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SARA SEFCHOVICH

El método es así: si no sabes qué hacer, prohibe. Si no sabes cómo resolver, despide.

Una cuidadora que maltrata a un invidente, un médico que diagnostica mal a un paciente, una maestra que no interviene en casos de bullying, un cura pederasta, y los despiden, los dan de baja como se dice hoy. También se hace eso con los policías que no pasan evaluaciones o pruebas de confianza.

Es increíble que en lugar de castigar a los que hacen fechorías y de capacitar a los que no saben para que hagan bien las cosas, lo que se haga es ponerlos en la calle, para que allí sigan cometiendo sus barbaridades o para que consigan otro empleo para el que no están preparados.

Como dice Román Revueltas sobre tantos policías despedidos: “Su vuelta a la vida civil a vivir entre nosotros como cualquier hijo de vecino pero con mañas (y compromisos) y vicios adquiridos, nos ponen los pelos de punta. La mitad de las fuerzas policiacas trabaja en escandalosa complicidad con los canallas, es decir, que miles de individuos que visten de uniforme y que representan a la autoridad del Estado son meramente criminales. ¿Qué va a ocurrir con toda esa gente? No quiero ni pensarlo”.

Yo tampoco quiero ni pensar que se deje suelto a un pederasta o a una guardiana maltratadora o a un mal médico. Pero en México todo se resuelve, entre comillas, sin pensar en las consecuencias.

El ejemplo más reciente es la decisión de obligar a los dueños de los circos a despedir a los animales. Alguien del partido que se dice protector del medio ambiente lo propuso (son por cierto esos mismos que promueven la pena de muerte, y que en este caso lo van a lograr) y la Asamblea lo aprobó sin pensar dos veces la tragedia que se viene para esos seres. Porque ahora irán a la calle, pues ¿quién va a seguir dándole de comer a un elefante-caballo-mono-oso-león-perro si ya no lo va a poder usar para su espectáculo?

Si lo que el diputado quería era proteger a los animales, esa debió ser la ley: castigos para quien los maltrate. Pero prohibir es dar pie exactamente a lo contrario, a su despido, su abandono, tal vez hasta su muerte. ¿Se sentirá orgulloso ese señor como si deveras hubiera hecho una buena acción?

Vivimos en un país en el que nadie piensa en serio las cosas: ni las consecuencias de las acciones ni las de las leyes. Todo se decide en caliente, sin cuidado, sin consultar con los que saben.

Aquí estamos atorados con una reforma fiscal que solo el secretario de Hacienda dice que es buena y el resto de los mortales, desde los que saben economía (premios nobeles incluidos) hasta los que la padecen saben que no. Y aquí estamos con un montón de ex policías sueltos en las calles. Y ahora estaremos con un montón de animales abandonados.

Despedir y prohibir en vez de solucionar: esa es la enorme aportación de nuestros funcionarios y “representantes”. Si siguiéramos sus métodos, los deberíamos despedir inmediatamente a todos.

Voy a decir algo que sabemos todos: que a este pobre país nuestro le urgen mejores políticos. Desde diputados hasta gobernadores, secretarios de estado y presidentes. Pero ellos, los que tienen esos puestos, ni cuenta se dan de nuestra desesperación y enojo. Y siguen tan campantes en su nube de perfección.

Ejemplo de esto es que el presidente Enrique Peña Nieto solo le haya pedido al papa Francisco la bendición para los jugadores de la Selección Nacional y se haya olvidado de los demás mexicanos. A 23 personas les tocó y no a ciento y tantos millones a quienes les urge.

Es lo mismo que cuando hacemos preguntas: a un cineasta y a unos cuantos obispos les responden, a los demás ni nos oyen. Es lo mismo que con la violencia: a un empresario lo atacan en un hotel y el Jefe de Gobierno se apresura a poner vigilancia en todos los hoteles, pero a todos los demás que cotidianamente nos asaltan y roban, nada.

[email protected] www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM

Fuente:eluniversalmas.com.mx