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CAROLINE B. GLICK

Dado lo que está en juego, la opción de los votantes israelíes el próximo martes no es nada fácil.

Los próximos 22 meses hasta que el Presidente Barack Obama deje el cargo prometen ser el período más desafiante en la historia de las relaciones entre Estados Unidos e Israel.

Ahora, sin trabas por las preocupaciones electorales, durante la semana pasada Obama expuso sus malas intenciones hacia Israel en dos formas diferentes.

Primero, el Departamento de Justicia filtró su intención de enjuiciar al senador demócrata Robert Menéndez bajo cargos de corrupción. Menéndez es el miembro demócrata de más alto rango, y el ex presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Él también es el crítico demócrata más abierto de la política de Obama de apaciguar al régimen iraní.

Como escribió esta semana en PJMedia el ex fiscal federal de Estados Unidos, Andrew McCarthy, “Es perfectamente razonable creer que Menéndez puede ser culpable de delitos de corrupción y que su oposición política con respecto a Irán está siendo calculada en la decisión de la administración de acusarlo. Dicho de otra forma, si Menéndez fuera a manejar interferencias para Obama en el acuerdo con Irán, en vez de tratar de echarlo por tierra, creo que no sería acusado.”

La acusación a Menéndez nos dice que Obama desea dejar el cargo después de haber disminuido vastamente el apoyo por Israel entre los demócratas. Y no dudará en usar tácticas de mano dura contra sus compañeros demócratas para lograr su objetivo.

Nosotros ya experimentamos los esfuerzos de Obama en esta esfera en el período previo al discurso del Primer Ministro Benjamín Netanyahu ante las cámaras conjuntas del Congreso el 3 de marzo con su campaña para presionar a los legisladores demócratas para que boicoteen el discurso de Netanyahu.

Ahora, con su movimiento contra Menéndez, Obama dejó en claro que el apoyo para Israel – incluso en la forma de oposición al armamento nuclear de Irán – será personal y políticamente costoso para los demócratas.

Las consecuencias a largo plazo de las medidas de Obama para transformar el apoyo estadounidense por Israel en una cuestión partidista no pueden ser obviadas. Es posible que su sucesor como el jefe del Partido Demócrata tenga una visión más simpática de Israel. Pero también es posible que la arquitectura de la recaudación de fondos y apoyo de base que ha estado creando Obama durante los últimos seis años sobrevivirá a su presidencia y que como consecuencia, los demócratas tendrán incentivos para oponerse a Israel.

La razón por la que Obama está tan interesado en transformar a Israel en una cuestión partidista fue dejada en claro por la segunda medida que tomó la semana pasada.

El jueves pasado, la Asesora en Seguridad Nacional de E.E.U.U., Susan Rice, anunció que el Coordinador para Medio Oriente de la Comisión de Seguridad Nacional, Phil Gordon, se estaba retirando y siendo reemplazado por el castigador serial de Israel, Robert Malley.

Malley, quien se desempeñó como un miembro subalterno del personal de la CSN durante el gobierno de Clinton, saltó a la prominencia a fines del año 2000 cuando, luego de la fallida cumbre de paz de Camp David en julio del año 2000 y del estallido de la guerra terrorista palestina, Malley co-escribió un artículo de opinión en The New York Times culpando a Israel y al entonces primer ministro Ehud Barak por el fracaso de las negociaciones.

Lo que fue más destacable en la época sobre las posiciones de Malley fue que contradecían por completo las opiniones expresadas de Bill Clinton. Clinton colocó la culpa por el fracaso de las conversaciones llanamente sobre los hombros del entonces líder palestino, Yasser Arafat.

No sólo Arafat rechazó la oferta sin precedentes de Barak de independencia palestina y soberanía sobre toda Gaza, la mayor parte de Judea y Samaria y partes de Jerusalem incluyendo el Monte del Templo, él se negó a hacer una contra-oferta. Y entonces dos meses después, dio inicio a la guerra terrorista palestina, también conocida como la segunda intifada.

