ENRIQUE RIVERA PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Jacobo Zabludovsky era la cara familiar de los domingos, cuando hace mucho ayeres uno veía su noticiario. Era el hombre que iba hasta Cataluña para entrevistar a Dalí, o quien iba al Circo Atayde y cuando había que pasar entre las jaulas de las fieras sólo decía: “Y desde aquí podemos apreciar al león y al tigre”. Pero también era el entrevistador que cuando quería cerrar la conversación, con una fina ironía le decía a su interlocutor: “Pues ya no le quito su tiempo”.

 

Y es que el tiempo, esa materia de la cual está hecha la vida, fue un aliado de Jacobo Zabludovsky, quien aprovechó cada minuto de su tiempo estudiando, cultivándose, haciendo amigos; con su pulso firme y su sonrisa franca.

Tiempo después, cuando yo estudiaba la Carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva, en la otrora ENEP de Acatlán, algunos maestros hacían referencia a un Jacobo Zabludosvky, encumbrado a base de esfuerzo, tenacidad, capacidad y elocuencia en un programa de noticias que marcó camino e hizo escuela, 24 Horas, y nos decían: “Seguramente muchos sueñan con quitarle los audífonos a Zabludovsky”.

El tiempo y la suerte me hicieron conocerlo en vida y haber recibido el prestigioso premio APEIM de sus manos. Pero también, y gracias a la bendita profesión del periodismo, tuve la oportunidad de encontrarlo en varias ocasiones. Y, “en corto”, era otra cosa. En el Martini Club, donde él era miembro distinguido, se invitaba a personalidades de diversos ámbitos para que dieran charlas.

En una ocasión, en el Centro de la Ciudad, se llevó a cabo una de estas tertulias. Al hacer uso de la palabra, uno de sus directivos saludó a todo los asistentes y dijo: “Hoy tenemos la suerte de tener a una personalidad, un hombre de mundo que nos hablará de un tema muy interesante. Pido un fuerte aplauso para el Lic. Jacobo Zabludovsky. La gente aplaudía, incluso el mismo Jacobo, un tanto sorprendido. Pasó al frente y dijo: ”Caray, para la otra por lo menos avisen”, la carcajada del público asistente no se hizo esperar.

En otra ocasión, al ser homenajeado el laureado Gabriel García Márquez, al dirigirle unas palabras recordó cómo se encontraron en París y fueron a tomar una copa. Palabras más, palabras menos, rememoró: “Luego vimos que no sería una copa solamente”. Creo que para muchos no fue difícil imaginar un restaurante parisino, con varias copas entre pecho y espalda, y otras más que esperaban, mientras la conversación de estos dos hombres enriquecía el ambiente y viajaban, sin moverse un centímetro, a lugares y épocas. Porque a García Márquez no tuve la suerte de tratarlo, pero a Jacobo Zabludovsky lo que le sobraban eran temas y tópicos para platicar y compartir.

Hoy, 2 de julio, casi al finalizar la tefilá, alguien mencionó que Jacobo Zabludovsky Z”L, había fallecido. Para mí fue como si estuviese leyendo un periódico o viendo un reportaje y de pronto, en medio de la hoja o la pantalla, un agujero negro se abriese. O para decirlo en palabras de Miguel Hernández: “La pena tizna cuando estalla”.

De algo estoy seguro, a donde vaya nuestro Jacobo (“lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad”, dice Alberto Cortés) habrá tema de conversación, algo que informar, alguien a quien entrevistar. Estoy convencido de que una parte de él se queda entre nosotros.