dos semanas desayuné con Ken, un antiguo colega del Banco en el que trabajé durante cinco lustros. Ken, un judío de Nueva York con una maestría en Economía Agrícola, entró a trabajar al Departamento de Estudios Económicos en el que yo también desempeñaba mis funciones profesionales a finales de los setentas del siglo pasado.

De buen carácter y simpático, hablaba un español con acento típico “de gringo” que con el tiempo prácticamente superó; acostumbrado a vivir en una sociedad donde las cosas funcionan, se quejaba por que no era así en México; se enojaba cuando levantaba la mano en una esquina para hacerle la parada al camión de pasajeros y este se seguía de largo.

Obviamente, con el tiempo entendió la cultura y costumbres de México. Cuando trabajaba en el Banco su esposa murió de cáncer; procreo dos hijos con ella; uno es rabino en Israel, y otro, abogado en Miami, Florida. Ken y yo fuimos los segundos integrantes de Estudios Económicos nombrados miembros de Dirección en 1983; hecho sin precedentes en esa época, cuando sólo se otorgaba esta distinción a personal operativo. Implicaba un elevado status en la Institución, más sueldo y prestaciones. Ken se volvió a casar y hace poco se jubiló en un banco holandés, con oficina de representación en México; en él trabajó alrededor de 15 años desempeñando funciones operativas y de análisis de mercados vinculados con su especialidad agropecuaria.

Hoy, a sus 66 años continúa una activa vida profesional como asesor de empresas e instituciones gubernamentales. Era un corredor constante en el Maratón Anual de Nueva York y de otras ciudades, hasta lo inevitable de los corredores, que terminan con problemas de la columna o rodillas. A Ken lo operaron hace poco de la columna, con lo cual terminó su “carrera” deportiva. Después de que salió del Banco lo vi y platiqué con él en varias ocasiones en algunas reuniones de jubilados. En el reciente desayuno que tuvimos prometimos reunirnos periódicamente y mantener nuestra añeja amistad. Es una persona con la que vale la pena conversar.

En el marco de la reanudación de la relación con antiguos amigos, esta semana tuve una comida con Gerardo y Paco, quienes trabajaron conmigo en el área internacional del Banco en los ochentas. Hace varios años, quizá cinco u ocho, fue la última vez que habíamos comido juntos en un restaurant español; a Gerardo lo vi en varias ocasiones en celebraciones del Banco y nos sentamos juntos en la mesa; ambos tienen 65 o 66 años. Los padres o abuelos de Gerardo eran alemanes y él está imbuido en la cultura y tradiciones germánicas, estudió en el Colegio Alemán cuando esa institución era extremadamente rígida y los niveles educativos eran de excelencia; también eran muy estrictos en seleccionar a sus alumnos. Hoy día el Colegio cuenta con varios planteles en la República, opera con normas más flexibles y no siempre predomina el alumnado de origen Alemán.

Gerardo está semi retirado del trabajo, no obstante, participa en uno o dos Consejos de instituciones de Beneficencia; tiene una hija y un hijo solteros, Paco desciende de españoles, tiene la facha típica del “gachupo”, sus tíos y primos pertenecen a una familia acaudalada y de abolengo de México; la posición económica de él no es sobresaliente; empero, vive bien. Paco tiene un largo historial como funcionario bancario en el área de crédito; en el presente trabaja como asesor en varias instituciones financieras. Se divorció hace varios años, tiene cuatro hijos y es abuelo; convive con una pareja al estilo moderno, cada quien vive en su casa, parece que esta fórmula funciona muy bien.

Por lo que mencionan Gerardo y Paco, sus hijos tienen buenos trabajos; una sólida preparación académica y pertenecer a un círculo social de nivel alto ayuda a tener acceso a posiciones bien remuneradas. El perfil socioeconómico de Gerardo y Paco era común en el Banco en el que trabajé; ello me ayudó, entre otros factores, a estar contento en esa institución; por lo demás, por el tipo de funciones que desempeñé, tuve oportunidad de desenvolverme en un entorno institucional y en el medio empresarial nacional y del exterior de nivel ejecutivo.

En cuanto a mis comentarios sobre las celebraciones religiosas en México, el pasado jueves fue la fiesta cristiana de Corpus Christi, en la que se recuerda a la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el jueves santo durante la Última Cena, “al convertir Jesús el Pan y el Vino en su cuerpo y en su sangre”. La Eucaristía, llamada también Sagrada Comunión en la Iglesia Católica Apostólica Romana, en la Católica Ortodoxa y en la Ortodoxa Copta, se considera la fuente y culmen de la vida de todo cristiano, es decir, cuando se alcanza lo más alto de algo; también representa un signo de unidad y vínculo de caridad.

Esta festividad en México data del año 1526. Se acostumbraba rendir culto al Santísimo Sacramento en la Catedral de México. Se llevaba a cabo una solemne misa, seguida de una importante procesión que partía del zócalo; los campesinos traían en sus mulas frutas de sus cosechas para ofrecérselas a Dios como señal de agradecimiento. Esto dio origen a una gran feria que congregaba artesanos y comerciantes de distintos rumbos del país, que traían mercancías a lomo de mula que transportaban en guacales. Así, surgieron las mulitas elaboradas con hojas secas de plátano con pequeños guacales de dulces de coco o de frutas. Ponerse una mulita en la solapa o comprar una para adornar la casa, significa que los fieles se arrodillan ante la Eucaristía, reconociendo en ellas la presencia de Dios. Esta celebración se realiza cada año, el jueves después de la Santísima Trinidad y los niños se visten de inditos “para agradecer la infinita ternura de Jesús”.

Tengo en mente que desde mi infancia veía concurrir a multitudes de niños vestidos de inditos con sus padres al zócalo de la Ciudad de México; por todas las calles deambulaban vendedores ofreciendo en venta sus mulitas; por doquier se escuchaba el retumbar de los cuetes que se lanzaban al aire.

Con el tiempo, esta tradicional celebración ha perdido vigor. Este año sólo vi la venta de mulitas en la entrada de dos iglesias. En un periódico vi una foto de “inditos con sus mulitas”, seguramente sacada del archivo, y los noticieros de la televisión no hicieron alusión a la celebración de esta festividad que en su tiempo, trascendió el ámbito de la religiosidad para convertirse en parte de la idiosincrasia de los mexicanos. Es lamentable que cada vez más desaparezcan las tradiciones mexicanas o se celebren con un enfoque comercial. Los mexicanos precisan volver a lo básico para fortalecer su identidad.