IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Vamos a hacer un paréntesis en el análisis que venimos haciendo de la lección de Historia que nos ofrece el libro de Daniel, para reflexionar un poco en uno de los personajes religiosos más extraños que haya tenido el Estado de Israel: el Rav Itzjak Kaduri (Z”L).

Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu, right, with Rabbi Yitzhak Kaduri, an influential Sephardic leader, during a Sukkot holiday gathering at the Nachalat Yitzhak synagogue in Jerusalem Tuesday Oct. 21, 1997. U.S. peace envoy Dennis Ross is in the region holding talks with Israeli and Palestinian leaders in an effort to push peace negotiations forward. (AP Photo/Zoom 77)

Se cree que el Rav Kaduri nació hacia 1902 en Bagdad, y murió en 2006, con -por lo menos- 104 años de edad. Algunos sostienen que pudo haber tenido hasta 118.

Erudito y cabalista, fue una de las personalidades más respetadas en el contexto del Judaísmo Sefaradí. Se calcula que a su funeral asistieron unas 300 mil personas, lo que demuestra la alta estima que gozaba en la sociedad del Estado Judío.

En los últimos años se ha discutido mucho acerca de las opiniones que el Rav Kaduri expresó sobre el Mesías. Incluso, ha circulado una noticia falsa, según la cual el Rav habría escrito un pequeño papel sobre el Mesías, en el que habría “codificado su nombre”, y que no sería otro sino Yehoshúa. Con esto en mente, muchos cristianos se han entusiasmado diciendo que el Rav reconoció un poco antes de morir que Jesús de Nazaret era el Mesías.

El dato, como ya dijimos, es falso. Ha sido sistemáticamente desmentido por los hijos y los discípulos del Rav, que han señalado que para cuando supuestamente se escribió este papel, el Rav tenía décadas de haber dejado de escribir por la debilidad de su avanzada edad. Y, sin duda, lo más sintomático es que NADIE conoce a un testigo directo que haya visto el supuesto escrito. En todos los videos o documentos que circulan en internet sólo se dice que “alguien lo vio”, pero hasta el día de hoy no ha aparecido una sola persona que se identifique como testigo presencial de ello.

En otras palabras, sólo es un chisme que no vale un centavo.

Lo que sí sabemos es que el Rav hizo varios comentarios muy interesantes sobre “el Mesías”, que podemos resumir en las siguientes ideas:

a) El Rav siempre dio por buena la supuesta “profecía” que le hicieron desde niño, respecto a que sería tan longevo que vería la llegada del Mesías.
b) El Rav señaló que el Mesías se manifestaría después de la muerte de Ariel Sharón.
c) También señaló que el Mesías, en principio, pese a estar ejerciendo su rol no estaría consciente de ser lo que es, y que esto sólo se lograría con el paso del tiempo.
d) Finalmente, dijo que quienes más se iban a rehusar a reconocerlo como Mesías serían, paradójicamente, los judíos religiosos y ortodoxos, debido a que su primera impresión sería que “el Mesías” no tendría el perfil que le ha construido la tradición. Curiosamente, al principio sería más fácilmente aceptado por los judíos laicos y no observantes, y sólo hasta después por los tradicionalistas.

Cuando Ariel Sharón falleció el 11 de enero de 2014, después de varios años en coma, las expectativas por “la manifestación del Mesías anunciada por el Rav Kaduri” se hicieron sentir en muchas publicaciones en internet. Pero nada parece haber sucedido, y poco a poco la emoción ha ido desapareciendo.

Aunque hay otra opción: que no se haya entendido lo que realmente quería decir el Rav Kaduri.

Recodemos que el Rav fue un cabalista, y este tipo de místicos -como cualquier otro portador de un conocimiento hermético- difícilmente opinará en un sentido literal. Por definición, son tradiciones que se expresan en lenguaje simbólico o, por lo menos, velado. No se debe NUNCA hacer una lectura literal de lo que dice un cabalista. Siempre hay que buscar un trasfondo que, a primera vista, no se deja percibir.

Comencemos por la idea general: el Rav Kaduri dijo, en pocas palabras, que el Mesías sería algo muy diferente a lo que las expectativas tradicionales han señalado.

Y tiene lógica en medio de todo lo que venimos exponiendo desde las notas anteriores: en términos generales, la imagen del Mesías como líder guerrero que libera la tierra de Israel se forjó al fragor del exilio, y en muchos sentidos fue una clara nostalgia por Simeón bar Kojba, último rey de Israel y útlimo líder militar que estuvo a punto de derrotar a los romanos.

