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PROF. EFRAIM INBAR

Un entendimiento estadounidense-iraní que deja a Teherán con la capacidad de producir armas nucleares y que fortalece la búsqueda iraní de hegemonía regional es el reto más serio para la seguridad nacional de Israel en el futuro cercano. Para Israel, ninguno de los otros trastornos e incertidumbres meso-orientales representa tan grande amenaza.

El Medio Oriente está en gran agitación. El orden estatista que ha apuntalado a la región durante un siglo ha colapsado. Muchos estados han perdido su monopolio sobre el uso de la fuerza y ya no pueden proporcionar más ley y orden. Esto es especialmente así en Irak, Líbano, Libia y Siria. Incluso Egipto, el único estado histórico árabe, tiene dificultades al aplicar efectivamente la soberanía sobre su territorio. Muchas de las milicias que están desafiando a estas entidades estatales tienen una ideología radical islámica, reflejando el aumento en el atractivo del Islam político en el mundo árabe. En contraste con los líderes de estos estados, que son ineficientes y corruptos, los islámicos de hecho dan servicios al pueblo y tienen una reputación de ser brutales pero honestos. Sin embargo, los tipos de Al Qaida en la Península Arábiga (AQAP) o el llamado Estado Islámico (IS) difícilmente son los agentes adecuados para modernizar sus ambientes y su popularidad condena al mundo árabe a la ignorancia y pobreza continuas. Por esta y otras razones, Israel tendrá que permanecer vigilante en los años siguientes.

Mirando desde afuera

El declive del mundo árabe ha sido paralelo al ascenso de las potencias musulmanas no árabes – Turquía e Irán. A ambos países les va bien en índices de desarrollo y exhiben en nuestros días una política exterior ambiciosa alimentada por impulsos imperiales e islámicos. Bajo Recep Tayyip Erdoğan y su enfoque de ‘cero problemas’ en política exterior, Turquía se ha distanciado gradualmente del Occidente. En el año 2003, por ejemplo, Ankara rechazó la solicitud de Estados Unidos de abrir un “frente norte” contra las fuerzas iraquíes. Más recientemente, Turquía se ha opuesto a las sanciones impuestas por las Naciones Unidas y el Occidente contra Rusia e Irán.

Por su parte, Irán ha avanzado exitosamente en su programa nuclear a pesar del disgusto de la comunidad internacional. Comparativamente, los acontecimientos recientes en el Medio Oriente y más allá, también han permitido a Teherán establecer una “Luna Creciente Chiita” que se extiende desde Teherán al Mediterráneo oriental. Esto ha ofrecido a Irán incontables oportunidades para proyectar poder dentro del Medio Oriente y los Balcanes, muy para el disgusto de Arabia Saudita y otros. De hecho, los éxitos de los representantes chiitas de Irán en Bagdad, Beirut, Damasco y Sanaa ponen de relieve la búsqueda de hegemonía de Teherán en el Medio Oriente.

Por el contrario, la influencia estadounidense en todo el Medio Oriente parece estar en declive, principalmente como resultado de la perspectiva de política exterior de la administración Obama. Corregir la sobre extensión de Washington en el mundo islámico es de hecho necesario, pero la insensibilidad ante las preocupaciones de sus aliados tales como Egipto, Israel y Arabia Saudita es destructiva para el equilibrio de poder regional.

En este sentido, los esfuerzos de Washington por cerrar un acuerdo con Irán que legitima básicamente su condición de fuga nuclear y adjudica a Teherán el rol del policía regional, serán vistos por El Cairo, Riad y Jerusalem como un error estratégico colosal. El resultado inevitable será más proliferación nuclear ya que es probable ninguno de estos países quiera quedarse atrás en las capacidades de enriquecimiento de uranio. Además, la inestabilidad regional podría llevar a más derramamiento de sangre. Depender de un régimen radical y revisionista en Teherán para que proporcione estabilidad es el colmo de la locura estratégica.

La visión desde Jerusalén

Las implicaciones de la actual agitación del Medio oriente para la seguridad de Israel son mixtas. Como Irán y Turquía, un Israel democrático y estable políticamente es también una potencia no árabe creciente y un actor en el equilibrio regional de fuerzas. La fuerza diferencial entre el poder nacional de Israel y sus vecinos ha aumentado más, dado que esta se las ha arreglado para prosperar económicamente y desarrollar un poderoso ejército de alta tecnología. Además, los ejércitos fuertes de Irak y Siria han desaparecido, disminuyendo las posibilidades de un encuentro convencional a gran escala con Israel. Aparte, los estados sunitas pro-occidentales tales como Egipto, Jordania y Arabia Saudita ven a Israel como un aliado contra un Irán creciente, tanto como contra los movimientos radicales islámicos. Esto también llega en una época en que Estados Unidos es visto en muchos lugares como un aliado menos de fiar.

