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RABINO MARCELO RITTNER

Shabat Shemot 5775

Seguramente la escena les resulta conocida. Le regalas a tu hija o a tu nieto un par de patines. Al principio caminas junto a él o ella sosteniéndoles la mano para que sientan que al hacerlo, les das la seguridad que necesitan para poder avanzar sin caerse. A medida que ganan seguridad se van soltando, especialmente si el camino es plano, uniforme. Sin embargo, ambos están alertas, porque puede aparecer algún bache u obstáculo en el trayecto, y cuando el peligro de una caída se hace presente, le ofrecemos nuestra mano como apoyo. Y así paseamos, así viajamos, así vivimos; soltando y agarrando.

Se me ocurre que esto es algo intrínseco a la naturaleza humana. Cuando todo está bien, nos soltamos. Nos sentimos independientes y autosuficientes; podemos hacerlo solos. Sin embargo, cuando llegamos frente a dificultades que nos amenazan con perder el equilibrio, sentimos la necesidad de apoyarnos en el otro.

Este Shabat, cuando comenzamos a leer el segundo libro de la Torá, Shemot, encontramos a nuestros antepasados enfrentando un camino lleno de obstáculos. Leeremos el relato de cómo nos convertimos en esclavos en Egipto. Como el recuerdo de José se desvanece hasta que el nuevo rey ya no lo recuerda ni reconoce. Leeremos sobre momentos de peligros en el camino, de sufrimientos, amenazas, y también leemos las historias de personas apoyándose unos en los otros.

El Faraón ordena matar a los varones nacidos en las familias judías. Pero las parteras hebreas arriesgan sus vidas para salvar a los bebés. El pequeño Moshé es colocado en el río y la hija del Faraón lo rescata, pero Miriam, su hermana, nunca lo pierde vista. Más adelante Moisés ayuda a otros, a un esclavo que estaba siendo golpeado y a las mujeres medianitas acosadas por los pastores. Necesitamos estar presentes para otros, porque el camino es complejo y lleno de obstáculos.

Como los que Israel tuvo que enfrentar el año pasado. Un año repleto de dolor, tristeza, y lejos del Shalom anhelado. Sobrevivimos, porque Dios no olvida a su pueblo, ni nosotros lo olvidamos. Porque estamos presentes para dar la mano cuando sea necesario. La Torá declara: “Dios vio a los hijos de Israel y se conmovió para redimirlos”. Y el comentarista agrega: “Dios vio que los israelitas tenían compasión el uno del otro. Cuando uno de ellos terminaba su cuota de ladrillos, ayudaba a su compañero.”

Debemos aprender que en los momentos difíciles, uno no puede fingir que todo está bien. Uno no debe pretender que no necesita de la mano que da el equilibrio, del abrazo que nos hace sentir que no estamos solos.

El Faraón olvida, pero Dios recuerda las promesas hechas a nuestros antepasados y nos acompaña en nuestro viaje como individuos y como pueblo, alerta, soltando y agarrándonos. De la misma forma debemos estar cada uno de nosotros para el otro. Como seres humanos, como familia, como comunidad, como humanidad.

Al comenzar a conmemorar este Shabat, nuestro corazón está junto a los que sufren y lloran por esta nueva tragedia en Francia. Hombres, mujeres y niños, judíos y no judíos traumatizados por otro acto de terror. Estamos llenos de preguntas y dudas, llenos de enojo por esta violencia que se propaga sin límites geográficos y que amenaza a toda la humanidad. ¿Por qué hemos visto este aumento de antisemitismo, este virulento anti-sionismo en Europa Occidental? Silencio y tristeza.

En la revista Charlie Hebdo, fueron víctimas aleatorias del pensamiento intolerante, de quienes pretenden callar la libertad de expresión. En el supermercado kosher, no fueron aleatorias. Fueron víctimas por ser judíos.

Recuerdo las palabras que el pastor luterano Martín Niemöler escribió en Alemania: «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era social-demócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron por los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío. Cuando finalmente vinieron por mí, no había nadie más que pudiera protestar…”.

¿Sucederá en otros países? ¿Será Alemania la próxima víctima? ¿Será este continente? No tengo dudas. ¿Podrá finalmente Europa entender que el problema no es exclusivo de Israel? Lo dudo.

Mientras tanto, el pueblo judío como cada año, lee una vez más su historia, no como una descripción de acontecimientos del pasado, sino como una brújula para el futuro. Para asegurar que el pasado judío tenga futuro judío y que la humanidad tenga un futuro “humano”.

En este Shabat me uno al dolor y al temor de las familias que preparándose para celebrar Shabat, fueron víctimas del odio perverso. Les extiendo mi mano y mi abrazo. Como lo hago también a los franceses que lloran a todas sus víctimas y rezo por la pronta recuperación de todos los heridos.

“Je suis juif, yo soy judío. Y por ello también puedo ser Charlie”. Recuerden, no olviden. Dejemos de ser indiferentes. Abran los ojos. Manténganse alertas. Estemos juntos.

Y listos para extender nuestra mano para ayudar al otro.

Shabat Shalom