gaza_port

RICARDO SILVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

¿Pero qué caso tiene hacer la paz con alguien que declara que lo que quiere es hacer la guerra y que además tiene muchas probabilidades de perderla?

Jorge Ibargüengoitia. Publicado en Excélsior el 23 de octubre de 1970, refiriéndose al entonces recién fallecido Abdel Nasser, presidente de Egipto, “inventor” de la Guerra Santa contra Israel.

Gastamos millones en cirugías plásticas y antioxidantes porque la vejez es inadmisible. En occidente hemos desarrollado una casi patológica aberración a lo antiestético. Se invierte dinero, tiempo y ejercicio tecnológico para desarrollar alimentos que se parezcan a los originales pero sin sus calorías: embutidos dietéticos, pasteles light, porque los kilos extra son detestables. Compramos gimnasios milagro de la TV, con caminadoras y ropa modeladora para “esa figura de ensueño” en poco tiempo. Belleza, salud, todo rápido, sin esfuerzo y sin privarse de nada.

La guerra es también de esas cosas que se considera inverosímil en occidente, en todo caso la guerra debe ser dietética, sin muertos, sin bajas, sin destrucción, a pesar de que ha sido ahí, principalmente en Europa, en donde se han generado los espectáculos más dantescos. Esta miopía “sin calorías” es la que lleva a Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU y su costosa e inútil burocracia, a clamar por la paz como chiquilla que raspó sus zapatos nuevos.

Pedirle a Hamas que detenga su ataque de manera “light”, es como querer curar la esquizofrenia a baños de agua fría. El odio de Hamas no es contra los judíos, no es contra el Estado, su aborrecimiento es contra Occidente, su forma de vida, la democracia, la igualdad. El arte, la medicina, la tecnología, el valor de la opinión y las voces disidentes le son valores ajenos. La forma de vida en Israel es más parecida a la de cualquier país de Europa o América, ninguna correspondencia con sus vecinos islámicos.

Pedirle a Israel que frene su ataque es tan insulso, como nombrar ministro de Venezuela al pajarito hablador de Maduro. Israel no puede, no debe parar. Esta guerra no es para ganar un territorio, por una ideología o una religión, es la guerra por sobrevivir, por la existencia del Pueblo Judío. A cualquier ser pensante deben dolerle los niños, los civiles que mueren a diario. Más de un soldado israelí ha quedado con la integridad hecha puré cuando se entera que en su objetivo militar había niños. ¿Por qué a Hamas no le atormenta usar como escudo a su población? ¿Por qué la moral internacional no denuncia esta abominación?

Hamas ha tenido millones de dólares de la ayuda internacional que ha usado para su maquinaria de terror. Todos estos años de preparación los pudo emplear para planear la paz y con ello crear el Estado Palestino que su gente necesita. ¿Por qué no lo hizo?

El asunto es el choque de civilizaciones, de nociones de mundos, como lo dicen Alvin y Heidi Toffler en su “Política de la tercera ola”. El conflicto entre el mundo musulmán (sí, Hamas es solo la punta del iceberg) y occidente (Israel es el enemigo a la mano) es un choque de formas de pensamiento, incluso de formas de producción, tanto de materiales como de ideas. Hamas es histriónico, actúa ante las cámaras, luce los cadáveres de los niños muertos que ellos mismos han victimizado. Israel usa tecnología para defender a su gente y para hacer una guerra quirúrgica que busca proteger civiles en Gaza. Es por ello que mucha gente en Latinoamérica se identifica con Gaza como paradigma del oprimido, del conquistado, del representante de una civilización que lucha por subsistir. Irónicamente, en Gaza, como en muchas partes del mundo musulmán, se reprimen derechos que los llamados “izquierdistas” defienden e incluso, muchos de los habitantes de Gaza, han tenido mejores condiciones de vida que la mayoría de los marchistas “pro Palestina” que residen en zonas de pobreza que allá no existen.

¿Quién gana esta guerra?

Si Israel gana militarmente, pierde mediáticamente ante el mundo como Estado opresor, si pierde militarmente, Israel desaparece del mapa. Invocar a la propia sensibilidad política de Israel e infiltrar al enemigo, suministrándole valores como la convivencia y la tolerancia, será una labor de generaciones que seguramente seguirá costando vidas.

Hasta aquí, si ya usted lector, imagina la pavorosa solución, puede que esté de acuerdo con el siguiente diálogo en la película BATMAN, el caballero de la noche. Si no la ha imaginado y usted está sumido en la cultura light, quizá sea buen momento de interrumpir aquí la lectura.
………si aún sigue usted leyendo, le pido reflexione la plática entre Alfred y Batman, sobre el Guasón:

BatmanLos criminales no son complicados. Sólo tenemos que averiguar qué es lo que quieren.

Alfred Con el debido respeto, a lo mejor es un hombre al que usted tampoco entiende del todo. Hace muchos años, vivía en Birmania. Mis amigos y yo, trabajábamos para el gobierno que quería comprar la libertad de los líderes tribales con piedras preciosas. Pero sus caravanas estaban siendo asaltadas por un bandido, así que fuimos en busca de las piedras. Pero pasaron seis meses y no encontramos a nadie que estuviera negociando con él. Un día, vi a un niño jugando con un rubí del tamaño de una mandarina. El bandido, las estaba tirando.

Batman ¿Y para qué las robaba?

AlfredOh, pues porque sí, porque hay personas que no buscan algo lógico, como por ejemplo el dinero. No se les puede comprar, ni amedrentar, ni se puede negociar o razonar con ellas. Algunas personas sólo quieren ver arder el mundo.

BatmanEse bandido… el del bosque de Birmania, ¿lo atraparon?

Alfred

Batman¿Cómo?

AlfredIncendiamos el bosque.