Por el contrario, los retos de baja intensidad podrían intensificarse. Los problemas internos que plagan a los estados árabes debilitados los hacen cada vez más susceptibles al Islam radical y más propensos a la violencia terrorista. A medida que sus líderes pierden su control sobre el territorio estatal y las fronteras se vuelven más porosas, los terroristas ganan mayor libertad de acción. Por otra parte, a medida que los estados debilitados pierden el control sobre su aparato de seguridad, los arsenales nacionales de armas convencionales (y no convencionales) se vuelven cada vez más vulnerables, lo que puede resultar en el surgimiento de grupos insatisfechos políticamente y cada vez mejor armados que buscan dañar a Israel. Por ejemplo, luego de la caída de Gaddafi, misiles anti-aéreos SA-7 libios y granadas anti-tanque propulsadas por cohetes han llegado a Hamas en Gaza.

 El IS incluso combate con armas estadounidenses capturadas al ejército iraquí.

De igual manera, en el caso que colapse el régimen de Assad, el avanzado arsenal de armas convencionales de Siria podría terminar fácilmente en las manos de Hezbolá u otros elementos radicales. Esto, a su vez, aumenta la perspectiva de un Hezbolá y un Hamas envalentonados – siendo ambos representantes iraníes localizados junto a las fronteras de Israel – renovando sus campañas de violencia. En los últimos años, las repercusiones de la Primavera Árabe han ayudado a distraer la atención de la cuestión palestina. Además, la capacidad de la Autoridad Palestina (AP) de dañar a Israel a fin de reiniciar el interés internacional es muy limitada también. Como resultado, una AP débil ha quedado bajo creciente presión por parte del popular Hamas. Un error de cálculo palestino que lleve al estallido de otra ronda de violencia, es una posibilidad que Israel no puede pasar por alto. No obstante, hasta ahora Israel ha tenido éxito en contener las amenazas de grupos subestatales y en limitar su daño potencial.

El surgimiento de un ambiente estratégico inseguro e inestable es conducente a sorpresas estratégicas. La inteligencia israelí es desafiada por una gran cantidad de nuevos actores y líderes cuyo modus operandi está lejos de ser claro. Israel tiene un aparato de inteligencia grande y sofisticado. Pero este no es inmune a las sorpresas. Por lo tanto, sería sabio prepararse para las peores situaciones, en vez de sucumbir ante evaluaciones color de rosa.

Mirar al Occidente (en más de una forma)

La confusión en el mundo árabe está cambiando también el paisaje estratégico en la cuenca del Mediterráneo Oriental, donde elementos del Islam radical están ganando control. Túnez, Libia, el Sinaí en Egipto, Gaza, Líbano, Siria y Turquía todos juegan a albergar grupos con tendencias islámicas, amenazando así el acceso actualmente irrestricto a esta área por parte de Israel y el Occidente. Aproximadamente el 9% del comercio exterior de Israel es trasladado fuera a través del Mediterráneo, haciendo crucial para el bienestar a Israel a la navegación en esta área. Además, sus posibilidades de convertirse en independiente energéticamente y en un importante exportador de gas están vinculadas con la capacidad de Israel de asegurar el libre paso para su comercio marítimo y de defender sus campos de hidrocarburos descubiertos hace poco, Leviathan y Tamar. Estos desarrollos requieren mayores esfuerzos israelíes en la escena naval. De hecho, Israel está involucrado en construir un sistema de seguridad firme para los campos de gas y tiene planes de adquisición de buques adicionales.

Como con otras partes del Medio Oriente, la evaluación en Jerusalén es que el factor crucial en el equilibrio de poder regional en desarrollo es la nuclearización de Irán. Este sería un elemento “cambiador de juego” que sólo Israel tiene la capacidad de impedir. La reciente victoria electoral de Netanyahu dejó en el poder al único líder que podría tener el valor político para ordenar un ataque militar para obstruir el progreso iraní hacia la adquisición de armas nucleares. De hecho, su victoria fue recibida calladamente en las capitales de los estados árabes moderados que están aterrorizados de Irán y tienen poco tiempo para Obama. Arabia Saudita y Egipto son buenos ejemplos.

En consecuencia, Israel está observando con creciente desconcierto el esfuerzo del gobierno de Obama para implementar un “gran acuerdo” con Irán. Esto pone a Jerusalén en un curso de colisión inevitable con su aliado más importante. Israel se continúa beneficiando del gran reservorio de simpatía entre la población de Estados Unidos, y muy notablemente dentro del Congreso controlado por los republicanos. Sin embargo, aunque Obama no es popular, como presidente él puede extraer grandes costos en los escenarios militar, diplomático y estratégico. Los restantes 22 meses, hasta que abandone el cargo, deben ser capeados con daño mínimo para la sociedad estratégica estadounidense-israelí, especialmente si Israel elige cumplir con su amenaza de no permitir que Irán se convierta en una potencia nuclear. Con esto en mente, el nexo estadounidense-iraní es el desafío más peligroso para la seguridad de Israel en el futuro cercano.

Efraim Inbar, profesor de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan, se desempeña como director del Begin-Sadat (BESA) Center for Strategic Studies y es becario Shillman/Ginsburg en el Middle East Forum.

 

 Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México