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JAIME RENNER PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

La culminación de la guerra contra Hamas y la súbita aparición del grupo denominado ISIS (Islamic State of Irak and Syria) imbuido de un exaltado fanatismo religioso y de una extrema ferocidad, ha venido a cambiar radicalmente el paradigma global que privaba en torno al Medio Oriente y a la posición central del Estado de Israel.

El común denominador de éste y otros grupos ‘jihadistas’, es un islamismo radical que se fija como objetivo primordial, erradicar la presencia e influencia de Occidente en la región, trátense de judíos o de cristianos.

Sobresale de todos ellos la quimera de la llamada República Islámica, quien alucina con establecer un Califato que abarque Irak y Siria regido por leyes teocráticas con apego al más estricto canon islámico, al estilo del Califato de Bagdad que regía en la Edad Media.

Los macabros videos ampliamente difundidos en agosto y septiembre de 2014, que exhiben la decapitación por parte de ISIS de dos reporteros norteamericanos, James Foley y Steven Sotloff –este último judío– y un funcionario británico de nombre David Hayes, pone vívidamente de manifiesto la conducta y forma de actuar de Mahoma, al haber ejecutado a cerca de 700 judíos que residían en la Meca, cortándoles la cabeza y quitándoles a sus mujeres y pertenencias.

En forma creciente e inequívoca, tanto Europa como Estados Unidos, al igual que los países donde rige un Islam moderado e ilustrado, han finalmente caído en la cuenta de la enorme peligrosidad que representa el Islam radical y su brutal terrorismo: tanto ISIS como Al-Qaeda y la Hermandad Musulmana (con Hamas como su brazo palestino) presentan ahora el verdadero rostro de una barbarie desquiciante.

El sostenido temor que priva en dichos países a verse embestidos por atentados terroristas o incluso a ver salvajemente amenazada su misma soberanía –en los países árabes moderados sobre todo– por parte de estos grupos extremistas, ha dado como resultado un reacomodo de alianzas y la gestación de un nuevo orden geopolítico.

Hubiera sido inconcebible hasta hace poco suponer siquiera una alianza estratégica como la que se ha forjado recientemente entre Israel y Egipto. Países antaño antagónicos como Jordania y Arabia Saudita han re-direccionado su política exterior y perciben ahora a Israel como un aliado indispensable. Incluso Qatar, quien fuera el principal patrocinador financiero de la Hermandad Musulmana ha caído en la cuenta de que su mejor opción es alejarse de dicha atrocidad.

De entre la población marginada de Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia y de entre las masas de musulmanes desposeídos que han invadido Europa, surge el fenómeno de un quijotesco espejismo en pos de un viraje que les dé sentido a sus desdichadas vidas: engrosar las filas del Estado Islámico donde podrán dar rienda suelta a su frustración e infortunio.

El reclamo es para ellos atrayente: se les otorga legitimidad en nombre de Alah para secuestrar, asesinar, enterrar vivos y decapitar a los “infieles” que osan enfrentarles y para poseer a las mujeres de las víctimas sometidas.

Es sorprendente la proliferación de videos con fines de reclutamiento que los miembros de ISIS suben a You Tube invocando a Alah en inglés y alemán, incitando a las masas desposeídas a engrosar sus filas. Igualmente alarmante es el creciente número de voluntarios procedentes de países del primer mundo que abandonan sus familias y emprenden un viaje sin retorno hacia Siria e Irak para adherirse al Estado Islámico.

Se cuentan ya en millares los combatientes ingleses, alemanes, norteamericanos y canadienses que profesan ahora la fe islámica y combaten en las filas de ISIS.

Sociólogos y psicólogos en varios países procuran esclarecer la raíz misma de este fenómeno y se cuestionan: ¿Cómo es posible que personas que residen en países occidentales, empujados por una fantasiosa promesa y sin ninguna preparación militar, opten por convertirse al Islam, adherirse al movimiento jihadista y decidan viajar miles de kilómetros para combatir por una quimera que les es completamente ajena?

El creciente contingente de militantes occidentales que combaten en las filas de ISIS es reflejo de un mal endémico que priva en las sociedades afluentes de América y Europa. Es la desesperanza, la frustración, la desventura y el desaliento la que orilla a estos desventurados seres humanos a encontrarle un sentido a sus míseras existencias.

Hay un consenso unánime entre las agencias comisionadas para prevenir y combatir el terrorismo, en el sentido que este fenómeno es algo diametralmente diferente. Sostienen que esto difiere del terrorismo característico que hemos conocido hasta ahora; se asemeja más a una guerra, a un movimiento insurgente a gran escala, que se conduce con una extrema perversidad y que exige, en consecuencia, una nueva conceptualización de cómo atajarlo.