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MICHAEL WIDLANSKI

Muchos periodistas que cubren Medio Oriente son como un antiguo chiste de Rusia de la época del dictador Josef Stalin.

Un ruso pregunta a su vecino: “¿Qué está pasando?”

Respuesta rusa: “No lo sé, ni quiero saber.”

Ésa era la forma más segura de responder a las preguntas de Stalin, y muchos periodistas que cubren a los terroristas árabes utilizan la misma política.

Los medios de comunicación con mentalidad medio-oriental de hoy no saben,  o no quieren saber, pero quieren que la opinión pública piense que realmente saben.

Muchos reporteros occidentales y un buen número de expertos israelíes se han preguntado si Israel está viviendo una nueva “intifada”,  término árabe cuyo verdadero significado pocos periodistas occidentales conocen y cuya importancia estratégica no quieren saber.

Intifada significa “sacudirse”, como cuando un perro se sacude el exceso de agua o polvo, o una persona o un camello tiene un temblor o escalofríos con fiebre. “Intifada” fue acuñado como término político en 1978 por dos militantes árabes- palestinos que querían “sacudirse” el proceso de paz entre Egipto e Israel.

La primera votación libre en el mundo árabe fueron las elecciones realizadas en la Ribera Occidental en 1972 y 1976. Los israelíes permitieron que la gente votara sin restricciones de propiedad, y luego, en 1976,  permitieron el voto a las mujeres

Tenga esto en cuenta cada vez que oiga el término Intifada. Su significado primario es odiar a Israel y no conlleva la idea de hacer la paz con Israel.

En diciembre de 1987, un conductor de camión israelí golpeó accidentalmente a un coche árabe en un cruce de carreteras, matando a varios pasajeros. La Jihad Islámica en Gaza emitió un libelo de sangre dictaminando que el conductor asesinó deliberadamente a los árabes palestinos.

La Jihad Islámica utilizó incluso el día de la fiesta de Janucá – cuando los judíos encienden candelabros llamados Janukía – como parte de su teoría de la conspiración judía. Alegaron que los judíos de los asentamientos de Gaza encendían antorchas mientras se “preparaban” para “invadir” e “incendiar” el campamento de refugiados de Jabalya. El resultado fue importantes disturbios y terror.

La Jihad Islámica y luego la OLP (la Organización Fatah de Arafat, en particular) lo llamaron “Intifada”, que los medios occidentales – en particular la CNN – tradujo como “sublevación”.

Fue también cuando Hamas salió del armario y comenzó a atacar públicamente a Israel, porque no podía seguir siendo “moderado” cuando la OLP y la Yihad estaban recogiendo toda la popularidad por matar judíos.

Propagandistas árabes como Jonathan y Daoud Kuttab decían que la “intifada” no era “terror” porque era “al-silaah al-abyaad” – un “arma blanca” que no emplea armas de fuego ni explosivos. Pero, en realidad, había muchas armas, muchos explosivos y matar a alguien con un cuchillo o una roca seguía siendo un asesinato, tanto como cuando se hace con una bala.

Hubo periodistas y expertos israelíes que han definieron el término como un nombre exótico para una realidad cruel. Parte de la crueldad es que los árabes palestinos mataron a miles de su propio pueblo bajo la cobertura de “intifada”.

Atar a una mujer embarazada a un poste de luz en Ramallah y prenderle fuego seguía siendo asesinato, aunque la portavoz de la OLP Hanan Ashrawi lo desestimara como verdadero abuso de los derechos humanos porque la mujer era sospechosa de estar casada con alguien que “había colaborado con Israel.”

A veces los hombres enmascarados utilizan la cobertura de la “intifada” para manchar y ejecutar a rivales como “colaboradores de Israel”. En algunos casos estos eran rivales políticos o comerciales que deseaban una manera fácil de deshacerse de alguien que tenía una tienda en la misma calle.

En 1996, tres años después de la firma de acuerdos y pretendiendo hacer la paz con Israel, Yasser Arafat deliberadamente desencadenó lo que esperaba fuera otra “intifada” afirmando que Israel había cavado un túnel bajo el Monte del Templo y la mezquita de Al-Aqsa con el fin de provocar un terremoto que enterrara el sitio sagrado musulmán.

En realidad, se trataba de un túnel de 2.000 años de edad, excavado por primera vez por los Hasmoneos, y no estaba cerca del Monte del Templo. Arafat estuvo usando la jugada de la Jihad desde 1987, la misma que había utilizado su tío el Mufti (Haj Amin Husseini) a partir de 1920, 1928, y 1929, alegando que estaba respondiendo a un “ataque judío.”

En 1996, el primer ministro Benjamín Netanyahu condujo una respuesta militar israelí que echó por tierra la reputación de Arafat. Cerca de 20 israelíes y 50 palestinos murieron, pero Netanyahu debería haber utilizado el ataque para anular los Acuerdos de Oslo, mostrando la evidencia en video del asalto planificado por Arafat.

En 2000, Arafat de nuevo organizó un amplio ataque sobre Israel, que según él era una “intifada” espontánea, cuando era un nuevo ataque deliberado basado en un libelo de sangre: Ariel Sharon había “contaminado” la mezquita de Al-Aqsa con su visita al Monte del Templo.

Documentos firmados hallados en la sede de Arafat en Ramallah y en la base de la OLP en la Casa de Oriente en Jerusalén demuestran que Arafat continuó planificando el terror. Yo edité algunos de esos documentos, y sugiero que sean examinados por los políticos estadounidenses y analistas israelíes como el Dr. Alon Ben-Meir, que quieren creer que la OLP quiere la paz

Y eso nos lleva a Abu Mazen, o el hombre cuyo nombre real es Mahmoud Abbas. Cualquier análisis serio de las políticas y declaraciones de Abbas – especialmente en árabe – mostrará que Abbas es un fiel discípulo de Arafat, que es aún más extremo que él. Abbas ha tendido la mano a Hamas como una opción personal por lo menos durante una década, y su desacuerdo con Hamas no tiene nada que ver con objetivos finales.

Él no ha cambiado desde el hombre que escribió una “tesis doctoral” que menospreciaba el Holocausto y describía a los sionistas como cómplices de los nazis. Cuando Abbas homenajeó a un árabe que deliberadamente asesinó israelíes, entre ellos una niña de tres meses, estaba mostrando que él y la OLP aun no son socios dignos. Sus frecuentes declaraciones aún alaban el terror, y de vez en cuando, cuando se ve forzado,  habla de “paz” hacia afuera.

Y cuando los analistas utilizan los términos “intifada” o “Abu Mazen”, consciente o inconscientemente están contribuyen a la continuación del terror contra los judíos. Asesinar a judíos en una sinagoga es terror, no es “atacar una base sionista”, como dijo un portavoz de la OLP en la televisión árabe.

La única manera de derrotar al terrorismo es reconocerlo y después luchar con poder e inteligencia. El primer paso es dejar de mentirnos a nosotros mismos.

 

 

*Michael Widlanski es el autor de “La batalla por nuestras mentes: Élites occidentales y amenaza terrorista”. Se ha desempeñado como reportero de The New York Times, Cox Newspapers, la Radio del Ejército israelí y The Jerusalem Post. Fue Asesor de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Seguridad Pública de Israel, y enseña en la Universidad de Bar-Ilan.

 

 

Fuente: The Algemeiner

Traducción: Silvia Schnessel