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GABRIEL BEN-TASGAL

El siguiente, es un artículo políticamente incorrecto. En especial, para los amantes del postulado (no demostrado aún) español-turco de la “Alianza de las Civilizaciones”. Sobre todo, para los que suponen que las voces moderadas, progresistas y racionalistas son, por lejos, las dominantes en el mundo musulmán (dichas voces son las mayoritarias pero no son las dominantes y menos en medio oriente). Particularmente, para los que anteponen la consecución de la paz (según la concepción judeocristiana) a las condiciones empíricas para alcanzarla. Y singularmente, para aquellos que no leen lo que los sabios musulmanes escriben (o directamente no leen ni les importan los hechos), no asimilan lo que los líderes fundamentalistas explican y para los que confunden y califican como supuestos arranques demagógicos (para satisfacer a la masa), a los profundos dogmas teológicos islámicos.

La Paz en el Islam

El Presidente Jimmy Carter se preparaba para su gran día. Junto a él, se estrecharían las manos el Presidente de Egipto Anwar El-Sadat y el Primer Ministro de Israel Menajem Beguin. El Acuerdo de Paz de Camp David (1977) había llegado a buen puerto. Al preparar su discurso, no tuvo problemas en basarse en el antiguo y en el nuevo testamento para explicar, en términos judeocristianos, que el pacto a firmar cristalizaba un acercamiento a la tan soñada “paz”, una señal del “fin de los días”. Para Isaías y el judaísmo, “el fin de los días” se refería a una paz entre las naciones, no sólo una, sino todas las naciones. La gente no tendría ya necesidad de armas y la naturaleza misma sufriría un cambio y entonces el reino de Dios gobernaría sobre la tierra. Se tratará de una paz total, un absoluto culminar para todo tipo de derramamiento de sangre. El Cristianismo muestra en el libro de Apocalipsis, “el fin de los días” cuando Satanás será destruido y entonces desaparecerá el poder de las tinieblas y el mal, y gobernará el amor. Para el judaísmo y el cristianismo la paz es un término absoluto.

Cuando el Presidente Carter les pidió a sus asesores que le busquen en el Corán una frase paralela, no lograron encontrar una sentencia con la fuerza moral y el valor universal que simbolice el momento. Simplemente, porque no existía tal sentencia. Al final, encontraron en la Sura 8, versículo 61, la tenue: “Pero si se inclinan a la paz (n.d.a: “los enemigos”), inclínate tú también, y confía en Dios: ¡en verdad, sólo Él todo lo oye, todo lo sabe!”. Por contradictorio que parezca (y lo es), encontraron un versículo para homenajear a la paz en una Sura que trata sobre la guerra y sobre el botín de guerra (Al-Anfal – El Botín).

En el Islam, la paz únicamente puede existir dentro del mismo mundo Islámico; hay paz sólo entre musulmanes. No importa lo que el occidental que no lee árabe piense o interprete. La paz sólo puede venir si el lado Islámico obtiene la victoria y si el Islam gobierna sobre otras religiones. “Alá envió a Mahoma con la religión verdadera para gobernar sobre todas las religiones” (se atrevió a citar del Corán y a la vez a denunciar el Papa Benedicto XVI en un discurso en Alemania en el 2006). El objetivo programático no es que todo el mundo se convierta al Islam sino que el mundo entero se someta a la autoridad y el dominio de esta religión. Entonces, se vivirá el “final de los días” (la “shaa” islámica). )Sura 9 versículo 33: “Él es quien ha encomendado a Su Enviado [Mahoma] la guía y la religión de la verdad, para que llegue a prevalecer sobre toda religión, aún a despecho de aquellos que atribuyen divinidad a otros junto con Dios).

En esta guerra, las otras civilizaciones disfrutan únicamente de períodos de “suspensión del fuego”. Las leyes islámicas son especialmente claras. Los judíos y los cristianos no tienen derechos a existir independiente pero si pueden hacerlo bajo las normas del Islam que les proporcionará un estatus de “Dhimmi” (monoteístas no musulmanes), por lo cual pueden ser “soportados” bajo un marco de reglas específicas.

