2733667w_optA. SOTILLO

En «Libelo contra la secta», el escritor y periodista Hermann Tertsch hace un mordaz repaso de los últimos años de nuestra historia y relata su peripecia de disidente frente al poder durante «los años más negros del zapaterismo»

Hermann Tertsch nos presenta una radiografía de nuestra más reciente historia, escrita con valentía, erudición… y mucha ferocidad. «España está hecha un asco y nadie con cierta lucidez negará que aún puede empeorar su situación.» Así comienza el libro, y desde ahí continúa hacia arriba ganando en intensidad. Tertsch define su obra como «libelo». Pero cuando así lo hace, nos explica, está descubriendo «un juego de palabras». «Revela la vocación del libro de no andarse con chiquitas, y reivindica el término libelo como escrito de ataque y defensa», puntualiza.

Su requisitoria sobre nuestra inmediata historia se articula en torno a los hechos y desventuras de «la secta» o camarilla formada en torno a Zapatero. «En los últimos seis años -nos explica el autor-, ha habido un cambio generacional en el PSOE, con la desgracia de que en torno a Zapatero llega una gente que quiere mimetizarse con el presidente y que comparte sus características: baja formación, frivolidad cultural, desprecio de la historia. Que quiere gobernar contra una parte de España y liquidar a la transición desde la evocación de la Segunda República. Que legitima el todo vale. Son una secta en el sentido de que se dicen: “tenemos unos fines tan buenos, queremos hacer tan felices a los españoles que podemos permitirnos todo tipo de tropelías”. Es el adanismo bolchevique que dice que los actos que vinieron antes de nosotros nada valen; en tanto que los que llegan con nosotros, todos, nos están permitidos».

En paralelo a su enfrentamiento al poder, Tertsch cuenta también su peripecia personal. La historia de una discrepancia contra el mundo biempensante que jalea al poder y que se siente amparado por éste. Una disidencia que le ha valido a menudo insultos y ataques irracionales de todo tipo. He aquí el ejemplo de una de las arremetidas a las que debió hacer frente:

«Me quedé estupefacto, helado, aquella mañana en la calle de Serrano, junto a la Puerta de Alcalá. Un señor ya entrado en años se me acercó y me espetó: “Judíonazi”, para seguir a continuación su rumbo como si nada hubiera ocurrido y sin mirar atrás. No es plato de buen gusto ser insultado en la calle. Lo sé desde hace años, aunque por supuesto fue coincidiendo con mi trabajo diario en televisión cuando estas cosas se convirtieron en frecuentes. Durante algunas temporadas ha sido difícil que pasara un día sin escuchar un “hijo de puta nazi”o un “fascista de mierda”. Lo dicho, nada agradable. Como no lo fue entrar por primera vez a un retrete en Telemadrid y ver un “Tertsch nazi”, que estuvo allí en la puerta durante más de un año, saludándome durante toda la semana laboral.»

Tertsch tiene más de un episodio para contar sobre cómo se demoniza al disidente. «Van contra cualquiera que abra la boca. Les da lo mismo. Dragó, Reverte, cualquiera que abra la boca. El adversario debe ser liquidado. Van a destruir al que discrepa y generar miedo al que todavía no lo hace», nos relata.

El autor, gran conocedor de la cultura centroeuropea y de los procesos de ascensión de los totalitarismos en Europa durante los años treinta, traza algunos paralelismos escalofriantes entre el presente y el pasado. Cita a Primo Levi: «Ha sucedido y, por tanto, puede volver a suceder». Y recuerda cómo Tzvetan Todorov nos alerta de que no podemos sentirnos a salvo de que en nuestra sociedad vuelvan a aparecer los mecanismos que hicieron posible la aparición de aquellos regímenes. Ese paralelismo, nos cuenta, es notable en el ámbito de «una educación encaminada a crear masa, a ir contra la individualidad, a mandar un mensaje contra la trascendencia y la religión, en el que el ciudadano es una ruedecilla más en el mecanismo de la prometida felicidad». Y tiene su caldo de cultivo en el embuste: «Cuando se deja que la mentira gobierne impunemente, cualquier cosa es posible. Y en España, han entrado como elefantes en cacharrería armados con la mentira hasta los dientes. Han construido un régimen basado en la mentira, que busca la irreversibilidad de su proyecto y hacer imposible la alternancia. Entonces es cuando, buscando ese objetivo, viene la democracia con adjetivos: la democracia mejorada, el nuevo socialismo, la democracia avanzada. Fórmulas para explicar que esta democracia no les vale».

Por escalofriantes que parezcan los paralelismos, el autor cree que sería una irresponsabilidad cerrar los ojos: «He dedicado años a estudiar aquellos regímenes del siglo XX que nos prometían el cielo en la tierra y luego sembraron de muerte todo el continente. Sería un grave error no ver los peligros que nos acechan: la liquidación de la cultura democrática y de la reconciliación».

De «la secta», Tertsch destaca su mediocridad, y selecciona a algunos de sus miembros a los que describe en demoledores epigramas: «Ahí está -escribe- la irresistible ascensión de la verdulería política. Plagada de Leires, Bibianas y Zerolos, que crecieron entre muñecas que cantaban la internacional». O el dedicado al flamante primer vicepresidente del Gobierno: «Nuestro Fouché, que es Rubalcaba, el hombre que mejor maneja los miedos y las sombras, que tiene organizado un perfecto alcantarillado por el que mover información e intereses…». O Ernest Benach, «que entró como jardinero en el Parlamento que ahora dirige y al que no se conocen otros méritos para su insólita carrera más allá de su militancia en ERC». Pero, junto a estos lacerantes epigramas, a Tertsch no le faltan las más graves autoridades intelectuales en las que asentar su juicio. Por su libro circulan Thomas Mann, Julien Benda, Isaiah Berlin, W. H. Auden, Orwell, Danilo Kis o los ya citados Primo Levi y Todorov. Pensadores del compromiso y de la defensa de la dignidad. Junto a la estocada mordaz, el peso de la autoridad moral e intelectual.

«Mi escrito podrá parecer exagerado, histriónico, injusto desde luego y en todo caso caótico. Mi principal intención ha sido la denuncia del maltrato insoportable a que han sido sometidos los españoles por Zapatero y su secta», concluye Tertsch.

Fuente:abc.es