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GUIDO MAISULS

Partimos incluidos en una importante y densa columna desde el edificio de la AMIA en la búsqueda de converger con “La marcha del silencio” en la Plaza de los Dos Congresos pero cuando llegamos a Avenida Callao comenzó una intensa lluvia con fuerte ráfagas de viento mientras la columna se iba engrosando progresivamente en un mar de paraguas y la incólume decisión de que el mal tiempo no nos iba a detener.

El silencio era ensordecedor a medida en que nos íbamos desplazando muy lentamente a través de la Avenida de Mayo, solo escuchábamos el ruido de nuestros pies chapoteando sobre el agua acumulada en la avenida, el entrechoque constante de nuestros paraguas que colisionaban en la multitud y el repiqueteo molesto pero épico de la insistente lluvia que por momentos era más que intensa en nuestra sentida y emocionante travesía hacia la Plaza de Mayo.

Así se desplazaba esa inmensa e interminable columna compuesta de jóvenes, ancianos, hombres, mujeres, madres con hijos, discapacitados con ropas de trabajo y elegantes trajes, informales zapatillas y zapatos de marca, gentes de toda condición social y todos los rostros emocionados hasta el llanto.

Era un interminable y silencioso despliegue, episódicamente interrumpido por los cánticos que atronaban en nuestra Marcha del Silencio: “Nisman presente”, “Oid mortales”, “Justicia” y “Viva la Patria”.

Mi sensación interna era inconfundible, estábamos protagonizando un hecho más que trascendente, era la Historia que volvía a repetirse.

Eran las imágenes de la Revolución de Mayo de 1810, mostrando a ciudadanos con paraguas frente al Cabildo, desafiando la adversidad de la lluvia intensa para convertirse en protagonistas de la historia al grito de “el pueblo quiere saber de qué se trata”.

Era el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que me decía: “La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre nada sobre la mentira como el aceite sobre el agua”.

Era recordar a Enrique Febbraro susurrándome: “Cuando llueve comparto mi paraguas, si no tengo paraguas, comparto la lluvia”.

Era escuchar a Vicente López y Planes acompañado por Blas Parera interpretando nuestro Himno Nacional Argentino:

“Sean eternos los laureles

que supimos conseguir:

Coronados de gloria vivamos,

o juremos con gloria morir”.

 

 

Fuente:identidades.com.ar

#CasoNisman