Más aún, se percibe al mundo dividido en dos, una parte que está sometida en el presente al dominio del Islam y otra parte a someterse en un futuro. El mundo correcto es considerado Dar El-Islam (Casa del Islam), que es el lugar donde el Islam gobierna y el otro resto del mundo se denomina Dar El-Harb, la casa de la guerra. El Islam no lo llama la “Casa de los no-musulmanes”, sino que lo califica como la “casa de la guerra”. En el medio pueden estar los “Dhimmi”, a quienes se los soportará hasta que estén en condiciones de ser convertidos.

Si usted dialoga con una autoridad religiosa musulmana moderada en Chile, Colombia, México o Madrid, seguramente le explicará que se trata simplemente de una alegoría, que no se trata de una conquista física, citando interpretaciones que se oponen de plano a lo aquí expuesto. Si usted escucha o lee lo que explican las autoridades militares, políticas y religiosas de Al Qaeda, Hamás, Hezbollah los Hermanos Musulmanes o la Yihad Islámica no pondrá en duda que la concepción del “fin de los días” según el Islam es acorde a lo expuesto en los anteriores párrafos. Si usted se sorprende profundamente por la reacción del mundo musulmán ante las caricaturas de Mahoma en Dinamarca o se asombra que los países musulmanes exijan que la Conferencia de Durban II determine que insultar al Islam sea considerado como una violación a los Derechos Humanos… entonces, si todo esto lo desconcierta, le sugiero relea la concepción islámica hacia otras religiones expuesta unos párrafos atrás.

De hecho, los movimientos fundamentalistas modernos se potenciaron como una respuesta a la expansión de los valores y las conductas occidentales dentro de sus sociedades. Para ellos, es el momento del “Dar El-Harb” (la casa de la guerra) como una alternativa obligatoria ante la evidente amenaza que las sociedades musulmanas sean conquistadas por la cultura occidental. El Islam siempre estuvo presente, la amenaza de conquista de occidente potenció su virulencia. En Irán, la ruda política pro occidentalista del Shá Palhevi de Persia provocó una contrarrevolución liderada por los ayatollahs.

¿Significa esto que Israel nunca podrá llegar a una paz con los países musulmanes? Si cuando hablamos de paz nos referimos a la concepción judeocristiana del “fin de los días” la respuesta puede resultar muy pesimista.

Israel no llegará nunca a una paz con los países musulmanes. A menos que sucedan dos escenarios. Primero, deberíamos esperar que la religión deje de tener influencia sobre las decisiones geopolíticas en los países musulmanes. Por el momento, la tendencia es justamente la opuesta. Países que imponen la “shaarya” en parte o en todo su territorio (como Somalia o Pakistán), o bien, regímenes que son amenazados por fuerzas que desean imponer la ley ortodoxa islámica (Egipto, Líbano, Arabia Saudita o Irak).

El segundo escenario, sería que Israel abandone su concepción de lo que significa la “Paz” y se conforme con una “tregua”. Una tregua que puede ser tan estable y estratégica como la firmada en Camp David entre Israel y Egipto (de hecho, Sadat habló claramente de hacer la “paz” y los fundamentalistas no se lo perdonaron). En 1993, Israel y la OLP firmaron un acuerdo (Oslo) al que Israel consideró como un proyecto de paz entre israelíes y palestinos. A los pocos meses (1994), Yasser Arafat explicaba en un discurso pronunciado en una mezquita de Johannesburgo donde pedía disculpas: “¿Creen ustedes que firmé algo con los judíos contrario a lo que dicen las reglas de nuestro Islam? No es así. He hecho exactamente lo que el profeta Mahoma hizo (una tregua que ya explicaremos)”.

Hay una sola verdad. Un proyecto programático. Se trata de la “victoria”. La única alternativa a la victoria es el cese de fuego o la tregua, en árabe, la “hudna”.

La Tregua en el Islam

El doctor Eyal Erlich, en su libro “Hudna (Tregua): Una aventura política” (Tel-Aviv, 2005), explica las razones por las cuales resulta imposible, en las circunstancias actuales, llegar a un acuerdo de paz con los palestinos. Por ejemplo, Israel no puede aceptar el regreso de los refugiados palestinos dentro del estado reconocido internacionalmente y los árabes exigen (incondicionalmente) el regreso de dichas personas dentro de los límites del estado hebreo.
Más aún, llegar a un acuerdo de “Paz” significaría que los dogmas del Islam pasen a un segundo plano o se modifiquen de raíz. Para el Islam, ningún territorio sometido al dominio islámico podrá alguna vez ser des-islamizado. Si el enemigo (no-musulmán) logra conquistar el territorio dominado antes por el Islam, éste se considerará siempre propiedad del Islam, hasta que pueda ser recuperado.