Pero en los últimos años sucedió algo que, OBJETIVAMENTE, nos obliga a replantearnos esa idea tradiciónal: en 1948, el Estado de Israel recuperó su independencia y autonomía, convirtiéndose otra vez en la nación libre del pueblo judío, SIN LA INTERVENCIÓN DE ALGUIEN QUE HAYA SIDO IDENTIFICADO COMO “EL MESÍAS”.

No hay vuelta de hoja. Olvídense de que “el Mesías vendrá a liberar la tierra de Israel”, porque eso ya sucedió. Los sectores religiosos judíos que no aceptan la legitimidad del Estado de Israel -cada vez más reducidos- han tenido que construir una justificación teológica para preservar su expectativa tradicional, y ahora hablan de “liberar a la tierra de Israel del sionismo”. Pero eso, en la realidad práctica, es absurdo: Israel es libre en términos de que es un Estado Judío gobernado por judíos. Se puede discutir mucho sobre lo bien o mal que esté el gobierno, pero la realidad inmediata es que, como territorio judío, es un territorio libre.

En términos generales, la ortodoxia judía simplemente ha ido aceptando lo obvio: no existe en la Escritura ninguna profecía o cosa semejante que indique que la liberación de Eretz Israel tendría que ser obra de alguien identificable como “el Mesías”. Deuteronomio 30, el texto modelo para entender la restauración de Israel, centra todo en la obediencia a la Torá, no en la llegada del Mesías.

Entendiendo esto, pasemos a lo siguiente: de todos modos, el Rav Kaduri asume que el Mesías viene a gobernar Israel, pero que incluso comenzará su oficio como líder sin darse cuenta que es el Mesías.

¿Cómo puede ser posible eso? El moderno Estado de Israel es una democracia parlamentaria, y eso nos obliga a asumir otra realidad inobjetable: la visión tradicional del Mesías como un rey es, hoy por hoy, imposible e irreal.

Todavía hace 100 años, cuando el movimiento sionista comenzaba su esfuerzo por recuperar Israel como nación para el pueblo judío, la idea de un rey era razonable. Media Europa estaba gobernada por reyes. Pero después de la II Guerra Mundial todo cambió. La transformación de los paradigmas políticos fue radical, y la democracia terminó por imponerse como el modo de gobierno en muchos países -Israel entre ellos-.

En este momento histórico no hay modo de que una monarquía se establezca en Israel. La propia sociedad israelí no lo permitiría. Si mañana un grupo de ortodoxos anunciara que ungieron a tal o cual persona como “rey de Israel”, lo único que se lograría sería la burla del público.

Pero en sus comentarios, el Rav Kaduri -reitero- asume que el Mesías sí va a ejercer su rol de liderazgo, eminentemente político.

Luego entonces, el Rav estaba dando por sentado que el Mesías sería un Primer Ministro de Israel. Es el único oficio en donde una persona puede comenzar su trabajo como líder sin darse cuenta que es el Mesías.

Por eso resulta lógico que, en principio, los religiosos tradicionalistas se rehúsen a aceptarlo, pero los judíos laicos o no observantes acepten seguirlo. Se trata de una idea poco o nada tradicional, pero perfectamente razonable para los tiempos en los que estamos viviendo.

En otras palabras, lo que el Rav Kaduri estaba señalando es que la modernidad habría de obligar al Judaísmo tradicional a reconsiderar sus expectativas sobre “el Mesías”, y que éste saldría del único lugar lógico desde donde se puede gobernar al pueblo judío en la tierra judía: del gobierno del Estado de Israel.

¿Qué tiene que ver la muerte de Ariel Sharón con todo esto?

Ariel Sharón, como nadie, representa el choque ideológico que el tradicionalismo judío tuvo con la refundación de Israel y, sobre todo, su defensa contra los ataques enemigos. No es difícil de entender: la postura religiosa tradicional, hacia 1947, estaba más que convencida que el proyecto sionista era un riesgo demasiado grave para un pueblo que acababa de salir de su peor persecución (el Holocausto). Convencidos de que si no era “por medio del Mesías” la refundación de Israel sería sólo otro fracaso, se opusieron a la integración de un Estado laico dirigido por personas no religiosas.

Naturalmente, no fue una actitud universal en los ambientes religiosos. Grandes sabios del siglo XX, como el Rav Avraham Itzjak Hakohen Kook vislumbraron las bondades del retorno a Israel como nación libre, y comenzaron a darle forma al sionismo religioso en el nuevo Estado judío.

