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SANTIAGO TRANCÓN PEREZ

Cervantes sigue siendo el autor que despierta mayor interés entre los españoles. La marca Cervantes y el Quijote tiene tanta difusión o más que la marca España. Es un fenómeno insólito y único en la historia de la literatura. Ningún otro libro o autor han alcanzado algo semejante. Su influencia e importancia rebasan el ámbito cultural e ideológico para adquirir un valor económico y político.

Se cuentan por miles (o millones) los productos, establecimientos, organizaciones, actos, publicaciones e iniciativas de todo tipo que tienen como reclamo o centro de interés la imagen y el nombre de Cervantes y el Quijote. Un poderoso entramado de hechos e intereses cuyo efecto más negativo ha sido el convertir a Cervantes y el Quijote en una marca estereotipada, muy eficaz, pero también demasiado simplista.

Para velar por este patrimonio, la “Iglesia Cervantina” ha impuesto un discurso dominante basado en un conjunto de dogmas celosamente protegidos con los que trata de evitar cualquier investigación crítica o pensamiento disidente. Especial empeño han puesto los cervantistas oficiales en establecer, desde mediados del siglo XVIII, la condición de “católico-manchego” de Cervantes y en convertir en ejemplo de un españolismo romántico y conservador a la figura de don Quijote.

Sin embargo, desde que Américo Castro se atreviera a defender el origen judío de Cervantes, algo ha empezado a cambiar. Se trata de un proceso lento y minoritario, pero que inevitablemente acabará transformando los estudios cervantinos y dejando sin fundamento la manipulación interesada y poco científica con la que se ha acabado “momificando” al autor y la obra literaria más difundida de la historia.

Cervantes, pese a todos los esfuerzos por simplificar el sentido profundo de su obra y ocultar su condición de judeoconverso, sigue despertando el interés de millones de españoles, estudiosos y lectores de toda condición. Su vida y su obra provocan un efecto extraño y seductor, acaso porque continúan envueltas en el misterio y el desconocimiento, desde su lugar de nacimiento a su pensamiento íntimo y sus verdaderos sentimientos. Poco nos ayudan a salir de dudas los documentos históricos. La documentación cervantina es hoy un cajón de sastre, un maremagnum de datos contradictorios y de muy difícil verificación. Los autores utilizan este material de acuerdo con sus posiciones previas y sus prejuicios, dejando de lado todo lo que no encaja o invalida sus conjeturas, empezando por la supuesta acta de bautismo de Alcalá de Henares, un documento lleno anomalías y que jamás se ha autentificado, pese a la existencia hoy de medios científicos y técnicos suficientes para hacerlo.

La lectura y análisis de Cervantes teniendo en cuenta su origen y la influencia del pensamiento y la tradición judía, no es uno más de los posibles enfoques, sino el fundamental para entender el Quijote, comprender su sentido e interpretar correctamente muchos de sus pasajes. Es necesario redescubrir a Cervantes y para ello será imprescindible tener en cuenta su origen judío. El momento actual es muy propicio para realizar esta tarea, a la que yo he contribuido con mi libro Huellas judías y leonesas en el Quijote, donde aporto un cúmulo de evidencias difícilmente rebatibles, no sólo sobre el origen judío de Cervantes, sino sobre el contenido y las intenciones del Quijote.

Cervantes y el Quijote están de actualidad en España y esta presencia aumentará durante los dos próximos dos años, en que se va a conmemorar el Cuarto Centenario de la edición de la Segunda Parte del Quijote (2015) y el Aniversario de su muerte (2016). Es un momento adecuado para realizar una revisión y revalorización de su obra, despojándola de las adherencias religiosas, ideológicas y políticas a las que ha sido sometida durante siglos.

Un elemento nuevo que añade actualidad a la figura de Cervantes es la búsqueda de sus restos en el Convento de las Trinitarias de Madrid, tarea rigurosa y científicamente planificada y llevada a cabo por un equipo de expertos de destacada solvencia y mediante los medios técnicos más avanzados. Se sabe cuándo y dónde fue enterrado. Descubrir sus restos será un acto cargado de simbolismo, además de ayudar a conocer mejor al autor del Quijote. Aunque no se ha divulgado, también hay interés por descubrir (y confirmar) su origen judío o descendiente de hispanojudíos. Los restos de la mayoría de los grandes autores y artistas del Siglo de Oro han desaparecido y resulta imposible localizarlos o descubrirlos. Nuestro autor podría ser un caso único, y esto tendría el valor simbólico de acentuar su singularidad y excelencia.

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Entre el antisemitismo y la curiosidad por el pasado judío
La reivindicación de la condición de judeoconverso de Cervantes y la revalorización de su obra mediante el estudio de la influencia del judaísmo y la tradición judía en su modo de pensar y de sentir, coincide también España con un fenómeno al que hasta ahora no se ha prestado ninguna atención, pero que yo quisiera destacar. Me refiero al creciente interés general por descubrir y conocer el pasado hebreo de España.

Una visión algo superficial se enfoca en destacar y difundir sólo el ostentoso antisemitismo que parece recorrer a la sociedad española, espoleada por unos medios de comunicación activamente críticos con la posición de Israel frente al mal llamado conflicto palestino (como si se tratara de un simple conflicto que afectara exclusivamente a los palestinos).

