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MARTIZA ESPINOZA

LA FICHA

Nací en México D.F. hace 67 años, de padre español y madre alemana. Soy escritor y periodista. He ganado varios premios y publicado casi una veintena de novelas. Hace siete años, un tío, hermano de mi madre, al que no veía hacía décadas, me llamó para decirme que se estaba muriendo y me reveló la verdadera historia de nuestra familia: éramos judíos. Eso desencadenó el descubrimiento de una serie de secretos familiares que me remontaron a la Segunda Guerra y así nació mi última novela, En media hora… la muerte, que acabo de presentar en Lima.

 

¿Descubrir tu condición de judío te causó un conflicto de identidad? 
Nunca me lo habían preguntado. Pero, a ver, supón que ahora mismo llega una mujer de 80 años, se sienta a nuestro lado y yo te digo: Maritza, esta mujer que está aquí es tu tía, hermana mayor de tu madre. Y ella te dice: dime que me quieres, porque yo soy tu tía…

Eso ni se compara con lo que te pasó.
Sí. A mí me dijeron: es que tú eres judío, porque tu madre es judía. Y yo: ¡pero yo no soy judío! Es como si estuviera aquí esa señora y te dijeran: es tu tía, quiérela. Yo no soy judío, yo no creo en Dios, nunca me educaron en la religión.

¿Cómo te marcó descubrir eso?
Me creó muchas confusiones en un principio. Pero hay algo que me salvó. Mi padre, que era español, siempre me dijo: yo no quiero que tú hables con la ce ni con la zeta. Y mi madre, hija de alemanes, me dijo: no quiero que hables en alemán. Querían que tenga mi identidad muy clara, que sea solamente mexicano.

¿Y nunca tuviste ninguna sospecha?
Nunca. Para mí fue sorpresa conocer mis antecedentes judíos. Tengo muchos amigos judíos y los quiero mucho y me siento muy a gusto entre ellos, pero yo no creo en Dios ni en ninguna inteligencia superior a la humana.

Tu bisabuela alemana era muy lúcida: vio clarito lo que se venía con Hitler.
Sí. Mi bisabuela entendió el proceso con toda claridad y le decía a mi bisabuelo: si nos quedamos aquí, nos van a matar a todos. Larguémonos de Alemania antes que nos maten, porque quien quema libros, tarde o temprano, va a quemar hombres y mujeres.

Otra cosa que llama la atención de tu libro es el énfasis en la homosexualidad de Hitler. ¿Por qué es tan importante?
Porque Hitler pareciera ser el súmum de la valentía, un hombre que le declara la guerra a Polonia, a Rusia, a Inglaterra, a Francia y a los Estados Unidos. Pues sucede que era homosexual.

Pero Hitler persiguió homosexuales.
¿Qué fue lo que a mí me enervó? Que Hitler dijera: voy a mandar matar a todos los homosexuales, porque forman parte de una raza depravada. Pero ¿por qué los mataba? Los mataba para lavarse la cara ante el mundo.

¿Su homosexualismo explica algo del Holocausto?
Yo creo que explica lo que él hizo, y perdón que te lo reduzca a una sola palabra, es envidia. Él tenía envidia de que los judíos tuvieran cerca de 20 premios Nobel, fueran dueños de la economía, de las finanzas, de las industrias, del comercio.

¿Tú tenías esa visión de Hitler antes de saber la historia de tu familia?
No, a mí sí me quedó muy claro que Hitler había sido un verdadero criminal, lo más vergonzoso del género humano, junto con Stalin, aunque creo que Hitler es un niño de teta comparado con Stalin, que mató al doble de personas. Cuidado, no lo estoy disculpando. Creo que el fanatismo y mezquindad y el egoísmo provocaron todo esto.

¿Cómo cambiaron tus vínculos con tu familia después del libro?
Fatal. Las hijas del tío Claus, el que me reveló toda la verdad familiar, no me saludan más. Yo les dije: pues, bueno, a mí me cuesta mucho gritar en voz baja. O grito, o grito. Yo voy a contar toda mi historia y voy a contar todo lo que pasó, porque no solo digo la historia de la familia, sino la historia de lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial.

¿Escribir este libro fue traumático?
¡Qué preguntas haces, pero sí! No se lo deseo ni a mi sombra, pero un día me dio un ataque de pánico. Sientes que, de golpe, se te detiene el corazón y empiezas a sentir asfixia, no puedes respirar, el brazo izquierdo se te petrifica…

¿Qué te movía a seguir adelante?
Cumplir con mi promesa. Yo dije a mi tío Claus: te prometo que voy a publicarlo. Me enfermé de todo y hubo muchos momentos en que casi me rendí.

¿Es el libro más doloroso  de escribir?
Sí. El más doloroso y nunca vuelvo a escribir un libro así. Es desgarrador. No sabes lo que sentí cuando fui con mi esposa al museo de Yad Vashem, en Jerusalén, y metí los nombres que me dio mi tío y me aparece mi bisabuelo: “Executed in Auschwitz” (ejecutado en Auschwitz). Meto el de mi bisabuela, “Executed in Auschwitz”. Los nombres de mis tíos, primos, parientes, ¡todos ejecutados! ¡El horror que sentí!

¿Hay algo de todo esto que aún no termines de aceptar?
(Silencio). Pues que en mi familia se hayan negado todos a decirme la verdad. Por ejemplo, yo hubiera querido saber que mi padre estuvo preso en Argelia, porque lo metieron en un campo de concentración para construir el ferrocarril de Casablanca a El Cairo para transportar materias primas imprescindibles para Hitler. Mi tío Lucho me dijo: tú no sabes lo que es trabajar a sesenta grados a la luz del sol. La gente se desmayaba. ¡Lo hubiera admirado muchísimo!

Ya después de la catarsis que ha sido esta novela, ¿qué viene?
Bueno, lo que viene ahora es una historia de dinero. Sobre qué pasa si tú tuvieras, y no te lo deseo, ochenta mil millones de dólares. ¿Cómo serías? ¿Serías la misma?

Obviamente no, ¿y tú?
¡No! A mí me cambiaría la vida, para mí sería un conflicto espantoso. ¡Yo no podría vivir con eso!

 

Fuente:larepublica.pe