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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Indonesia, Malasia y Filipinas son los que registran más yihadistas pero Australia, China o Japón también  deberán enfrentar el problema de que regresen a sus lugares de origen para proseguir su particular lucha. Un éxodo sin precedentes desde que en los 90 voluntarios de todo el mundo acudieron en auxilio de la Yihad afgana.

La vida de Mohammad Ali Baryalei no había sido precisamente ejemplar. Este australiano de padres afganos había apurado parte de su juventud en el King Cross, el distrito rojo de Sidney, expulsando a empujones a los indeseables que trataban de colarse del Love Machine Club, el prostíbulo donde trabajaba como portero, y agotando las horas entre alcohol, drogas, mujeres y apuestas.

De ahí la sorpresa de los expertos cuando le identificaron en la llamada procedente de Siria donde el ex cocainómano Baryalei, reconvertido en pío líder del Estado Islámico, instaba a los musulmanes australianos a acometer “asesinatos aleatorios de infieles“, a ser posible mediante decapitación, y a grabar los crímenes para “conmover, horrorizar y aterrorizar”.

No era una amenaza infundada. Las investigaciones descubrieron que Baryalei, de 33 años, estaba tras la red de reclutamiento que ha llevado a unos 60 australianos a combatir con el IS, de los cuales cinco de ellos ya habrían muerto en combate. Sus instrucciones para llevar la yihad a su país, en respuesta a la intervención australiana en Irak -donde el jueves bombardeó por primera vez objetivos islamistas en el contexto de la operación internacional- intentaron ser aplicadas. Una espectacular operación policial que llevó a asaltar 800 viviendas derivó en 15 detenciones el pasado 15 de septiembre. Días después, un joven acuchilló en Melbourne a dos agentes antes de ser abatido: en su poder, una bandera del Estado Islámico. Australia, que ha elevado su estado de alerta de media a alta, está endureciendo la legislación para convertir en delito la mera defensa de los grupos radicales.

Se estima que al menos 20 yihadistas australianos han regresado tras su paso por Oriente Próximo, constituyendo una bomba de relojería. El número total que combate, ha muerto o ha regresado tras luchar en Siria o Irak podría ascender a 160: todavía está viva en la memoria la imagen del yihadista australiano que posaba con su hijo de siete años en una foto de Twitter: cada uno sostenía una cabeza seccionada.

La fascinación por la barbarie del Estado Islámico ha sumado un millar de reclutas en Asia. Indonesia, Malasia y Filipinas son los países que registran más yihadistas pero Australia, China o Japóntambién se están enfrentando a un problema que suele pasar factura a largo plazo, cuando los extremistas, entrenados y adoctrinados, regresen a sus lugares de origen con la intención de proseguir su particular lucha. Los lobos solitarios no necesitan apoyos ni apenas medios para sembrar el terror, y detectarles es extremadamente difícil: como ejemplo, los atentados de Bali de 2002, donde un grupo de miembros de Jemaa Islamiya entrenado en Afganistán mató a 202 personas en nombre de Al Qaeda.

El poder del Califato

Se trata de una situación sin precedentes desde los años 90 del siglo pasado, cuando la yihad afgana contra los soviéticos atrajo a voluntarios de todo el mundo. Lo más interesante es que sea el más extremista de los radicales, el Estado Islámico, el que reciba el mayor volumen de voluntarios. “En 2012, los voluntarios se diversificaban en otros grupos, pero el IS se ha revelado más eficaz que ningún otro, especialmente tras el fracaso de la ofensiva de Jobhat al Nusra y el Frente Islámico [de principios de año] y la instauración del Califato ha reforzado la imagen del grupo”, estima el experto australiano Greg Burton, miembro del Centro de Investigación del Terrorismo Global de la Universidad de Monash, en una entrevista telefónica.

En Indonesia, Malasia o Filipinas, la situación es diferente. Los grupos islamistas radicales están fuertemente establecidos desde hace años y la colaboración con el Estado Islámico es, para ellos, una tentadora idea que reporta recursos y una notoriedad de la que ya no disfrutaban. Para los expertos, ese el el principal motivo que ha llevado a Abu Sayyaf a ceder los beneficios por el secuestro de dos alemanes al IS. Capturados el pasado abril, Abu Sayyaf amenaza con ejecutarlos si antes de este sábado Alemania no cesa su participación -casi testimonial- en la campaña contra el IS y si no recibe un rescate de casi 5 millones de euros.

El líder de Abu Sayyaf, Isnilon Hapilon, declaró fidelidad al IS mediante un vídeo el pasado julio en “un intento de reforzar sus credenciales islamistas“, según estima el autor de Militancia Islámica en el Sureste Asiático, Zachary Abuza. Otro grupo armado, el Frente de Liberación Islámico Bangsamoro, también se habría sumado a ellos: entre ambos podrían sumar 100 voluntarios combatiendo con el IS en Siria o Irak. La simpatía por el IS en Filipinas parece mayor de la estimada, a juzgar por vídeos difundidos en la red donde se puede ver el juramento de lealtad de reclusos en prisiones a Abu Baqr al Bagdadi.

