ap_israel_gaza_conflict_02_jc_140730_3x2_1600

URI DROMI

La conducta de Israel debería juzgarse con la mismos criterios que se juzgan otras democracias cuando están en guerra.

“Esta fue la primera campaña militar aérea en la historia, en la que solamente se utilizaron misiles de precisión guiada. Analizamos cada objetivo de ataque con un cuidado extraordinario. Contamos con información e inteligencia sólida y fuimos muy estrictos en el proceso de selección de los objetivos militares… para minimizar el riesgo a las víctimas civiles.”

Podrían pensar que esta fue la respuesta del Gobierno de Israel a las acusaciones recientes, de haber utilizado una fuerza excesiva en Gaza. Pero se trata de un comunicado de la OTAN, refutando los mismos tipos de argumentos en relación a la campaña militar aérea en Libia en el 2011.

El comunicado israelí sobre su conducta de guerra es el siguiente: “No creo que ha existido un momento en la historia militar, en el que un ejército hizo mayores esfuerzos que lo que está haciendo el ejército israelí hoy en Gaza, para minimizar las víctimas civiles y la muerte de gente inocente.” De nuevo, estas no fueron las palabras de un vocero oficial israelí, provienen del Coronel Richard Kemp, ex-comandante del ejército británico en Afganistán, alguien que probablemente sabe de lo que está hablando.

¿Acaso se estableció una comisión de la ONU para investigar la campaña de la OTAN en Libia? ¿Hubieron amenazas para llevar al Teniente General Charles Bouchard, comandante de la operación, a la Corte Internacional de Crímenes de Guerra? En lo absoluto. Por otro lado, cuando se trata de Israel, hay una reacción instintiva para acusarlo y enjuiciarlo.

No es de sorprenderse que los israelíes sospechan de cualquier comisión de investigación de la ONU. La comisión que dirigió el Juez Richard Goldstone en el 2009, condenó a Israel por supuestos crímenes de guerra durante la Operación Plomo Fundido en el 2008. Posteriormente Goldstone se arrepintió, escribió en el Periódico Washington Post declinando lo que había escrito en su reporte, “la población civil no fue atacada intencionalmente como norma.” Pero fue un texto breve y se publicó demasiado tarde.

Ahora viene el siguiente capítulo, con una nueva comisión de la ONU dirigida por el profesor canadiense William Schabas – un hombre que en el 2012 dijo que Israel era un criminal de guerra serial. El hecho de que Schabas no se negó a participar, solamente muestra la imparcialidad de toda esta fachada de justicia internacional.

Además del doble estándar, lo que molesta a los israelíes es que la opinión pública del mundo no aprecia que a diferencia de Libia, Irak y Afganistán, que están a miles de kilómetros de distancia, los túneles de gaza desembocan en el patio trasero del Kibutz Nahal Oz, que está a 500 metros de la Franja de Gaza, y los disparos con morteros desde ahí ya mataron a dos miembros de este kibutz.

Tal vez la gente va a empezar a cambiar de opinión sobre lo que Israel está haciendo cuando Abu Khalid al-Kanadi (“El Canadiense”), John Maguire de Ottawa y otros como el terrorista suicida de Calgary, Salman Ashrafi, regresen de los campos de batallas del Estado Islámico y empiecen a practicar su guerra santa en casa.

Mientras tanto, Israel también está enfrentándose a un cambio interno con la minoría de árabes israelíes que representan el 20% de su población. Si Israel hubiese tenido una actitud más inteligente, los hubiese convertido en la gente más alegre de la nación, obteniendo igualdad con los judíos israelíes. Desafortunadamente, hemos fallado en esto, con una sola excepción – el segundo periodo del Premier Isaac Rabin (1992-95), cuando el gobierno hizo un esfuerzo formidable para resolver la desigualdad entre los árabes y los judíos israelíes.

Poniendo a un lado las quejas socio-económicas, los árabes israelíes están desgarrados por el conflicto Palestino – Israelí. En las palabras del político árabe israelí Abed al-Aziz Zoabi dice: “Mi país está en guerra con mi gente.” Las protestas recientes contra la guerra han detonado contraataques y actitudes racistas de judíos israelíes de derecha, lo cual ha provocado que alguna gente concluya que Israel ha perdido su brújula liberal.

No hay que llegar a conclusiones tan rápido. De nuevo, la conducta de Israel debe juzgarse con los mismos criterios que se califica a otras democracias durante tiempos de guerra. ¿Acaso aprobamos un cuestionable “Patriot Act” que restrinja las libertades civiles? ¿Colocamos a nuestros ciudadanos árabes israelíes en campos de concentración, como lo hicieron los norteamericanos con sus ciudadanos de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial?

Ante todo, de acuerdo a encuestas de opinión recientes, con toda la retórica sobre la secesión, el 77 por ciento de los Árabes en Israel se consideran a si mismos como israelíes (creo que más que el 49 por ciento de los quebequenses que desean seguir siendo canadienses, como lo demostró una encuesta del 2013). Depende de que nosotros los israelíes – y las noticias de la desaparición del liberalismo son exageradas – los aceptemos y obliguemos a que nuestro gobierno haga lo mismo.

No existe otra democracia que se enfrente a estos retos, externos e internos, manteniendo su naturaleza democrática. Sin embargo, no nos dan crédito por eso, lo cual me recuerda al chiste sobre la visita de Bill Clinton a Israel. Durante un viaje en lancha en el Mar de Galilea, el sombrero de Hillary se cayó al agua. Bill salió del bote y caminó sobre el agua para recogerlo. Los titulares de la prensa coincidieron reportando: “Clinton no sabe nadar.”

Uri Dromi es el director del Jerusalem Press Club (JPC). Fue el vocero del gobierno de Isaac Rabin y Shimon Peres entre los años 1992 y 1996.

Traducción: Roberto Sonabend
Fuente: Periódico Toronto Star