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JULIÁN SCHVINDLERMAN

Si algún funcionario vaticano alguna vez se ha ganado cada céntimo de su sueldo, sin dudas ese ha de ser Federico Lombardi, el Jefe de Prensa de la Santa Sede. Comunicar con elegancia las posturas vaticanas es parte esencial de su trabajo; aclarar algún dicho pontificio, también. Incluso remediar algún traspié del Sumo Pontífice apelando a piruetas oratorias figura en el listado de sus tareas. Pero con el actual Papa Francisco-un díscolo jesuita latinoamericano- el Padre Lombardi ha estado sudando la gota gorda.

La humildad de Francisco le ha ganado adeptos por doquier, su estilo llano ha despertado simpatías universales y varios de sus gestos fueron respondidos con aplausos: calzar zapatos gastados, hacerse conducir en un automóvil de clase media, ordenar un entierro de lujo para un linyera en el exclusivo cementerio vaticano, por ejemplo. Pero su espontaneidad, más seguidamente que no, lo ha puesto en aprietos y ha forzado a su fiel vocero a oficiar de bombero involuntario.

La más reciente de tales situaciones ocurrió cuando el Papa advirtió contra la “mexicanización” de la Argentina. Su portavoz debió aclarar que Francisco de modo alguno buscó herir los sentimientos de México con esa frase informal. Previamente había sorprendido al decir, tras los atentados en Paris, que él daría “un puñetazo” a quien insultase a su madre, que sintió ganas de “dar una patada donde no pega el sol” a un par de punteros que quisieron sobornarlo cuando era arzobispo en Buenos Aires, y que “tiene algo de dignidad” pegarles en las nalgas a los niños desobedientes. Todas ellas exclamaciones inusitadas para un Sumo Pontífice. En materia doctrinal no fue menos polémico al sermonear que los cristianos no debían “reproducirse como conejos”, al pronunciar que “el cortejo es la lepra del papado” o que “el proselitismo es una tontera solemne”. Y ni que hablar de su manifestación a favor de los homosexuales, tema tabú histórico para la Iglesia Católica, cuando dijo “¿quién soy yo para juzgar a una persona gay?”.

Algunos han comenzado a protestar en voz baja la “argentinización” del Vaticano tras la llegada de Francisco al Trono de Pedro. Su estilo poco diplomático suscita aprobaciones populares y nerviosismo cardenalicio en dosis iguales.

Fuente:elpaís.com