AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El acuerdo nuclear con Irán anunciado el jueves en Lausana, Suiza, es una capitulación abyecta de los intereses occidentales y un camino seguro a una cascada de proliferación nuclear en el Medio Oriente.

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El equipo iraní debe ser felicitado por una impresionante victoria diplomática. El Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, ha conseguido los dos objetivos clave de la estrategia negociadora de Irán: El acuerdo permite a Irán retener una infraestructura nuclear tamaño industrial y debilita fatalmente al régimen de sanciones.

El gobierno de Obama y sus aliados europeos entraron en las negociaciones con una mano increíblemente fuerte— ellos tenían incapacitada a la economía de Irán bajo unas sanciones sin precedentes legitimadas por seis resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De haberse parado sobre sus talones y mantenido la presión, podrían haber obligado a Irán a conceder en todas sus líneas rojas. Zarif, el Ministro de Relaciones Exteriores de un estado patrocinante del terrorismo que fue atrapado repetidamente engañando en sus obligaciones del Tratado de No Proliferación, tenía sólo al encanto de su lado. El encanto ganó.

Zarif convenció a sus interlocutores que necesitaban un acuerdo más que Irán y los persuadió que sus líneas rojas eran poco realistas. Aún más impresionante, usó las fechas límite concebidas para presionar a Irán en herramientas para poner en evidencia el alarde de ellos. Cada vez que los estadounidenses y europeos anunciaban que el acuerdo provisional negociado en noviembre no sería renovado, Zarif ganaba tiempo. Invariablemente, sus oponentes parpadearon primero, acordando extensiones y, como finalmente sucedió esta semana, avalando más concesiones que habían rechazado anteriormente por peligrosas.

Tal fue el caso con el reconocimiento temprano de la insistencia de Irán que tenía derecho a enriquecerse de uranio, a lo cual concedió el acuerdo interino de noviembre del 2013. Más tarde, los negociadores aceptaron no discutir el programa de misiles balísticos de Irán. En febrero, detalles filtrados de las negociaciones indicaron que a Irán también se le ofreció mantener alrededor de 6,000 centrifugadoras — bastante más de las cientos simbólicas ofrecidas inicialmente. Luego, cuando las negociaciones entraron en una fase final, hubo más concesiones: Arak y Fordow, dos de las instalaciones nucleares declaradas en Irán más problemáticas, no tendrán que ser desmanteladas y cerradas como se exigió originalmente. Las posibles dimensiones militares del programa nuclear de Irán no tendrán que ser abordadas antes que sea firmado un acuerdo. Los mecanismos de verificación para minimizar el riesgo de engaño iraní no serán tan estrictos como se requiere. Y el acuerdo finalmente expirará en fases, dejando a Irán, para el año 2030, bajo exactamente los mismos mecanismos de monitoreo y verificación que Teherán ya ha eludido con éxito durante las últimas tres décadas.

Incluso después que fueron erosionadas todas estas líneas rojas, Irán negoció como si pudiera permitirse más que sus interlocutores marcharse sin ningún acuerdo. Esta postura rindió frutos cuando llegó y pasó la fecha límite del 31 de marzo a la medianoche. En el acuerdo que surgió dos días más tarde, Irán extrajo aún más concesiones. Bajo los términos acordados, Irán finalmente verá quitadas en forma irreversible las sanciones, sin necesidad de someterse a inspecciones intrusivas “en cualquier momento y en cualquier lugar”, de cerrar plantas, o de enviar maquinaria y combustible al exterior. El acuerdo es, en resumen, un intento exitoso por retrasar la marcha de Irán a la capacidad de armas nucleares, no de bloquearla.

La diplomacia occidental puede todavía encontrar esto suficiente — después de todo, acaba de comprarse unos 15 años adicionales. Pero hay un resquicio de esperanza en este acuerdo. Mientras las cancillerías occidentales estarán dándose palmaditas unos en las espaldas del otro esta noche por lo que ya han estado vendiendo como un acuerdo histórico, los rivales y enemigos regionales de Irán verán a través del discurso y sabrán el puntaje de este acuerdo — es decir, que el programa nuclear de Irán ahora gozará de legitimidad internacional plena mientras mantiene a su régimen como mucho a un año de distancia de la fuga nuclear. Lo que Irán logre mantener en virtud de este acuerdo, ellos también lo querrán para sí mismos. Las 6,000 centrifugadoras que el Presidente Obama está dejando intactas dentro de las plantas de enriquecimiento fuertemente fortificadas de Irán pronto serán emparejadas por programas nucleares de tamaño similar en los países vecinos. Egipto, Jordania, Turquía, y Arabia Saudita esperarán el derecho a tener lo mismo que Irán y no pedirán permiso al gobierno de Obama para conseguirlo.

Éste, finalmente, será el legado de la presidencia de Obama. El Medio Oriente acaba de convertirse en un lugar mucho más peligroso por eso.

Emanuele Ottolenghi

Traducción: Marcela Lubczanski

Fuente: Washington Examiner