IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La pura presencia de Mahmoud Abbas, líder palestino, en la marcha que se celebró en París para condenar la violencia terrorista, me confirma que todo en ese lugar anda mal, y que la indignación que movilizó a un millón y medio de franceses va a servir para absolutamente nada.

Manifestación ParísAlgo está mal con los europeos. Es increíble que se llegue a situaciones tan críticas como los tres días de terror de la semana pasada en Francia, y que de todos modos haya una obstinación por no dar la cara a los verdaderos problemas. En esta ocasión, Hollande ha sido el principal protagonista del sinsentido.

La crisis ya había comenzado semanas atrás con los atentados en los que musulmanes extremistas lanzaron sus autos contra transeuntes franceses, y Hollande sólo atinó a decir que no era terrorismo, sino “gente desequilibrada”. El atentado a la revista Charlie Hebdo lo obligó a tragarse -literalmente- sus palabras, y admitir que Francia tiene un problema severo de terrorismo surgido desde el propio interior.

Sólo en ese contexto tuvo el valor de decir que el ataque subsiguiente, contra una tienda judía y en el que fueron asesinados cuatro judíos por el puro hecho de ser judíos, también era terrorismo. En otras circunstancias habría dicho que fue “delincuencia” nada más (tal y como hizo con las decenas de ataques previos contra personas judías o instalaciones judías), sin ninguna conexión con el islamismo extremista o el antisemitismo.

En ese entorno fue que se dio la masiva movilización de este fin de semana en Francia. En diferentes ciudades -principalmente en París-, alrededor de un millón y medio de personas salieron a expresar su solidaridad con las víctimas -las de Charlie Hebdo, las de la policía y las de la comunidad judía- y su indignación contra el terrorismo.

Pero Hollande volvió a fallar. Volvió a torcer las cosas para intentar asumir esa actitud complaciente, más bien ingenua, que le ha hecho fallar una y otra vez en enfrentarse a los verdaderos problemas.

El primer detalle que lo demuestra fue la situación con Benjamín Netanyahu, el Primer Ministro de Israel. Tomando en cuenta que uno de los ataques había sido contra una tienda judía, y tomando en cuenta que el terrorista fue muy específico al decir que quería matar judíos (por el puro hecho de ser judíos), la presencia del Primer Ministro de Israel en una marcha que iba a juntar a decenas de líderes mundiales era más que obvia o natural. Era obligada.

Pero Hollande no quería. Se ha corroborado que, tal y como se rumoró desde ayer, Hollande no quería que Netanyahu participase en la marcha.

El segundo detalle fue consecuencia del anterior: Hollande puso como condición para aceptar a Netanyahu que se invitase también a Mahmoud Abbas, el líder palestino.

Eso fue una burla. Mahmoud Abbas firmó un acuerdo de unidad con Hamas, una organización que política y religiosamente sigue exactamente los mismos lineamientos y objetivos que Al Qaeda e ISIS, las organizaciones que estuvieron detrás de los atentados en París. Estamos hablando de extremismo sunita. Todas estas organizaciones son una y la misma cosa.

Tan es evidente ese vínculo entre Abbas y ese tipo de terrorismo, que los propios líderes de Hamas le reclamaron el haber participado en la marcha.

Peor aún: tal y como ya lo expusimos en publicaciones previas, la presencia de Abbas en el evento vuelve a mandar mensajes ambiguos que sólo benefician a los terroristas de ISIS y Al Qaeda.

Es algo simple: los palestinos han apostado siempre por la no negociación y el terrorismo. De una y mil maneras han evadido adquirir cualquier compromiso, han intentado resolver el conflicto unilateralmente por medio de la ONU, y sus facciones extremistas han cometido cualquier cantidad de crímenes en contra de la población civil israelí: secuestros, asesinatos, apuñalamientos, misiles disparados contra civiles desarmados, túneles preparados para ataques terroristas.

¿Y cuál ha sido la reacción del mundo, especialmente de Europa y específicamente de Francia?

Premiarlos. Darles sus votos de apoyo en cada parlamento, aceptar su integración a organizaciones de la ONU, y en el exceso más irracional, invitar a su líder a que marche en París contra el terrorismo.

¿El pretexto? Que de ese modo -tratando a los palestinos como un “estado”- se obliga a Israel a negociar y ceder.

Es tan absurdo como decir que lo que hay que hacer en este momento en el contexto del conflicto del terrorismo de Al Qaeda contra Francia, que Francia es la que se tiene que sentar con la disposición de negociar y ceder ante sus enemigos terroristas.