Sin embargo, agrega Erlich, se puede llegar a una tregua (hudna) en donde se dejen a un lado las acciones bélicas y, durante años, se pueda llegar a una normalización entre las partes.
Expliquemos brevemente el concepto de la “hudna” (tregua). En todo conflicto en donde hay una víctima humana, incluso si es por accidente, se acostumbra a imponer la “venganza de sangre”.

La familia de la víctima debe vengar la sangre de su ser querido a través de matar a por lo menos un hermano de la familia del agresor. Para evitar este derramamiento de sangre, los lados suelen llegar, en primer término, a un cese de fuego por un tiempo determinado (hudna).
En un segundo paso, se llega a un fin del conflicto a través de un acuerdo de compensaciones. En cada zona geográfica actúa una comisión de “mediación” que está conformada por entre 7 a 10 hombres respetables de varias poblaciones de la zona. Al cometerse un crimen, la familia del agresor se dirige a la “comisión mediadora” que a su vez llega a los representantes de la familia agredida para pedirle una “hudna” de tres días. Casi siempre ésta es aceptada. Luego, se vuelven a reunir las partes para extender la “tregua” por varios meses.

En este caso, la familia del agresor suele entregar un 20% del valor de la compensación a la familia agredida. La palabra clave en este proceso es el “honor” de las partes. Al finalizar el proceso, se completa el pago de la compensación y la familia agredida marcha en procesión con la bandera blanca preparada por la familia agresora y así se sella el “fin del conflicto”.

El Profesor Iosef Guinat explica que aunque ésta explicación atañe al mundo musulmán, ya se han firmado “treguas” (hudna) entre musulmanes y no musulmanes. Saladino firmó una tregua con los cruzados en el siglo XII y los españoles firmaron otra con Marruecos en el siglo XIX.

En el año 2001, el entonces Primer Ministro israelí Ehud Barak le ofreció a Yasser Arafat firmar una declaración que ponía “punto final al conflicto entre palestinos e israelíes” (la bandera blanca de la hudna). Arafat rechazó de plano la oferta. La alternativa la observamos en la “Segunda Intifada de El-Aksa”.

Volviendo a Eyal Erlich, el autor de “Hudna” propone que Israel incluya el concepto de la “tregua” en todo acuerdo final con los palestinos. Israel debe proponer una solución honorífica que incluya una “compensación” por los sufrimientos del pueblo palestino. La palabra clave sigue siendo “honor”.

¿Qué motiva a un musulmán a aceptar una tregua y abandonar su Yihad (Guerra Santa) a la que está obligado por el propio Islam? Una alternativa, personificada en una visión racionalista o interpersonal diría que un individuo comprende que la política del “ojo por ojo” condena a la sociedad a una espiral de violencia irrefrenable que “no conduce a nada”. Otra opción, que lamentablemente está basada en los preceptos islámicos fundamenta la aceptación de una “Hudna” (tregua) cuando “un enemigo es demasiado duro y fuerte”. Cuando los políticos de occidente escuchan estas cosas rápidamente responden: “¿De qué me habla? Usted vive en la edad media. ¡Usted no entiende los mecanismos modernos de la política y la diplomacia!”.

Egipto aceptó firmar una “Hudna” con Israel simplemente porque las contiendas bélicas le demostraron que el enemigo era “demasiado duro y fuerte”. Existieron otras motivaciones pero una fundamental.

El paradigma de la “tregua” en el Islam… su funcionalidad en el marco de la Guerra Santa (Yihad) y su naturaleza puede observarse en el emblemático “Acuerdo de Hudaybiya” o “Hudna con la tribu de Kureish”.

