AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Irving Gatell, colaborador de Enlace Judío, es teólogo, compositor, organista, entre otros talentos que muestra o esconde.

El 1º de noviembre, Gatell presentó en APEIM ( Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México) la ponencia: “Al encuentro de los antiguos hebreos”. Ésta es parte de la apasionante información que nos entregó:

“Tradicionalmente, se pensaba que había una relación estrecha y cerrada entre los antiguos hebreos y los posteriores israelitas. El texto bíblico era el único en hablar de “hebreos”, y Abraham Avinu era presentado como “el Hebreo”. Luego entonces, se asumía que esta identidad sólo la portaba el clan familiar del que después se originó el pueblo de Israel.

Naturalmente, el significado de la palabra era un tanto misterioso, y la explicación más aceptada era la de la propia tradición judía: “hebreo” significaría “el que está del otro lado”, señalando de ese modo cómo Abraham siempre fue contra la corriente al creer en un solo D-os, cuando todo su entorno era abiertamente politeísta.

Hoy sabemos que el panorama es más complejo y rico. La arqueología ha podido desenterrar lo suficiente como para que vislumbremos que los antiguos Hebreos fueron una sociedad muy compleja y que se remontan hasta los albores de la civilización.

Los antiguos Sumerios, Acadios, Elamitas, Hititas y Egipcios se refirieron a un extraño grupo que llegó a ser un verdadero problema para todos ellos. Los primeros en referirlos fueron los Sumerios, pero aunque conocemos el jeroglífico cuneiforme que los identifica, no sabemos cómo lo pronunciaban.

Pero sabemos que los Acadios los llamaron HABIRU, y luego los egipcios los llamaron APIRU (plurales de HABIR y APIR). Es la misma raíz etimológica de la palabra IVRI (“hebreo”, en Hebreo).

Las referencias más abundantes a ellos son quejas por sus actividades rapaces. Seminómadas, los Habiru fueron grupos marginados de la civilización y la ley que se rehusaban a someterse a autoridad alguna, y que vivían de la rapiña y el pillaje.

Sin embargo, también desarrollaron una sofisticada técnica militar, avanzada para su tiempo, y por ello fueron frecuentemente contratados como mercenarios. Por ejemplo, tanto Hititas como Egipcios suelen mencionar tropas de Habiru apoyándolos en sus campañas militares. En estos casos, sabemos que solían cobrar con ovejas o vacas, lo que refleja que se dedicaban al pastoreo también.

No fueron un grupo definible por su identidad étnica, cultural o religiosa. En realidad, eran una mezcla de semitas (principalmente arameos, acadios, elamitas y gutus) y cananeos (principalmente amorreos y hurritas). Lo único que los identificaba era esta condición de grupo separado y rebelde.

Hacia el año 2000 AEC, la civilización Sumeria se colapsó. Eso obligó a muchos Habiru a emigrar de Mesopotamia hacia Canaán, ya que era el momento en que Egipto empezaba a consolidarse como la principal potencia del mundo.

Aunque la Biblia le da un sentido religioso al evento, lo cierto es que este es el marco histórico en el que resulta muy verosímil la migración de Abraham desde Ur (la última ciudad Sumeria) hacia Canaán.

Hay algo más: en el texto bíblico está claro que D-os desea que Abraham se establezca en un lugar definido, y por ello le promete una tierra que habrá de heredar también su descendencia. Sería un vestigio de que hacia el siglo XX AEC, los Habiru se empezaron a enfrentar a la diatriba de sedentarizarse o seguir con su vida nómada y rapaz.

¿Podemos estar seguros de este vínculo entre los Habiru y los Hebreos? Sin duda. En Génesis 14 tenemos un hermoso relato épico, en el que Abraham –acompañado por su socio y cómplice, Mamre– ataca a una coalición de reyes mesopotámicos que habían tomado como prisionero a Lot.

Los ataca, los derrota, y toma un enorme botín.

Es todo un Habir en acción. Pero lo más interesante es que ese es el primer capítulo de la Biblia donde se habla de “Abraham EL HEBREO”. Y su socio Mamre es un amorreo. No puede haber duda: un arameo y un amorreo al frente de su tropa irregular pero eficiente, atacando a los ejércitos de los reyes de la zona y consiguiendo un gran botín.

Habiru/ Hebreos

Hoy sabemos que la evolución de los Hebreos antiguos fue larga y compleja. El proceso que más nos resulta cercano se dio en Egipto. A partir del año 2000 AEC, amplios contingentes de semitas se establecieron en el Reino de las Pirámides, y allí se dedicaron principalmente al comercio y la ganadería. Hacia mediados del siglo XVII AEC, la inestabilidad política en
Egipto permitió que una invasión semita se hiciera con el poder en la zona norte del país.

