f20150412152309_644-enlace-judio-mexico

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Rodeado de las principales autoridades de las iglesias armenias y del gobierno del Estado armenio, en una misa en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, el pasado 12 de abril, el Papa Francisco recordó el Centenario del “atroz y descabellado” exterminio del pueblo armenio por parte de los turcos, al que calificó “como el primer genocidio del siglo XX”; el 93.0% de la población de Armenia pertenece a la Iglesia Apostólica Armenia, una forma ortodoxa Oriental del Cristianismo. Armenia fue la primera nación en adoptar el Cristianismo como religión oficial en los primeros años del siglo IV.

Turquía nunca ha reconocido el genocidio de los armenios y, ante las declaraciones del Papa Francisco retiró a su embajador en el Vaticano. Previamente el Papa Juan Pablo II también había hecho alusión al genocidio armenio. En el genocidio de los armenios, entre 1.5 millones y 2 millones de personas, fundamentalmente cristianos, fueron “gente pacífica sin ningún interés político”. Los armenios sacrificados no fueron masacrados por el Ejército Turco, sino por ciudadanos de ese país, indicativo de que “quienes cometieron los brutales crímenes habían sido adoctrinados en prejuicios e intolerancia; étnicamente las víctimas no eran turcos, ni musulmanes. Armenia fue una de las más antiguas civilizaciones del mundo y la primera nación en adoptar el cristianismo como religión oficial en los primeros años del siglo IV.

Armenia por su posición estratégica trascendental, situada en una frontera imaginaria entre Europa y Asia, ha sido históricamente sometida a invasiones de otros pueblos. En el siglo XV fue anexada al Imperio Otomano, al cual perteneció hasta la Guerra Rusa Turca de 1828-1829, cuando la parte Oriental de su territorio fue cedido a Rusia; la parte restante conocida como Armenia Otomana continuó bajo el Imperio Otomano hasta que finalizó la Primera Guerra Mundial. Cabe mencionar que entre 1910 y 1920 los turcos hicieron creer que el pueblo armenio era su principal rival cuyo objetivo principal era socavar su soberanía.

Entre 1894 y 1896 cientos de miles de armenios fueron asesinados por fuerzas turcas. El genocidio y deportación de armenios; entre 1.5 y 2 millones de personas, se caracterizó por acciones brutales y de marchas forzadas en condiciones extremas, acciones que fueron impulsados por el gobierno de los denominados Jóvenes Turcos, 1915-1923, sobrenombre de un partido nacionalista y reformista turco de principios del siglo XX, oficialmente conocido como el Comité de la Unión y el Progreso. Los Jóvenes Turcos tenían sus orígenes en sociedades secretas de estudiantes universitarios y cadetes militares progresistas, conducidas subrepticiamente por la disidencia política después de que la Constitución fue revocada por el Sultán Abdul Hamij II.

Armenia se declaró estado independiente en 1918 y en 1922 fue incorporada a la URSS como parte de la República Socialista Soviética Transcaucásica y en 1936 se convirtió en una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En este ámbito, en 1991 los armenios votaron por separarse de la URSS y declararon a Armenia independiente, que sin salida al mar en una superficie de solo 29,800 km2 comparte fronteras al Oeste con Turquía; al Norte con Georgia; al Este con Azerbaiyán y al Sur con Irán y la República Autónoma de Najichevan de Azerbaiyán. Armenia es un Estado Constitucional secular, empero, la fe cristiana ha desempeñado un papel importante en su historia e identidad.

La población armenia suma 3.5 millones de habitantes y otros 8 millones viven en la diáspora resultado de las particiones políticas de ese país y las deportaciones de su gente. Las comunidades armenias más numerosas fuera del país se ubican en Rusia (2.5 millones); América del Norte (1.5 millones) la Unión Europea (500,000) y Latinoamérica (125,000).

En el marco de la violencia musulmana contra las comunidades cristianas del mundo, particularmente en Siria, Irak, Afganistán, Paquistán, Nigeria y Somalia, es que el Papa Francisco advirtió sobre la existencia actual “de una tercera guerra mundial por partes que se vive en distintas regiones del mundo a través de crímenes atroces y masacres sanguinarias amparados en un silencio cómplice de la Comunidad internacional”. El genocidio de armenios prosigue para quienes radican en Siria e Irak provocado por la irrupción del Estado Islámico (EI); en Siria vivían 120,000 armenios, principalmente en Alepo (80,000); la mayoría han abandonado ese país. En Irak permanecían 22,000 armenios sobre todo en Bagdad, Basora, Kirkuk y Mosul; la mayoría se han visto forzados a emigrar, sobre todo a Líbano, donde ya radicaban 150,000 armenios, descendientes del genocidio de 1915.

En Turquía, el presidente Recept Tayyip Erdogan, musulmán que se ha radicalizado y con un gobierno crecientemente corrupto, ha reaccionado vehementemente contra el Papa Francisco. El gobierno de Ankara ha señalado que las declaraciones del Papa son contradictorias con su mensaje conciliador durante su visita oficial a Turquía el otoño pasado y, que dará con una respuesta adecuada. Asimismo el gobierno turco ha calificado el mensaje de discriminatorio por solamente mencionar los padecimientos de los armenios cristianos y no los de los musulmanes u otros sectores religiosos.

La realidad es que el gobierno de Turquía teme que la declaración del Pontífice se constituya en un reconocimiento pleno del genocidio por parte del Vaticano; el último medio siglo Turquía ha demostrado intenciones de aplicar represalias diplomáticas y comerciales contra naciones que reconozcan el genocidio.

No será fácil que Erdogan acepte que Turquía tiene la culpa en el genocidio; para Erdogan, que resiente una oposición popular por tratar de imponer la Saharia a su pueblo, en un Estado laico, aunque 95.0% de los turcos son musulmanes, el argumento de que Turquía no es culpable de las masacres representa una “tablita” de salvación para su régimen político, cada vez más opresor.