La mentira en el Islam

Recordemos lo que dijo Yasser Arafat en la mezquita en Johannesburgo (1994): “¿Creen ustedes que firmé algo con los judíos contrario a lo que dicen las reglas de nuestro Islam? No es así. He hecho exactamente lo que el profeta Mahoma hizo”. Lo que hizo Mahoma es el “Acuerdo de Hudaybiya” o “Hudna con la tribu de Kureish”. A eso se refería, no a otra cosa.

Mahoma había nacido en la Meca y pertenecía a la tribu de Kureish. Los Kureish eran grandes comerciantes que protegían y “usufructuaban” el lugar santo de la Kaaba, que entonces servía como centro de culto pagano. Mahoma escapó de Meca y basó su poder desde la ciudad de Medina, en donde forjó la visión monoteísta del Islam. Su deseo era conquistar Meca y transformar a la Kaaba en un lugar de culto a “Alá”, el único dios.

En el año 628, Mahoma se encuentra en una posición bélica inferior frente a sus enemigos de la tribu de Kureish que dominaban Meca. No tenía ninguna posibilidad de vencer a los soldados de la Meca. Sin embargo, atacaba sin cesar los convoyes comerciales que partían o llegaban a Meca que, cabe recordar, era el principal centro comercial de la zona.

Mahoma optó entonces por utilizar una “tregua”. Le ofreció a la tribu de Kureish un pacto de 10 años (hay quienes afirman que se trataba de 6 años) por lo que los seguidores de Mahoma no atacarían a los comerciantes ni a las caravanas y, a cambio, los fieles musulmanes podrían rezar en Meca (Kaaba). Los comerciantes de Kureish, ávidos de calma y bienestar, aceptaron la tregua que fue firmada en un poblado cercano llamado Hudaybiya.

En el año 630, dos años después de haber firmado el acuerdo, Mahoma logró reunir a 10.000 solados, se alzó contra la Meca y la conquistó. Mahoma encontró alguna excusa para romper la tregua, una excusa sin importancia ya que incluso los historiadores más renombrados afirman que Mahoma reanudó el combate cuando creía que la situación le favorecía. Los enviados de Kureish le rogaron (a Mahoma) que acepte solucionar las divergencias para continuar la “tregua”. Por contrapartida, Mahoma ordenó a sus seguidores que no dejasen acercar a los mediadores de Kureish.

El Profesor (israelí) Iosef Guinat (Academic Press, 2006) afirma que el “Acuerdo de Hudaybiya” era un “pacto” por 10 años y por lo tanto no tiene la santidad de una “tregua” la cual no puede violarse de ningún modo. Dr. Mustaffa Abu Suwei de la Universidad de Al-Kuds afirma que los que violaron la tregua fueron los pobladores de Hudaybiya y que Mahoma se vio forzado a salir al combate porque otros violaron dicha “hudna”.

Para la gran mayoría de especialistas, la función de la Hunda (y el “Acuerdo de Hudaybiya” lo fue) cumple la función de permitir que el musulmán mejore su posición para continuar con su Yihad.

Siguiendo este razonamiento, Yasser Arafat pudo haber firmado el Acuerdo de Oslo con Israel… él mismo afirmó que se trataba de una Hudna. Sin duda, de estar políticamente muerto en Túnez, mejoró su posición al ser el Presidente de una Autoridad Palestina que gobernaba desde buena parte de Cisjordania y Gaza, con un ejército propio, tras recibir un Premio Nóbel de la Paz y ser considerado por el mundo occidental como un socio legítimo.

Una “Hudna” puede ser violada. Un compromiso puede ser asumido y, según afirman los sabios, debe ser cumplido “siempre y cuando sirva esto a los intereses del Islam”.

Por lo tanto, si una tregua puede romperse, como lo hizo Mahoma, “si” se puede engañar en el momento de firmar un compromiso. Y entonces, ¿se puede mentir en el Islam?

