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LUIS AYLLÓN

España es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. Recién logrado el asiento, el ministro de Exteriores narraba a ABC el papel de España: «un país relevante internamente que debe serlo también internacionalmente»

Nunca un titular podría escribir mejor la historia de un año que amenaza con marcar la próxima década. El yihadismo es la ¿nueva? amenaza para la estabilidad de un planeta que, con más o menos fortuna, ha tratado de evitar catastróficas guerras como las que sacudieron la historia en el siglo XX. Pero suenan tambores inmediatos. El año que mañana comienza cuenta entre sus deberes con el de poner coto a una amenaza que es ya una realidad. Un territorio en manos de sanguinarios terroristas que se ramifica en acciones individuales en todas las esquinas del planeta. Una realidad apenas a dos horas de vuelo de cualquier capital europea, alimentada por los petrodólares y la impunidad relativa con que su amenaza se ha despachado hasta la fecha de las potencias mundiales. España tiene asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. Actor principal, habrá de hacer frente al gran desafío que el siglo XXI plantea a la convivencia pacífica de los pueblos del mundo.

José Manuel García-Margallo ha conseguido uno los principales objetivos que se marcó tras su llegada al Ministerio de Asuntos Exteriores: lograr que, de nuevo España, se vaya a sentar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Era una aspiración del país y no sólo de uno u otro Gobierno, porque la candidatura había sido presentada durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Por una vez funcionó la política de Estado para situar a España en un puesto clave para hacerse ver en el concierto internacional.

-¿Se siente aliviado tras haber logrado el objetivo de que España pueda sentarse de nuevo en el Consejo?
-Sí, me siento aliviado, porque ha sido una campaña larga y muy difícil. Cuando llegamos al Gobierno contábamos con 42 votos escritos. Se necesitan unos 150 para tener la seguridad de alcanzar los 129 necesarios. Además, los medios económicos que teníamos eran escasos y la política de cooperación era mucho menos generosa que en épocas anteriores. Por tanto, ha sido un éxito colectivo de España, que me ha producido alivio y satisfacción.

-¿Cuáles han sido los puntos fuertes de la candidatura?
-Desde el punto de vista histórico, nuestra aportación al sistema de Naciones Unidas, porque somos el sexto contribuyente en términos económicos. También nuestra participación en las operaciones de mantenimiento de la paz es destacable: hasta ahora se han empleado 130.000 hombres y mujeres españolas en todo el mundo, desde Afganistán y Líbano hasta Somalia, República Centroafricana, Níger… Nunca hemos rehuido hacer la parte de esfuerzo que nos correspondía como miembros de la comunidad internacional y hemos sido muy activos en la prevención de conflictos y potenciando el valor de la mediación para resolver los ya existentes. De ahí, nuestra participación en la Alianza de Civilizaciones y en el Centro de Viena en el Diálogo Interreligioso o en la operación de mediación en el Mediterráneo que hemos lanzado con Marruecos.

-Usted dijo que la Alianza de Civilizaciones no era más que humo y, sin embargo, ha acabado hablando de sus bondades. ¿España va a seguir apoyando esa iniciativa?
-Lo que yo dije es que la Alianza de Civilizaciones tenía que cobrar más sentido del que tenía inicialmente. Se debían arbitrar fórmulas para incorporar a los parlamentarios amigos para que la Alianza de Civilizaciones tal y como pretendía pudiera avanzar en el camino de la democracia y en la defensa de los derechos humanos. Lo dije ya en Bali: la Alianza de Civilizaciones debía establecer una red de expertos religiosos que acompañasen a las misiones de Naciones Unidas allí donde hubiera un conflicto, en el que las diferencias religiosas cobren un papel importante. Avanzar más en problemas concretos, como por ejemplo, en todo lo que se refiere a la utilización de las redes sociales como instrumento de difusión de las ideas e ideologías extremistas o la educación de los jóvenes y muy en concreto la educación de las mujeres en igualdad de género son capitales en los países que forman parte de la Alianza de Civilizaciones.

