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SILVIA ISABEL GAMEZ

 

Nir Baram duda. Sí, dice finalmente el escritor israelí, su novela La sombra del mundo puede leerse como un desafío al capitalismo global.

Es también un intento por profundizar en el mundo actual con una novela sobre el sistema capitalista, abordado desde tres perspectivas: un movimiento de jóvenes desempleados en Londres que busca destruirlo, una empresa consultora estadounidense que se beneficia del sistema, y el personaje del israelí Gabriel Mantsur, justo en el centro, quien tras aprovechar las ventajas de la globalización intenta redimirse ante la sociedad.

“En general, las novelas que he leído sobre el capitalismo, de autores estadounidenses, son narraciones simplistas, que se limitan a demonizarlo, como un manifiesto de estudiantes en contra del sistema. Yo quería escribir una novela compleja, sin olvidar también sus ventajas”.

En Israel, lo mismo que en España, cuenta Baram, han calificado la novela de nihilista. “Pero yo creo que la literatura tiene que ofrecer ideas, hacer reflexionar al lector”, explica el autor de Las buenas personas. “Después de medio siglo de manifestaciones organizadas por la clase media, los jóvenes desempleados de mi historia, procedentes de la clase baja, gente sin nada que perder, ya no creen en acampar en Wall Street, sino en la violencia. Y ese va a ser un tema para el futuro: el uso de la violencia en las protestas sociales”.

Cada uno de los personajes de La sombra del mundo (Alfaguara) tiene una ética que se ve enfrentada a las reglas del sistema o de su lugar de trabajo, señala, una pugna que considera crucial, pues implica la defensa de sus creencias políticas bajo el capitalismo.

“A diferencia del comunismo, que requiere de tus aptitudes y tu lealtad, el capitalismo sólo necesita de tu talento. Ha creado una división sin precedentes entre las creencias políticas y el trabajo. En 2011, medio millón de personas en Israel salió a la calle para protestar contra la desigualdad social, incluso gente que trabajaba en IBM o en Google. No lo digo como una denuncia o una crítica; es una descripción de lo que sucede hoy en día”.

Es difícil imaginar un sistema distinto al capitalista, si no existe otro que pueda sustituirlo.

Es cierto. Los jóvenes manifestantes de Londres en la novela enfrentan eso todo el tiempo. El capitalismo es algo tan natural como la salida del sol. La gente les pregunta qué ofrecen a cambio, y ellos responden: nada. Queremos detener el mal, esa es la idea, y no piensan que deban ofrecer una alternativa, lo cual puede ser difícil de digerir para un lector que cree en la democracia. De lo que se trata es de crear un orden económico distinto. Lo interesante es que el capitalismo ya no está funcionando, de acuerdo con su propia teoría. Su mayor promesa, la movilidad social, va en descenso, la gente es más pobre cada año. Estamos viviendo una situación crítica contraria a la lógica del capitalismo, cuyo fracaso es comparable al de la URSS.

¿Piensa que las decisiones del gobierno griego son cruciales para determinar hasta dónde se puede retar al sistema capitalista?

Grecia es un buen ejemplo. En la novela, los manifestantes de Londres piensan que no se puede ir en contra del capitalismo de manera aislada, que la lucha tiene que ser global. Cuando se trata del gobierno de un estado soberano, debemos entender que no es independiente en términos de economía. Por eso creo que la lógica de mis personajes es acertada: se necesita un frente unido de varios países para enfrentar las fuerzas de la globalización.

Hace un año creía posible la existencia de dos estados, Israel y Palestina, algo que ahora considera imposible. ¿Qué ha ocurrido en este tiempo para que cambiara de opinión?

Estoy escribiendo un reportaje para el periódico Haaretz, que se llama Caminando por la Línea Verde (la frontera que separaba a Israel de los territorios palestinos antes de la guerra de 1967). Lo que descubrí es que no existe en realidad una Línea Verde, porque existe una interrelación entre israelíes y palestinos en Cisjordania. Hay dos posibilidades: un estado, un voto, y otra más complicada, en la que estoy reflexionando, dos estados con libertad de movimiento en su frontera, como el modelo europeo. Son las dos únicas soluciones posibles en este momento. Creo imperativo que Estados Unidos no actúe como intermediario. Debe intervenir Europa porque los Estados Unidos siempre se ponen del lado de Israel en las negociaciones con Palestina, y los palestinos desconfían con razón de ese país.

Pero Netanyahu (primer ministro israelí) acaba de rechazar la mediación de Francia, que proponía un plan para retomar la negociación con Palestina.

A Netanyahu sólo le preocupa mantener el statu quo, no cambiar nada. Eso es muy peligroso, porque tiene mucho éxito en eso. La única forma de enfrentarlo es ofrecer una nueva propuesta.

¿Tendría que llegar la izquierda al poder para cambiar la actual situación?

La izquierda en Israel es ridícula, su triunfo es algo muy lejano, y si llegara al poder, tampoco haría nada. Yo apuesto por una iniciativa desde abajo, de los pueblos palestino y judío. No creo en ningún gobierno ni en una negociación de Estados Unidos ni en la presión de los europeos. Desde hace tres años hemos impulsado (intelectuales, periodistas y ONG de ambos países) una propuesta llamada “Dos estados, un territorio”.

¿Qué han logrado en este tiempo?

No hemos cambiado el mundo, pero estamos trabajando juntos y creciendo todo el tiempo. Hemos podido cuestionar la solución de dos estados divididos, de los años 90. Somos un movimiento de miles y miles de palestinos y judíos. Si me preguntas si considero posible que nuestra iniciativa se concrete, creo que en diez o 15 años será la única solución, aparte de la de un solo estado. Me citas y luego ya verás.

 ¿Qué le han hecho los artistas israelíes a la Ministra de Cultura (Miri Regev) para que los llame “intrigantes” y “arrogantes”?

Sólo tengo una frase como respuesta: lo dice porque hace muy feliz a su público, es la única razón. Cuando ataca a los artistas de izquierda que quieren destruir a Israel emociona muchísimo a su público del partido Likud. Pero recuerde que ni ella ni ese hecho son importantes, el propósito es distraer a la gente del verdadero problema, que es Netanyahu. Es una idea genial de Netanyahu para distraer la atención.

Fuente:noticiasnet.mx