Es evidente que desde la izquierda radical a una ultraderecha difusa, hoy en España lo más visible es el antisemitismo (violento, pero sólo verbal), como estamos observando a raíz de esta última guerra (llamémosla guerra, porque lo es, e iniciada por un ejército terrorista, Hamás). Bien, pero este fenómeno, cuya gravedad ni ignoro ni infravaloro, hemos de contrastarlo con otro fenómeno radicalmente opuesto, como es el resurgir del interés por el mundo judío, cuya manifestación más evidente es la atención que despierta todo lo referente al pasado hispanojudío, cuyas huellas se tratan de descubrir por todos los pueblos, ciudades y rincones de España. La Red de Juderías va aumentando cada día, así como los estudios históricos, las indagaciones arqueológicas, la recopilación de datos y documentos, las publicaciones, congresos y actos de todo tipo (exposiciones, conciertos, vídeos, debates, reuniones y asociaciones…). No voy a hacer un recuento de todas las organizaciones e iniciativas que toman como punto de referencia nuestro pasado judío, pero sí puedo relatar mi experiencia personal.

Yo era hasta hace pocos años uno de los millones de españoles que lo ignoraba casi todo respecto al judaísmo y el pasado judío de España. Con mi título de doctor y premio extraordinario, era un analfabeto cultural referente a estos temas. Tuve la suerte de conocer a la poetisa Margalit Matitiahu a raíz de un Encuentro de Culturas que organicé en un pueblecito de Extremadura. Me emocionó saber que era de origen sefardí y que procedía, como yo, de León. Poco después conocí a otro judío, Dan Kofler, que se empeñó en que escribiera la peripecia apasionante de su vida. Estos dos encuentros me abrieron la puerta a un mundo deslumbrante con el que yo sentí que tenía una profunda afinidad. Descubrí muy pronto el porqué de esa irresistible atracción, al indagar sobre mis orígenes familiares. No soy un caso aislado. Durante estos años, a raíz de la publicación de las Memorias de un judío sefardí. La verdadera historia de Dan Kofler, y ahora de mi libro cervantino, me he encontrado con cientos de personas que me confiesan su atracción e interés por el mundo judío y la necesidad de conocer nuestro pasado. Muchos se consideran extrañamente judíos, ¡y no saben por qué! Lo confiesan movidos por un sentimiento inconsciente que no aciertan a explicar. El enigma de las posibles huellas “genéticas” y culturales parece remover algo que hasta ahora había estado oculto.

Queda mucho por descubrir y conocer de nuestro pasado judío, de las huellas psicológicas y mentales que dejó ese pasado y del trauma, no sólo producido por la expulsión, sino también por la necesidad de ocultamiento y de olvido. Que a pesar de tanta represión, miedo y ocultación, hayan quedado tantas huellas como para sentir ahora que la semilla de ese pasado está volviendo a renacer, es algo que debiera atraer la atención de muchos judíos, no sólo de los sefardíes.

El mundo judío debería observar con mayor interés este fenómeno y, libre de cualquier prejuicio, apoyarlo y difundirlo. No hay mejor medio para combatir el antisemitismo de la sociedad española que redescubrir y potenciar la presencia y la huella de nuestro pasado judío, del que millones de españoles nos sentimos muy orgullosos, a pesar de la ignorancia oficial y el escaso apoyo que encontramos, incluso, dentro de la actual comunidad judía de nuestro país.

La actualidad de Cervantes forma parte, sin duda, del interés por conocer su origen judío y la influencia del judaísmo en su obra más universalmente conocida, el Quijote. Nos gustaría que este interés sirviera para descubrir la importancia, no sólo de la influencia judía en nuestra cultura e historia, sino la decisiva aportación de los judeoconversos, tanto por su número como por su deslumbrante capacidad creativa en todos los órdenes de la vida. Somos muchos los que, aunque muchas veces de modo imposible de demostrar, nos consideramos descendientes de esos judeoconversos, cuyo callado y desgarrado sufrimiento no les impidió aspirar y alcanzar, como en el caso de Cervantes, la más alta perfección humana y artística, sin renunciar por ello a sus orígenes y dignidad.

Al redescubrir a Cervantes queremos recordar y dignificar a todos esos miles de conversos que quedaron borrados de la historia, pero también reivindicar nuestro derecho a ocupar un lugar dentro del pensamiento y la cultura actual, contribuyendo así a destruir la ignorancia y los prejuicios antisemitas, tan difíciles de combatir.

*Santiago Trancón Pérez, nacido en Valderas (León), es doctor en Filología Hispánica, premio extraordinario de tesis doctorales por la UNED en el 2006, y tiene editados, entre otros libros:
De la naturaleza del olvido (poesía, Colección Provincia, León 1989)
En un viejo país (novela, Huerga y Fierro, 1997)
Teoría del Teatro (ensayo, Fundamentos, 2006)
Castañuela 70. Esto era España, señores (VVAA, estudio histórico, Ramalama Music, 2006), Teatro breve de Rafael Gordon (edición y estudio, Fundamentos, 2006)
Desvelos de la luz (poesía, primer finalista del II Premio Viaje del Parnaso, Huerga y Fierro, 2008) Memorias de un judío sefardí (Infova Ediciones, 2011)
Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes (Punto Rojo Ediciones, Sevilla 2014).
Además, ha publicado cientos de artículos de análisis y crítica teatral y literaria en El Viejo Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto, Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, Epos, etc.
Ha sido crítico teatral de Diario 16 y El Mundo.

Profesor de Lengua y Literatura Española, ha impartido la enseñanza en Barcelona y Madrid.

Ha sido profesor de dramaturgia en la RESAD de Madrid durante siete años.

Asumió el cargo de Director General de Promoción Cultural de Castilla y León (1984-1988).

Ha participado en programas de TV como La clave, Negro sobre blanco, Cultura con ñ y Las noches Blancas.

Ha dado numerosas charlas y conferencias en diversos centros e instituciones, y participado en varios congresos, como la 40e Rencontre Québécoise Internationale des Écrivains (Montréal, 2012) o el I y II Congreso Internacional sobre el pasado judío de Zamora (Zamora, 2013 y 2014).

Fuente:aurora-israel.co.il