-¿Nos ha favorecido para entrar en el Consejo no tener conflictos serios con ningún otro Estado?
-Sí, porque eso demuestra que es un interlocutor y un mediador válido entre todos los países de la comunidad internacional. En Oriente Medio tenemos buenas relaciones con israelíes y palestinos y con todos los países de la zona, aunque algunos tengan agendas diferentes entre sí. España tiene una política exterior muy pragmática, que le permite arbitrar y mediar en los conflictos que asuelan el mundo. De todos modos, sacar más votos que Turquía no ha sido sencillo, porque es una potencia regional emergente, con gran peso económico, que ha tenido una política muy agresiva en su expansión por África, que es un país islámico, y que tiene un papel de actor principal en una región dominada por los conflictos.

-¿Sabe si el Reino Unido votó, finalmente, a favor de España?
-Los miembros permanentes tienen una política muy estricta de no manifestar cuál ha sido su voto. Pero si algo entiendo de lenguaje corporal, estoy absolutamente convencido de que Reino Unido nos ha votado, lo cual era perfectamente lógico, siendo un país aliado y socio tanto en la UE como en la Alianza Atlántica y siendo un país con el que compartimos valores, principios y en muchos casos intereses.

Presión migratoria

-Nunca había hecho España una campaña tan intensa para sentarse en el Consejo. ¿Tan importante es?
-Estar en el Consejo de Seguridad es estar en el corazón de la organización que toma las decisiones más importantes en Naciones Unidas. Y en una coyuntura internacional como la actual en la que se produce una conjunción de conflictos abiertos como no se había dado en mucho tiempo, estar ahí nos da una presencia internacional más que considerable.

Sentarse a la mesa de este órgano tiene también sus riesgos porque muchas veces han de tomar posturas o decisiones que pueden molestar a otros países…
-Sin la menor duda. Cuando hay que tomar decisiones en un mundo tan convulso como el que vivimos es obvio que las decisiones no agraden a todas las partes del conflicto. Lo más cómodo es pasar desapercibido, mirar hacia otro lado, es decir, caer en la irrelevancia. España es un país que no puede permitirse ese lujo. España tiene intereses muy importantes en el mundo, quizás más de lo que los ha tenido nunca. Tiene una presencia y, añado un valor muy importante, en Latinoamérica, en el Norte de África y cada vez más en Oriente Medio y de un país relevante internamente se espera que también lo sea internacionalmente.

-En su opinión, ¿cuál es el principal reto al que deberá enfrentarse el Consejo del que España formará parte?
-Es muy difícil en un mundo que evoluciona a la velocidad que lo hace el actual, identificar riesgos a dos años vista. Lo que hace quince días eran los asuntos más inmediatos, como los conflictos en el este de Ucrania, en Libia, Siria, Malí, o República Centroafricana han pasado a un segundo plano al menos de la atención mediática, porque han sido superados por otros acontecimientos más recientes. Es decir, en este momento, en la semana de la Asamblea General de Naciones Unidas, los dos temas que estaban presentes en todos los discursos de los líderes mundiales era la amenaza del Estado Islámico, del llamado califato islámico, y la amenaza de la pandemia del ébola, pero al mismo tiempo seguían vivos y sin solución aquellos conflictos a los que me he referido anteriormente. Por tanto, en dos años nos vamos a encontrar con que la realidad nos va a poner en frente acontecimientos que ni siquiera ahora sospechamos.

-Esa amenaza yihadista, ¿puede llegar a afectar directamente a nuestro país?
-La situación es muy complicada; existe un riesgo cierto de que se genere un corredor yihadista desde el Atlántico hasta el Índico que podía desestabilizar buena parte de los países de la región. El ejemplo viviente es Malí, pero también países contiguos como Libia que, si se desestabiliza, tendría un claro impacto en el Sahel que se desplaza hacia el norte y España acabaría siendo frontera de movimientos islámicos extremistas que pondrían en riesgo nuestra seguridad.