Como explicó Jonathan Tobin en Commentary esta semana, a través de sus escritos y declaraciones públicas, Malley ha legitimado el rechazo palestino al derecho de Israel a existir. Malley piensa que es perfectamente razonable que los palestinos rechacen conceder su demanda para la libre inmigración de millones de árabes extranjeros al estado judío en el marco de su “derecho al retorno” inventado, aun cuando el objetivo claro de esa demanda es destruir a Israel. Como destacó Tobin, Malley cree que el terrorismo palestino contra Israel es “comprensible aunque no necesariamente recomendable.”

Durante la campaña presidencial de Obama del año 2008, el entonces senador Obama registró a Malley como un miembro de su equipo de política exterior. Cuando los grupos pro-Israel criticaron su nombramiento, Obama echó a Malley.

Pero después de su reelección del 2012, ya no temiendo más las ramificaciones de adoptar un asesor abiertamente anti-Israel, uno que tenía contactos documentados con los terroristas de Hamas y ha expresado apoyo para reconocer al grupo terrorista, Obama nombró a Malley para desempeñarse como su asesor principal para Irak-Irán-Siria y los estados del Golfo. Todavía enfrentando las elecciones del Congreso del 2014, Obama prometió que Malley no tendría participación en cuestiones relativas a Israel y los palestinos. Pero entonces la semana pasada, él lo nombró para dirigir la política de la CSN en relación con el Medio Oriente entero, incluyendo Israel.

El significado más profundo del nombramiento de Malley es que demuestra que el objetivo de Obama en su tiempo restante en el cargo es realinear la política estadounidense para Medio Oriente lejos de Israel. Con su política para Medio Oriente liderada por un hombre que piensa que el objetivo palestino de destruir a Israel es legítimo, puede esperarse que Obama expanda su práctica de colocar toda la culpa por la ausencia de paz entre Israel y los palestinos únicamente sobre los hombros de Israel.

El nombramiento de Malley indica que no hay nada que Israel pueda hacer para rechazar el tsunami de presión estadounidense que está a punto de sufrir. Elegir a un gobierno de Izquierda para reemplazar al Primer Ministro Binyamin Netanyahu no hará diferencia.

Así como Malley estuvo dispuesto a culpar a Barak – un líder que fue a Camp David como el jefe de una coalición minoritaria, cuyas posiciones con respecto a las retiradas territoriales eran rechazadas por una amplia mayoría de los israelíes – por la ausencia de paz, así que podemos asumir que él, y su jefe, culparán a Israel por la ausencia de paz durante los próximos 22 meses, sin importar quién esté a la cabeza del próximo gobierno.

En este sentido, podemos esperar que la administración amplíe las posiciones anti-Israel que ya ha asumido.

El documento de posición estadounidense con respecto a la negociación israelí-palestina que fue filtrado esta semana pasada a Yediot Aharonot dejó en claro la dirección en que desea ir Obama. Ese documento llamó a Israel a retirarse a las indefendibles líneas de armisticio de 1949, con revisiones menores.

En los próximos 22 meses podemos esperar que Estados Unidos use más y más medidas coercitivas para obligar a Israel a capitular ante su posición.

El día que comenzaron las conversaciones patrocinadas por la administración en julio del 2013, la Unión Europea anunció que estaba prohibiendo que sus naciones miembros tengan vínculos con entidades israelíes que operan más allá de las líneas de armisticio de 1949 a menos que esas operaciones involucren ayudar a los palestinos en sus actividades anti-Israel. La noción que la U.E. inició una guerra económica contra Israel en el día en que comenzaron las conversaciones sin coordinar la medida con la administración Obama, es por supuesto absurda.

Podemos esperar que Estados Unidos haga uso expandido de la guerra económica europea contra Israel en los próximos años, y continúe dando un viento de cola al movimiento antisemita B.D.S. a través de intensificar su discurso difamatorio confundiendo a Israel con el régimen de apartheid en Sudáfrica.

Los vínculos de inteligencia y defensa entre Estados Unidos e Israel también estarán en la cortadora de carne.

Mientras Obama y sus asesores se jactan constantemente que los vínculos de defensa e inteligencia entre Israel y los E.E.U.U. han aumentado durante su presidencia, durante los últimos años, esos lazos han sufrido golpe tras golpe. Durante la guerra con Hamas el verano pasado, actuando bajo órdenes directas de la Casa Blanca, el Pentágono instituyó un embargo parcial de armas – no oficial – sobre Israel.