Egipto no tuvo modo de detener este ataque, pues estos semitas estaban mejor armados y preparados militarmente. Sin duda, había un gran componente Habiru en ello. Los nuevos faraones fueron llamados Hiksos, palabra que en egipcio antiguo significa “rey extranjero”.
Sabemos que hubo un vínculo entre los Habiru y los Hiksos gracias a dos detalles.

El primero es que los Hiksos construyeron una capital nueva, y la llamaron Avaris.

Imagínense: es, prácticamente, una ciudad llamada HEBREA.

El segundo es el relato bíblico de Yosef, un hebreo vendido como esclavo en Egipto, pero que llega a posicionarse como el segundo hombre más poderoso del reino. Es, en todo el sentido de la palabra, un Hebreo que se convierte en Hikso.

Aunque centrado en una sola familia (la de Yaacov), el relato bíblico es un vestigio maravilloso del auge de los Hebreos en Egipto. Amparados por el dominio de los Hiksos, muchos grupos Hebreos debieron llegar a Egipto para seguir desarrollándose allí.

A mediados del siglo XVI AEC, los Hiksos fueron finalmente derrotados y expulsados de Egipto cuando Ahmosis I reunificó el reino. Los que habían sido “faraones extranjeros” durante un siglo, junto con sus tropas, tuvieron que emigrar de regreso a Canaán. No obstante, no se salvaron de los egipcios, ya que Ahmosis I extendió sus conquistas hasta la frontera con Fenicia.

A partir de ese momento, los Habiru quedaron sometidos primero, integrados después, a la cultura y civilización egipcia.

Siglo y medio después, los registros egipcios nos muestran que la presencia de semitas en los altos cargos de la corte era algo normal, y ya no eran vistos como “extranjeros”. Ese marco histórico hace perfectamente verosímil la historia bíblica de Moisés, un hebreo adoptado por la familia real y educado como príncipe egipcio.

El asunto llegó más lejos: después del colapso momentáneo del poderío egipcio desde el reinado de Akhenatón y hasta el reinado de Tutankamón, el poder fue tomado por un visir llamado Paramesus, que al coronarse tomó el nombre de Ramsés I. Las dos siguientes dinastías son llamadas Ramésidas, justo porque la mayoría de los reyes llevaron ese nombre. Hoy sabemos que fueron reyes semitas, exactamente igual que los Hiksos dos siglos antes. La única diferencia es que ya no eran vistos como extranjeros.

Esto significa que la historia de los antiguos Hebreos estuvo muy vinculada con la del antiguo Egipto. De hecho, entre los siglos XVII y XIII AEC, la Historia Hebrea ES POR DEFINICIÓN Historia Egipcia.

¿Por qué el texto bíblico no lo registra de ese modo? Por el contrario: en el libro del Éxodo hay un evidente intento por desvincular a Israel de Egipto, y la narración muestra a un pueblo que huye fuera del alcance de sus antiguos amos (hecho históricamente inverosímil: en tiempos del Éxodo, Canaán era una provincia del Imperio Egipcio, y las tropas egipcias iban y venían a Canaán todas las veces que querían; y en menos de 40 años).

Es sencillo de explicar: después del reinado de Meremptah, hijo de Ramsés II, el Imperio Egipcio empezó su verdadera decadencia y nunca se volvió a recuperar. Fue la época en la que los Hebreos (tanto semitas como cananeos) empezaron a consolidarse como una NACIÓN en la zona de Canaán. Hacia el siglo X AEC (más de cien años después de Meremptah), Egipto estaba en la decadencia, y una nueva identidad nacional se había consolidado en Canaán: el antiguo Israel.

En consecuencia, la memoria histórica preservada por Israel tuvo poco o nulo interés en enfatizar sus vínculos con Egipto. Cuando la narrativa bíblica llegó a su versión definitiva, hacia el siglo V AEC después del exilio en Babilonia, dicho interés era todavía menor.

En consecuencia, la saga de los Hebreos quedó reducida a la Historia de un solo clan (el de Abraham) y sus descendientes.

Gracias a la arqueología, hoy sabemos que el proceso fue más amplio y complejo: un grupo originalmente mixto y nómada, rapaz y violento, que poco a poco fue asumiendo la vocación de ser sedentarios y civilizados. y que en el entorno del antiguo Egipto construyó una nueva identidad nacional, perfeccionó la idea del Monoteísmo, y se consolidó para continuar con su evolución con un nuevo nombre que, hasta el día de hoy, sigue sonando: Israel.

La herencia de los antiguos Habiru, que nos permite a los judíos de hoy decir que hemos sido testigos del desarrollo de TODA la civilización humana. Los antiguos Sumerios ya se quejaban de nuestros ancestros, justo igual que hoy toda la prensa antisemita lo sigue haciendo.

Y, sin embargo, aquí seguimos”.