MORRIS STRAUCH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

LA_PARTIDA

La diáspora, el exilio, está íntimamente ligado a la historia de nuestro pueblo, desde antes de la invasión Asiria del 733 AC.

Dentro de la misma diáspora hay otro exilio representado por la relación que mantienen los integrantes de nuestras comunidades entre sí, en este caso, la desvinculación. No todos tienen una vida comunitaria, algunos encuentran su camino fuera de ella, en otros medios sociales, colegios, clubs, organizaciones locales, privadas, estatales, extracomunitarias, hasta en otros credos.

Uno de los motivos de distanciamiento comunitario es la vida en pareja con una familia gentil que aporta la mayor parte del ambiente familiar, social y de las decisiones. Si no se suma la vida de ambos, una predomina y otra se disminuye; si los hijos repiten la dosis, no aprenden nuestras tradiciones y no se casan con parejas judías, su descendencia ya pierde esta identidad.

Hay casos en los cuales la composición de la pareja no califica para que los padres puedan inscribir a sus hijos al colegio, donde ellos mismos estudiaron. Esa generación deja de estudiar en un colegio israelita, la comunidad misma la desvincula de la formación académica hebrea; en la Ciudad de México algunos siguen con un pie adentro de la colectividad por medio del CDI, la tnúa o el schul, otros no.

En otros casos la comunidad, regida por criterios religiosos, deja fuera de ella a algunos que no siguen su vida con estos principios. Unos se ajustan a los preceptos, otros buscan puertas abiertas en otros lados.

Otro factor distanciador es el migrar a una ciudad donde no hay miembros de la colectividad, un factor implacable de separación, no se puede hacer vida comunitaria donde no hay una comunidad.

Otro porcentaje encuentra el mundo gentil más acogedor que la comunidad de sus padres, con la cual no tiene tanta empatía; ahora, si a esto le sumamos que su trabajo o profesión casi no implica relación con la comunidad, adiós. Otros tienen una actividad diversa, multicultural, global, ellos pueden interactuar en todos los medios étnicos incluido el suyo propio, con mayor o menor frecuencia, dependiendo de la identidad de su pareja y sus lazos familiares.

Otra diáspora de la diáspora la viven los conversos, aceptados como paisanos en la comunidad que los convirtió pero discriminados por grupos ortodoxos que tienen criterios diferentes. Otra más, la viven los conversos en matrimonios mixtos que se llegan a separar, como es normal, y van dejando de frecuentar los centros comunitarios para no ver a la ex pareja, después de unos años su única relación con la comunidad son los amigos que hicieron durante los años de matrimonio.

En sentido inverso, familias que se asimilaron y dejaron su comunidad por 1 o 2 generaciones, dan nietos que se saben judíos, y algunos desean volver a la comunidad, se casan por la ley de Israel y algunos se vuelven observantes para reafirmar su regreso.

Con estas y otras variantes, el pueblo hebreo va viviendo una parte de su interacción social y étnica fuera de Israel, dentro de su riqueza socio-cultural vive también su diáspora de la diáspora, o el autoexilio.

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