En contra de los pronósticos de los anti-sionistas, el Estado judío se impuso a sus enemigos y, a partir de 1973, quedó claro que no habría de ser destruido por medio de una guerra. A partir de ese momento el conflicto cambió, y el enemigo dejó de ser el ejército de algún país vecino y pasó a ser el terrorismo reinventado por la OLP de Yasser Arafat. Pero aún así, Israel sobrevivió y se volvió a imponer.

Sin duda, en todo ese contexto difícil y complejo, la imagen del guerrero israelí por excelencia fue la de Ariel Sharón, una persona no religiosa que nunca fue del total agrado en los medios más ortodoxos. Pero, paradójicamente, fue la encarnación perfecta de todo aquello que se hubiera esperado de “el Mesías”: un líder indiscutible, un brillante militar, y especialmente un hombre que infundió el miedo y respeto en los enemigos de Israel. Además, cuando supo que la alternativa a tomar era la política, no dudo en dejar de actuar como soldado.

Si tan sólo hubiese sido un judío de kaftán, sombrero y bucles, tal vez hubiese sido declarado El Mesías.

Más allá de esa especulación, una cosa es definitiva: a la muerte de Ariel Sharón, casi 66 años después de la refundación de Israel, el panorama religioso judío sería completamente diferente al de 1947 y el Rav Kaduri lo sabía perfectamente bien. Había sido testigo de la lenta pero segura evolución.

Los judíos de hoy -religiosos o no religiosos- ya no vivimos con la sombra del Holocausto, ni con la psicología de ser un pueblo apátrida y extranjero en todos lados. Sabemos que tenemos un refugio seguro en Israel, independientemente de nuestra postura política. Por lo tanto, la realidad es que aunque conservemos nuestras expectativas tradicionales sobre el Mesías en el nivel teológico, en el nivel existencial hemos cambiado radicalmente. Ya no estamos esperando al gran militar que derrotará a los enemigos de Israel porque el moderno Estado judío está lleno de militares competentes que mantienen a raya a todos los que quieren destruirlo.

Lo que necesitamos -como toda nación en la Tierra- es un gobernante que haga bien las cosas.

Pero tampoco necesitamos un restaurador de la autonomía política de Israel. Eso ya se logró desde 1948. Necesitamos alguien emanado de un proceso electoral, para que pueda gozar de la legitimidad que dan las urnas para el ejercicio del poder.

Y tampoco necesitamos a alguien que reconquiste Jerusalén. Eso lo logramos en 1967. Necesitamos alguien que la cuide.

¿Alguien?

No, no es sólo una persona. Más bien, una institución. Sea quien sea el Primer Ministro de Israel, necesitamos que el gobernante en turno gobierne bien, con la legitimidad de las urnas, y cuide no sólo de Jerusalén, sino de todo el patrimonio judío.

El Mesías está más cerca de lo que nos imaginamos. Ya existe la estructura social, política y hasta económica para que pueda ejercer sus funciones. Cierto: plantearlo así es hacerlo en un modo nada ortodoxo, nada tradicional, nada parecido a lo que fue la expectativa de un pueblo exiliado y errante durante casi dos mil años. Pero es lógico: ya no somos ese pueblo exiliado y errante. Es inevitable, por lo tanto, que las expectativas cambien.

El Rav Kaduri lo supo. Lo pudo ver perfectamente bien. Tenía unos 46 años cuando Israel se independizó, y luego fue testigo de cómo -pese a las reservas de los líderes ortodoxos-, se consolidó como una nación libre y segura, derrotando siempre a sus enemigos.

Sin duda, eso lo ayudó a entender que la redención mesiánica estaba más cerca de lo que cualquiera, en ese momento, podía ver. Y, sobre todo, que no había llegado como consecuencia de algo mágico y sobrenatural, sino como parte de un proceso en el que miles y miles de judíos participaron luchando, trabajando, a veces incluso sacrificándose.

Cierto: el moderno Estado de Israel todavía no termina de parecerse a lo que nuestros sabios de todas las épocas soñaron. Pero ¿cómo se remedia eso? ¿Esperando otro Mesías? No. Como lo dice Deuteronomio 30, el texto modelo para resolver esta cuestión: obedeciendo Torá.

El compromiso espiritual del Judaísmo sigue siendo exactamente el mismo.

En resumen, ¿a qué se refería la profecía del Rav Kaduri sobre el Mesías? A mí me parece claro: a que, inevitablemente, terminaremos por reconocer que en la figura del Primer Ministro del Estado de Israel se encarnan, en la realidad actual, nuestras expectativas mesiánicas.

Claro, los laicos y los no observantes lo reconocerán primero. Los ortodoxos y tradicionalistas, después.

Lo dijo el Rav Kaduri, no yo.


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