Israel ha insistido, una y mil veces, que el resultado es el contrario: que mientras los palestinos sigan siendo premiados en todos los organismos internacionales, continuarán con su estrategia de evadir cualquier negociación y aceptar cualquier compromiso, además de mantener sus ataques terroristas.

Los años lo han demostrado: desde 1993 en Oslo, los palestinos no han vuelto a firmar ningún compromiso (mientras que Israel ha mantenido congeladas las construcciones de viviendas en Jerusalén y se retiró unilateralmente de Gaza, entre otras cosas). En cambio, los ataques se han incrementado descaradamente. ¿Por qué no hacerlo, si de todos modos a quien se presiona para ceder es a Israel?

¿Qué es lo que va a pasar entonces? Simple: los terroristas de ISIS y de Al Qaeda van a seguir con su agenda en Francia. ¿Por qué se habrían de detener, si pase lo que pase, el terrorismo siempre es premiado y gobiernos como el de Hollande sólo intentan ser complacientes?

La forma concreta de este problema se ha manifestado en un detalle al que pocos le han puesto atención: después del ataque a la revista Charlie Hebdo, hubo un ataque espontáneo por parte de la población francesa contra una mezquita. Luego vino el ataque terrorista en el que murió una oficial de policía, y luego la toma de rehenes en la tienda Kosher.

La reacción unánime en Europa ha sido solicitar que se detengan los ataques contra las comunidades musulmanas, porque no se debe caer en la islamofobia.

Eso, en estricto, es correcto. Pero también es incompleto: nadie levantó su voz de igual manera para exigir que se detengan los ataques contra las comunidades judías.

Es una lógica perversa: musulmanes atacan judíos, y al final Europa pide que no se ataque a los musulmanes.

¿Qué razón tienen, entonces, los terroristas de ISIS o Al Qaeda para dejar de atacar a Francia y a los judíos, si al final el mensaje medroso de los líderes europeos va a ser para defender musulmanes? En su lógica monstruosa, eso es lo que se busca: que las comunidades musulmanas sean protegidas para que luego se conviertan en la base para la islamización de cada país de Europa.

Este tipo de dislates difícilmente se detienen. Siguen y siguen. Hollande cometió otro error gravísimo al hacer de la marcha multitudinaria de este fin de semana un evento anti-derechas. Incluso se puede asegurar que el principal objetivo de Hollande fue revertir la popularidad que ahora tiene Marine Le Pen, del Frente Nacional, que podría ganar las próximas elecciones en Francia. En consecuencia, el objetivo natural de la manifestación -repudiar el terrorismo- prácitcamente quedó relegado en las prioridades.

Es un problema complejo: la derecha está intentando obtener ventaja en las preferencias porque su mira ya está puesta en la presidencia, y es obvio que está haciendo un uso definible como “electorero” de toda la situación. Pero Hollande cometió un error: plantear con su proceder el equívocado mensaje de que hay que derrotar al terrorismo, pero también a la derecha. Con ello, ha reducido la coyuntura a un pleito pre-electoral. De ese modo, ha fallado en transmitir una imagen de verdadero estadista.

Al final del entuerto, la realidad es que el propio Hollande está perdiendo la batalla contra la derecha de los Le Pen. Si vienen más ataques terroristas, la población va a confirmar que la postura ingenua y condescendiente del gobierno no sirve para nada y que hay que tomar medidas más drásticas.

Y los únicos que las están proponiendo son los rufianes de Le Pen. Sus ideas y proyectos son muy cuestionables, pero conservan la extraña ventaja de que siguen siendo los únicos en hablar directamente del problema, y eso es algo que impresiona mucho al ciudadano de a pie.

Francia no tenía por qué llegar a esta situación, pero llegó. Y lo peor es ver que su gobierno socialista se obstina en mantener exactamente la misma estrategia complaciente hacia la comunidad musulmana, sin exigirles que ellos mismos sean parte activa de la solución al problema del terrorismo. Por el contrario: se pide a la gente que proteja a los musulmanes, se guarda silencio sobre la protección de los judíos, y se excluye a (o se permite la autoexclusión de) un amplio sector de la población.

El resultado ha sido una linda marcha, emotiva y multitudinaria, pero que en términos objetivos no va a amedrentar a los islamistas radicales. Su agenda sigue. Su convicción está intacta. Y me atrevo a asegurar que su percepción de que Francia es débil y tampoco podrá defenderse.