Sí, se puede mentir. Un engaño o una simulación se conocen en árabe como “Taaqya” o si el musulmán es chiita se conoce como “kitman”. En principio, se trataba del acto de disimular las creencias religiosas propias cuando uno teme por su vida, por las vidas de sus familiares o por la preservación de la fe. Se usaba más a menudo en tiempos de persecución o peligro.
La “Taaqya” no tiene correlato en el cristianismo, pero sí en la Halajá o ley judía, que permite la violación de todas las leyes en caso de persecución, salvo las relativas a la idolatría, el incesto y el asesinato. En estos casos se espera que uno entregue su propia vida antes de cometer esas violaciones de la ley. No existe una prohibición real contra el hecho de pretender abrazar otra religión, a menos que esto suponga una violación de las leyes anteriores

Originariamente, se trataba de una autorización más usada por los chiitas para defenderse de la presión de la mayoría sunita sobre ellos. Para los chiitas, si una persona teme por su vida y puede salvarla mintiendo, debe usar “Taaqya”. Cuando una persona se quiere reconciliar con alguien puede mentir, aunque este uso es opcional. Si la mentira del musulmán causará la muerte de otro fiel, no se puede mentir. Según el erudito chiita Mahoma Husain Jafari Sahiwal, el chiismo no se habría extendido si no fuera para la “Taaqya”. Los sunitas acusan a los chiitas de usar “Taaqya” para fines políticos, es decir, para combatir el liderazgo sunita. O bien, para conspirar contra el sunismo.

La “Taaqya” ha sido sobre explotada para debates políticos cotidianos. Por ejemplo, especialistas como James Woolsey o Michael Rubin, han atacado al gobierno de Irán de usar “Taaqya”, reiteradamente, en la arena internacional. Los iraníes han respondido que los acusadores entienden mal el significado del término y que los políticos de todas las religiones mienten por igual.

Cuando los palestinos en Gaza o en la Autoridad Palestina exclaman que todos los muertos en las operaciones militares contra Israel eran “civiles, niños, mujeres y ancianos” están usando Taaqya. Los periodistas occidentales no se toman el trabajo de constatar tal información, desconociendo el abuso del derecho a mentir tan extendido en el mundo islámico hoy.

La pregunta que deberíamos hacernos en este caso es… si entre sunitas y chiitas se acusan de explotar para debates cotidianos “Taaqya”, y se trata al fin y al cabo de dos ramas dentro del Islam… ¿qué se puede esperar cuándo se refiere al uso de la mentira hacia un no musulmán?

Conclusión

La religión en los países de medio oriente juega un papel fundamental. No se trata de un codex ético y moral, el Islam propone un planteamiento programático en donde cada creyente es un soldado de la causa.

Lo primero que debería hacer Israel y que deberían asumir los israelíes es que si el objetivo de un proceso de paz con los palestinos o con los países árabes vecinos pasa por ver cristalizada una paz según la concepción “judeocristiana” esta no llegará. Simplemente, por una cuestión teológica.

Cuando Majmud Abu Marzuk del Hamás afirma que su movimiento terrorista está dispuesto a “aceptar una hudna con Israel en todo momento que ésta sea conveniente para los intereses del Islam”, nos recuerda la importancia y la relevancia del “Acuerdo de Hudaybiya” o “Hudna con la tribu de Kureish”.

No en vano el actual gobierno de Israel (y el anterior también) exigen que los palestinos y los países árabes declaren que “aceptan a Israel como el estado nacional del pueblo judío”. Aceptar esta premisa es un compromiso en donde se “admitiría” que un territorio no pertenece más al Islam ya que la tierra es legítimamente judía. Y, como ya hemos explicado, para el Islam, ningún territorio sometido al dominio islámico podrá alguna vez ser des-islamizado.
Una declaración con este tipo de reconocimiento sería lo más parecido a una procesión con una bandera blanca tras la hudna… lo más cercano a una declaración de “fin del conflicto”.
Israel y el mundo árabe pueden alcanzar una “hudna” sólida y de larga duración. Una “hudna” que se refuerce con el desarrollo de intereses comunes y con el apoyo de occidente. Pero, teniendo en cuenta el abuso de la “Taaqya” (mentira) en el Islam, en el chiismo en especial (aliados de Hamas, Hezbollah o Irán) Israel no podrá, en ningún caso, abandonar su carrera por conseguir una superioridad militar, económica y cultural que transmita, en todo momento, ante todos los países, que la tregua (hudna) no debe ni conviene ser rota ya que el no-musulmán (Israel) es “un enemigo demasiado duro y fuerte”.

Si… un escenario esperanzador el posible, pero “desde la fuerza”. Y esto, hasta que las fuerzas moderadas en el Islam se impongan.

Fuente:hatzadhasheni.com