Birkenau_gate

TEREIXA CONSTENLA

Antes del año 2009, el antiguo campo de concentración Auschwitz-Birkenau sufría ciertas dificultades económicas para la conservación de un complejo de 155 edificios que ocupa un total de 200 hectáreas, ya que la responsabilidad financiera recayó únicamente sobre Polonia.   


Pero por iniciativa del ex prisionero del campo Wladyslaw Bartoszewski, responsable del Consejo Internacional de Auschwitz, se estableció una fundación internacional a la que hasta ahora se sumaron 31 países que hicieron aportaciones por un total de 102 millones de euros. 

La conservación de un complejo que ocupa 200 hectáreas —los nazis construyeron tres campos, aunque el museo actual sólo incluye visitas al I y II (Birkenau)— requiere una inyección financiera que esencialmente ha recaído sobre Polonia, forzada por razones geográficas pese a su nula responsabilidad política en el genocidio. Poco receptiva a los llamamientos del Gobierno polaco (“Cada nación tiene el deber inalienable de proteger estos lugares”, subrayaba el ministro de Cultura y Patrimonio), la contribución internacional resultó hasta 2009 anecdótica (entre el 1% y el 3% de un presupuesto anual de ocho millones de euros). Ese año, los responsables del museo, abierto en 1947 y de acceso gratuito (se cobra por el servicio de guía), lanzaron un crudo aviso: tendrían que cerrar Auschwitz en poco tiempo ante la falta de medios para preservar sus barracones, vallas, oficinas y demás restos materiales.

Espoleado por el temor a que la desaparición de los últimos testigos se tradujese en la muerte de la memoria de lo que ocurrió, Wladyslaw Bartoszewski, prisionero 4427 entre septiembre de 1940 y abril de 1941 y responsable del Consejo Internacional de Auschwitz, promovió entonces la constitución de una fundación internacional, que debería reunir 120 millones de euros para constituir un capital (el llamado Fondo Perpetuo) que permitiese financiar con sus intereses anuales las necesarias labores de restauración y mantenimiento. En sus intervenciones Bartoszewski exponía su preocupación: “El momento en el que no quedarán más testigos se aproxima inexorablemente. Entre nosotros permanece la convicción de que cuando la gente se haya ido gritarán las piedras. Va unido a la naturaleza humana porque cuando no permanece ninguna huella tangible los acontecimientos del pasado caen en el olvido”.

Desde que la fundación se constituyó en enero de 2009 se han sumado a ella 31 países cuyas aportaciones económicas alcanzan los 102 millones de euros, no demasiado lejos de la meta (120 millones). Por razones obvias, Alemania fue el estado más generoso y diligente al recibir la petición del entonces primer ministro polaco, Donald Tusk: ha donado la mitad de lo requerido (60 millones de euros). Más tarde se sumarían numerosos países de distintos continentes, tamaños y poderío económico para respaldar la supervivencia de Auschwitz. También algunas ciudades, como París (310.000 euros), y contribuyentes particulares. España, pese a los contactos mantenidos con la fundación, ha permanecido al margen. Cuando una delegación visitó Madrid en septiembre de 2010 para explicar el proyecto, el Gobierno español se mostró receptivo y se comprometió a tomar una decisión a finales de ese año. “Desde entonces no han hecho ninguna concreción financiera”, según consta en la memoria anual del organismo polaco. Fuentes diplomáticas españolas aseguran que la naturaleza de la fundación dificulta el encaje jurídico para otorgarle una ayuda económica y que las fórmulas alternativas ofrecidas fueron rechazadas. La Unión Europea como tal ha salvado sus escollos jurídicos aportando 4 millones de euros para los proyectos de conservación que ejecuta el Museo de Auschwitz por su cuenta.

Lo cierto es que, cinco años después de la creación de la fundación, España es uno de los pocos países grandes de la Unión Europea que no ha contribuido al Fondo Perpetuo (la otra excepción llamativa es Italia, patria de Primo Levi, autor de una de las crónicas más estremecedoras sobre Auschwitz en Si esto es un hombre). “No soy yo quién debe juzgar. Muchos grupos de jóvenes vienen desde España para conocer este lugar, por lo que parece que las instituciones gubernamentales deberían ser conscientes del papel que juega esta experiencia en el proceso de maduración de los jóvenes para que sean ciudadanos concienciados. España se mantuvo en gran medida fuera del alcance de esta historia, pero el Fondo ha sido construido, entre otras, también gracias a las contribuciones de Canadá, Australia, Suecia o Suiza”, sostiene Piotr M. A. Cywinski, que además de director del museo es presidente ejecutivo de la fundación.

En 2013 visitaron Auschwitz 52.800 españoles, la séptima nacionalidad más interesada en recorrer el tétrico memorial después de polacos, británicos, estadounidenses, italianos, alemanes e israelíes. Por delante incluso de Francia, un país que tuvo una relación más directa con la Shoah y que entregado cinco millones de euros al Fondo Perpetuo. Si se observa la evolución en los últimos cinco años, el interés español es creciente desde 2009, cuando acudieron 26.700 personas.

 

 

Fuente:elpais.com