El grado de implicación asiático en Oriente Próximo es tal que voluntarios indonesios y malayos han creado su propia unidad dentro del IS, la katiba nusantara lid dawla al islamiyyah o brigada del archipiélago malayo en el Estado Islámico: el Instituto para el Análisis Político de Conflictos de Yakarta estima que tiene 22 miembros y que actúa en la ciudad de Shadadi, en la provincia siria de Hassaka. Les une lo mismo que les distancia del resto de radicales: el idioma.

En Indonesia, principal país en población musulmana del mundo con 225 millones, el relativo vacío de poder -hasta el 20 de octubre el nuevo presidente no asumirá su cargo, obtenido en las elecciones del pasado julio- ha llevado a las autoridades a descuidar el obvio riesgo del extremismo. Eso explica que pese a la prohibición de hacer apología del Estado Islámico sigan abiertos blogs como el de Abu al Bawi, quien se define como un “defensor del ISIS para el reestablecimento del califato islámico“, donde se promocionan actividades relacionadas con IS, lo que incluye fotografías de las manifestaciones de solidaridad con el califato celebradas en Yakarta, a plena luz del día, donde han sido ondeadas banderas del Estado Islámico. También explica que individuos como el indonesio Zirah Moslem utilice Twitter y Facebook para vender a todo el mundokhilaffastuff, una suerte de merchandising del IS que incluye desde gorras y banderas hasta cuchillos y joyas con el eslógan de la banda grabado.

En Indonesia, el líder de Jemaa Ansaru Tawhid Abu Baqr Bashir, inspirador de la Jemaa Islamiya y mentor de los atentados de Bali, declaró su fidelidad al IS desde prisión en un giro radical, dada su influencia entre los radicales: lo más escalofriante es que tuvo la libertad de invitar a una veintena de presos a la ceremonia, celebrada en una sala decorada con la bandera negra.

“Su declaración implica que es legal, desde el punto de vista religioso, apoyar al IS”, explicaba el experto de la Universidad de Malikussaleh de Aceh Al Chaidar al Sidney Morning Herald. Se estima que entre 50 y 200 indonesios combaten actualmente en Siria con el EI y decenas son reclutados por gente como el empresario Chep Hernawan, autodeclarado líder de la rama indonesia del Estado, que fue detenido recientemente y liberado tras comprobar que no se le podía aplicar ningún delito pese a que, en teoría, está prohibido captar reclutas para el IS.

En Malasia, donde los extremistas aspiran a derribar al Gobierno secular, el pasado 13 de agosto eran arrestados 19 reclutas que se preparaban para viajar a Siria: se estima que un centenar ya se han unido al Estado Islámico. Al menos 30 pasaportes han sido revocados para evitar que sus titulares se desplacen a Oriente Próximo. Y en Singapur, las autoridades ya se preparan para el regreso de yihadistas, sean o no locales, tras la detención de al menos tres potenciales reclutas.

Red de reclutamiento global

La llamada global del califato es también una ocasión para estrechar lazos regionales entre grupos extremistas aislados, hasta ahora. Hace unas semanas, cuatro chinos uigures [minoría musulmana] fueron arrestados en la provincia indonesia de Sulawesi tras haber mantenido un encuentro, según las autoridades, con Santoso, líder de los Muyahidin de Indonesia Oriental, que también juró lealtad al IS tras la proclamación del califato.

De confirmarse, introduciría a China en la ecuación yihadista -el régimen de Pekín se esfuerza en presentar a los independentistas uigures como terroristas- si bien, hasta ahora, el volumen de yihadistas chinos visible era escaso. A principios de septiembre, grupos armados sirios arrestaban a Bo Wang, un ciudadano que meses atrás había anunciado en YouTube su inmersión en la yihad. Según el experto chino Yin Gang, de la Academia de Ciencias Sociales, “centenares” de chinos estarían combatiendo con el IS.

Incluso en Japón, donde la comunidad musulmana es escasa, ha habido detenciones de potenciales yihadistas. Un estudiante de 26 años fue arrestado el pasado martes cuando se preparaba para viajar a Siria, en respuesta a un cartel donde se pedía ayuda remunerada para gente “que no teme a la violencia” dispuesta a trabajar junto a uigures. Un periodista japonés, Josuke Tsuneoka, ha sido arrestado bajo la acusación de organizar una red de reclutamiento de estudiantes para el IS. Por otro lado, se desconoce la suerte de Haruna Yukawa, capturado por el IS el pasado 14 de agosto en Alepo cuando combatía con el ELS. Según un antiguo embajador israelí en Tokio, al menos nueve japoneses se han sumado a las filas del EI.

“Es innegable que hay una fascinación global, universal, alentada por las redes sociales”, concluye Greg Burton. “Hay quien defiende que el IS sólo combate en Oriente Próximo, pero el último llamamiento de su portavoz, Adnani, ya llamaba a los musulmanes a llevar la yihad a todo el mundo. Sin duda representan una amenaza a corto y a largo plazo”.

Fuente:elmundo.es