-¿Le parecen suficientes las decisiones adoptadas por el Consejo para combatir el terrorismo yihadista del Estado Islámico?
-Ha habido dos resoluciones que constituyen una base jurídica para combatir el terrorismo, pero probablemente haya que adoptar resoluciones complementarias a medida que la comunidad internacional vaya imaginando soluciones más avanzadas de las que tenemos hasta ahora. Creo también que a nivel de la UE, deberíamos avanzar en conclusiones comunes. Todo lo que sea avanzar en soluciones de la comunidad internacional que amparen la actuación de los países en la lucha del terrorismo me parece un buen paso y una afirmación del principio del multilateralismo y legalidad internacional.

-Parece que todo el mundo está de acuerdo en que no se puede derrotar al Estado Islámico sin tropas en el terreno, ¿quién debería ponerlas?
-Lo que dice es completamente cierto. Las últimas declaraciones explícitas que he visto sobre este aspecto han sido las del presidente Erdogan. Turquía tiene frontera con territorio ocupado ahora por la zona de control del grupo terrorista autodenominado Isil. En mi opinión, en la lucha militar debe jugar un papel esencial las fuerzas de Irak, incluidas las milicias kurdas, los peshmerga, y si fuera necesaria un esfuerzo de países diferentes creo que el protagonismo debe corresponder a los países de la Liga Árabe. En ningún caso debe contemplarse como un enfrentamiento entre el islam y Occidente. Los que más amenazados están por este fenómeno son los países islámicos moderados porque la mayor amenaza que sobre ellos pende es desnaturalizar una religión de paz como es el islam.

-La otra gran amenaza que ha citado es el ébola…
-La sensación que tengo después de haber asistido a muchas reuniones sobre el ébola, tanto en Nueva York como en Bruselas, es que nos enfrentamos a un fenómeno desconocido, un fenómeno nuevo que no tiene una respuesta ensayada. En segundo lugar, hay muchas iniciativas no coordinadas ni armonizadas entre sí. En tercer lugar, falta una disposición de lo que cada uno de los miembros de la comunidad internacional debe hacer en la lucha contra esta pandemia y que tiene un carácter absolutamente global.

¿Qué papel puede desempeñar el Consejo de Seguridad para combatir la expansión del virus?
-Creo que lo primero que tienen que hacer el Consejo de Seguridad y la Asamblea General también es fijar las necesidades prioritarias, fijar cuáles son los elementos que tenemos para combatirla y ordenarlos. La comunidad internacional, el Consejo, la Asamblea tienen un papel esencial en hacer el diagnóstico y fijar la terapia adecuada.

-Sus colegas europeos se muestran muy preocupados en el caso de ébola detectado en España, ¿Cree que hubo fallos en la manera de detectar y gestionar el caso?
-Mire usted, yo no soy un especialista en materias de salud y por eso cualquier opinión que yo le dé sobre ese tema puede ser una opinión ciertamente temeraria. Lo que sí que le puedo decir es que durante estos días, en los que por razones que usted conoce he estado más tiempo en Nueva York que en Madrid, en los EE.UU. la discusión se está planteando en los mismos términos que en España. Lo que se está planteando es si se tenían los protocolos adecuados, si ha habido o no violación de esos protocolos, si contamos con los remedios adecuados para combatir un fenómeno que como ya le he dicho es desconocido y nuevo. Es decir, no he visto en la discusión de EE.UU. nada que no hubiese visto ya en España y eso pasa cuando la humanidad se enfrenta a algo desconocido.

-¿Ha faltado coordinación?
-Entiendo que en España se están haciendo las cosas de forma muy sincronizada entre los diferentes departamentos y yo no soy capaz en este momento de decirle si se ha producido alguna disfunción.

Fuente: cciu.org.uy