GIULIO MEOTTI
img554613                                          Giulio Meotti, filósofo y editorialista italiano, prende una vela en el Arco de Tito

En 2015 el mundo haría bien en recordar bajo qué condiciones vive Israel y lo que el pequeño país enfrenta.

Si usted se acerca Israel al oído como se hace con una concha de mar, oirá el sonido de la soledad. La opción de la historia es una, lo confirma todo o lo quita todo.

Un nuevo año ha comenzado y muchas personas alrededor del mundo, desde las academias occidentales a las madrasas islámicas, pero también dentro del Estado judío, ya están planeando la destrucción de Israel.

Antes de la guerra de 1967, el ancho de Israel en algunas partes era de sólo diez kilómetros: por un lado estaban los ejércitos enemigos, por el otro lado el Mediterráneo. Era bastante fácil destruir el pequeño enclave judío.

El largo y tormentoso camino tomado por los judíos después del viaje por Caldea, a través del Egipto faraónico, Babilonia y los guetos de esta tierra, pasando por los campos de concentración y las cámaras de gas, no se puede considerar que haya acabado el 14 de mayo de 1948, cuando se proclamó el Estado de Israel.

En Jerusalén sólo había un cañón montado sobre ruedas. Sólo un milagro hizo posible que Israel sobreviva, junto con la heroica resistencia de una población entera. Los israelíes tenían el mar detrás de sí, así que había una sola alternativa: ganar o morir.

Pero la situación no ha cambiado desde la Guerra de Independencia. Sólo los que viven allí están autorizados a hablar en nombre del drama israelí, los que todavía enfrentan todos los días y todas las noches el tema de la simple y básica supervivencia. La supervivencia judía.

Israel es un pequeño Estado-santuario que recoge los refugiados de tres continentes, pero por motivos surrealistas se ha convertido en símbolo aceptado de la violencia, la agresión y el colonialismo. La ley y los tribunales están hoy totalmente del otro lado. Por no hablar de la compasión.

Hacia Israel, la opinión pública del mundo oscila entre el remordimiento y el malestar, clavando un pueblo entero a un destino de ser exterminados o ser el exterminador, perpetuando el libelo de sangre negra de una raza fatalmente involucrada en tragedias sangrientas, y obligando a los siete millones de judíos de Israel, asediado en las afueras de un inmenso mundo árabe para hacer la elección entre el suicidio nacional, una nueva fuga – o una guerra desesperada.

Israel nunca se ha convertido formalmente en una República: todavía se llama “Estado de Israel”, casi reflejando la fragilidad de este trágico destino de democracia en estado de sitio, que sigue existiendo contra leyes de la lógica y la historia.

Israel es una paradoja, es prueba de que la fe mueve montañas. Es un país laico y teocrático a la vez, surgido de la fidelidad dramática y misteriosa a una tradición religiosa. Israel es el hijo político de la cultura occidental, pero sólo existe debido a la vitalidad de una antigua religión milenaria, cuyas ideas religiosas pertenecen a la herencia moral de mil millones de personas.

Es por ello que en 2015 la seguridad y la supervivencia de Israel siguen siendo una deuda de honor para todos los hombres y mujeres del mundo.

Fuente: Arutz Sheva/ traducción Silvia Schnessel para Enlace Judío