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SADANAND DHUME

El Islam sunita radical puede amenazar a India en forma más directa, pero no puede ser ignorada la variedad chiíta.

Mientras los yihadistas sunitas y las milicias chiitas se enfrentan en el Medio Oriente, ¿la cercana India debe ponerse del lado de una parte para prevalecer?

Frente a ello, la respuesta parece obvia. El radicalismo sunita—tanto importado como de cosecha propia—amenaza en forma directa a India, mientras que la variedad chiíta del Islam es prácticamente desconocida para la mayoría de los indios.

Pero en el largo plazo India se beneficiaría casi tanto de un Irán liberado del control de cerca de cuatro décadas de los ayatollahs como lo haría de una Arabia Saudita que deje de exportar su tóxico credo wahabista a los musulmanes en todo el mundo. El enemigo de India no es ni el Islam sunita ni el chiíta practicados por el fiel promedio, sino el radicalismo engendrado por ideólogos hambrientos de poder en cada secta.

Para el indio promedio, el caso contra el Islam sunita radical es mucho más fácil de defender. La vasta mayoría de los 150 millones de musulmanes de India son pacíficos, pero el problema de India con el Islam radical es casi enteramente con su variedad sunita. Aunque es difícil llegar a números exactos, el Centro de Investigación Pew ha estimado que apenas 16 a 24 millones de los musulmanes de India son chiítas.

Cuando el indio promedio piense en un terrorista islámico, lo que viene a la mente es probablemente Lashkar-e-Taiba que atacó Mumbai en el año 2008, los talibanes que volaron los Budas Bamiyan de Afganistán en el año 2001 y los ataques de los muyaidines indios contra mercados abarrotados. Los ataques suicidas de Hezbollah en Beirut o los escuadrones de la muerte chiítas respaldados por Irán en Irak raramente quedan registrados en la imaginación india.

Con el Medio Oriente en agitación, un puñado de hombres jóvenes se han registrado para librar la yihad en nombre del Estado Islámico. En diciembre, periodistas ingleses descubrieron a un ejecutivo de una compañía alimenticia de Bangalore con un título de ingeniero, como uno de los más prolíficos propagandistas del Estado Islámico en Twitter.

Para añadir a esto, durante las últimas décadas el vecino Pakistán—fundado como una patria para todos los musulmanes indios que no querían vivir en un país de mayoría hindú —ha dado un agudo giro sectario. El veneno de grupos terroristas que alberga—incluidos los talibanes y Lashkar-e-Taiba—están empapados en interpretaciones intransigentes del Islam sunita. Así lo están los radicales locales indios respaldados por Islamabad de organizaciones tales como los Muyaidines Indios.

Aléjense del terrorismo a la ideología que subyace en el—la búsqueda de ordenar todos los aspectos de la vida humana por medio de los principios de la ley Shariah—y una vez más el pensamiento sunita intransigente domina el paisaje subcontinental. Uno de los islámicos más influyentes del siglo XX, Abul Ala Maududi (1903-79) nació en la India no dividida.

En 1941, Maududi fundó Jamaat-e-Islami, que en Asia del Sur ha desempeñado un rol aproximadamente análogo a la Hermandad Musulmana en Egipto, actuando como un cinturón transmisor de ideas extremistas. Algunos de sus reclutas gravitan hacia grupos más violentos dedicados a objetivos similares.

En vista de todo esto, es apenas sorprendente que India permanezca en gran medida ciega al radicalismo chiita. La bien conocida moderación de prominentes sectas chiitas, tal como Bohras y Khojas orientadas a los negocios, sólo suma a esta visión. Algunos indios también imaginan una mayor afinidad cultural con los persas que con los árabes. Aunque los emperadores mughal de India, que precedieron a los ingleses, eran sunitas, su idioma cortesano era el persa.

Pero sólo porque el indio promedio conoce poco sobre Hezbollah o los huzíes de Yemen no significa que Nueva Delhi debe ver al radicalismo chiita o a sus patrones iraníes en forma más favorable que a sus homólogos saudíes. En tanto Irán continúe siendo un estado revolucionario, actuará como un impedimento para los intereses indios centrales en la región, incluidos la estabilidad y moderación religiosa.

De hecho, de una troika de islámicos pioneros nadicos al cabo de pocos años de diferencia unos de otros a principios del siglo XX—Maududi, Hassan al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana egipcia y el Ayatollah Khomeini de Irán—posiblemente Khomeini fue el más influyente. Al liderar la revolución iraní en 1979 él probó a los islámicos, sunitas y chiitas por igual, que su fantasía medieval de imponer “la ley de Dios” sobre la Tierra, era asequible.

En tanto Irán permanezca bajo control clerical, sigue siendo un poderoso símbolo global del triunfo del Islam radical. Por el contrario, pocos acontecimientos podrían revertir el Islam radical en el Medio Oriente y más allá tan decisivamente–y ayudar a los intereses indios a largo plazo– como un Irán librado del control clerical.

El Irán revolucionario también alimenta los peores instintos de Arabia Saudita. Las organizaciones de caridad saudíes aumentaron su trabajo en todo el mundo después que Khomeini llegó al poder y amenazó la preeminencia saudí en el mundo musulmán. Tanto la moderación religiosa en Arabia Saudita como la estabilidad en el Medio Oriente, hogar de siete millones de trabajadores indios, seguirán siendo elusivas en tanto estos dos estados ideológicos sigan encerrados en combate en un intento por influenciar la región.

Por último, Irán amenaza en forma directa al aliado natural de India en el Medio Oriente—Israel. Durante las últimas dos décadas, Nueva Delhi ha profundizado los vínculos con Jerusalem abarcando tecnología, defensa, contraterrorismo y agricultura.

Al mismo tiempo, India ha mantenido una relación de trabajo con Irán, al cual India necesita para el acceso al Afganistán encerrado por tierra, acceso negado por Pakistán. Pero es en el interés propio de India tomar seriamente los temores israelíes acerca de un posible Irán nuclear.

En lo que hace a la batalla entre yihadistas sunitas y chiitas en el Medio Oriente, India no debe tomar posición. Más bien, debe desear, y en la medida de lo posible trabajar hacia un virus en ambas casas.

*El Sr. Dhume es un miembro residente en el American Enterprise Institute, y columnista del Wall Street Journal.

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México