En cuanto a los lazos de inteligencia, durante el mes pasado, la administración anunció en forma repetida que está finalizando su intercambio de información con Israel con respecto a Irán.

El escándalo de los e-mails de Hillary Clinton ha revelado que durante su mandato como secretaria de estado, Clinton transfirió información ultra-secreta con respecto a las operaciones de Israel contra Irán al New York Times. También nos enteramos que el vicepresidente del Estado Mayor Conjunto está siendo señalado como la fuente de la filtración con respecto al virus informático Stuxnet que según se informa desarrollaron en forma conjunta Israel y Estados Unidos para paralizar las centrifugadoras nucleares de Irán.

En otras palabras, desde que asumió el cargo, Obama ha usado los vínculos de inteligencia de los Estados Unidos con Israel para dañar la seguridad nacional de Israel en al menos dos ocasiones.

Él también ha utilizado la diplomacia para dañar a Israel. El verano pasado, Obama buscó un acuerdo diplomático de la guerra de Hamas con Israel que habría concedido a Hamas todos sus objetivos de guerra, incluyendo su demanda de fronteras abiertas y acceso al sistema financiero internacional.

Ahora por supuesto, él está haciendo caso omiso a su oposición bipartidista, y a la oposición de Israel y los estados árabes sunitas, en la esperanza de concluir un acuerdo nuclear con Irán que allanará el camino para que los ayatollahs desarrollen armas nucleares y expandan su control hegemónico sobre el Medio Oriente.

En medio de todo esto, y enfrentando 22 meses de hostilidad siempre mayor a medida que Obama persigue su objetivo de terminar la alianza entre Estados Unidos e Israel, los israelíes son convocados para elegir un nuevo gobierno.

Esta semana el consorcio de ex peces gordos de la seguridad, que se han reunido en banda para elegir a un gobierno izquierdista liderado por Isaac Herzog y Tzipi Livni, acusó a Netanyahu de destruir las relaciones de Israel con Estados Unidos. La implicación fue que un gobierno liderado por Herzog y Livni restablecerá los lazos de Israel con Estados Unidos.

Sin embargo, como ha dejado en claro Obama, tanto a través de su mandato en el cargo como durante la semana pasada a través del nombramiento de Malley y la acusación a Menendez, Obama tiene la única responsabilidad por el deterioro de nuestros vínculos con nuestro aliado principal. Y como también han dejado en claro sus acciones, Herzog y Livni al timón no recibirán ningún respiro en la presión estadounidense. Su voluntad de hacer concesiones a los palestinos que Netanyahu se niega a hacer causará meramente que Obama mueva los postes más dentro del campo. Dado su objetivo de abandonar la alianza estadounidense con Israel, ninguna concesión que Israel entregue será suficiente.

Y entonces tenemos que preguntarnos, qué líder hará un mejor trabajo en limitar el peligro y esperar que Obama esté fuera mientras mantiene suficiente apoyo estadounidense general para Israel para reconstruir la alianza después que Obama haya dejado la Casa Blanca.

La respuesta, parece, es obvia.

La campaña de la Izquierda para culpar a Netanyahu por la hostilidad de Obama hará casi imposible que un gobierno entre Herzog y Livni resista la presión estadounidense que dicen desaparecerá al instante en que Netanyahu deje el cargo.

Por el contrario, como indicó el documento de la posición de Estados unidos filtrado a Yediot, Netanyahu ha demostrado gran habilidad en eludir la presión estadounidense. El aceptó llevar a cabo negociaciones basadas en una posición estadounidense que el rechazaba y acompañó las conversaciones durante nueve meses hasta que los palestinos las terminaron. Al hacerlo, logró un respiro de nueve meses en la presión abierta estadounidense mientras exponía el radicalismo y oposición palestinos a la coexistencia pacífica.

En el frente iraní, el valiente discurso de Netanyahu ante el Congreso la semana pasada energizó a los opositores de Obama a tomar acciones y obligó a Obama a ponerse a la defensiva por primera vez mientras extendía el apoyo popular para Israel.

Está claro que las cosas sólo se pondrán más difíciles en los meses por delante. Pero dado lo que está en juego, la opción de los votantes israelíes el martes próximo es una fácil.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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