SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Tras el acuerdo de Irán, los judíos de América se dirigieron a las organizaciones judías liberales de la clase dirigente a las que han remitido tantos cheques a lo largo de los años esperando que hagan algo al respecto.


Por Daniel Greenfield

Vice presidente de EEUU Joe Biden con presidente de la ADL Abraham Foxman
Vice presidente de EEUU Joe Biden con presidente de la ADL Abraham Foxman

La clase dirigente no se enfrentará a Obama.

Y las organizaciones hicieron lo que mejor saben hacer. Expresaron su preocupación. 


La ADL (Liga Anti Difamación, por sus siglas en inglés) estaba “profundamente preocupada” por el acuerdo nuclear de Irán hace dos años. Ahora anunció que tiene “motivos de preocupación”. No se sabe si el próximo jefe de ADL, el compinche de Obama Jonathan Greenblatt, también está preocupado, pero no importa ya que con la preocupación de la ADL y cinco dólares se puede obtener un helado de canela Dolce Latte en Starbucks. 


AIPAC también está “profundamente preocupado” por el acuerdo. Como lo está John Boehner. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, estaba “profundamente preocupado” por el programa nuclear de Irán, hace ocho años. OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica) estuvo “profundamente preocupado” por él hace cuatro años. Y Obama está ahora “profundamente preocupado” por los estadounidenses en Irán que no se molestó en rescatar. La última vez que estuvo “profundamente preocupado” por el tema fue hace dos años. 


Expresar preocupación, profunda o de otra índole, es una fórmula sin sentido que tranquiliza a las personas realmente molestas por un tema que se están tomando en serio, por parte de las organizaciones que en cambio las ignoran.

 
Después de cuatro años, los conservadores han aprendido que la preocupación de Boehner no equivale a mucho. Los judíos de América están desconcertados al darse cuenta de que las organizaciones que esperaban que les ayudaran son tan inútiles. 


El liberalismo judío americano depende del mito reconfortante de que en tiempos de crisis, sus organizaciones dan un paso adelante hasta el desafío, al rescate de judíos del Holocausto, salvando a los judíos soviéticos y luchando por Israel. En la vida real, la clase dirigente cuenta con una larga historia de lucha contra grupos “radicales” y “extremistas” quienes en realidad hacían estas cosas, antes de finalmente subirse al tren y luego reclamar todo el crédito.

 
Antes de recaudar fondos para Israel, la clase dirigente era militantemente anti-sionista.

En los años 20, el ‘establishment’ desviaba el dinero de Israel a colonias agrícolas “judías” de la URSS. En un momento en que el futuro de Israel pendía de un hilo, se guiaban por un informe de Louis Fischer, simpatizante comunista y propagandista (y futuro anti-comunista), que negaba que hubiera hambre y exhortaba a gastar millones en colonias soviéticas. 


La JDC (organización de ayuda humanitaria judía Joint Distribution Committee) ha comprometido más recursos para el desarrollo de la agricultura en la URSS que para Israel. Fortunas que podrían haber sido utilizadas para salvar a incontables judíos del Holocausto y construir un Israel fuerte fueron canalizadas hacia la URSS. Cuando los comunistas habían conseguido lo que querían de sus idiotas útiles, muchos de los empleados de la Joint terminaron colonizando gulags.


Esta fue una de las divisiones anteriores entre sionistas y antisionistas en la vida judía americana, con los antisionistas siendo simpatizantes comunistas o sus idiotas útiles. Como Stephen Wise señaló: “Los protagonistas de esta colonización estaban más preocupados por Rusia que por los judíos”.


Un recaudador de fondos de $16 millones (más del doble de lo que el JDC había gastado en Israel) iba acompañado de propaganda que afirmaba que los judíos de los asentamientos soviéticos habían encontrado una “nueva vida” y un “futuro feliz”. David A. Brown, jefe anti-sionista de la Campaña Unión Judía, afirmó que se desharía del antisemitismo. En poco tiempo, la mayoría de los empleados de la Joint habían sido fusilados o encarcelados por Stalin.

 
Pero para entonces se había perdido más de una década y una fortuna. Por el momento el proyecto de colonización soviética había sido desacreditado, las limitaciones británicas a la inmigración judía habían cerrado otra puerta.

En 1943, James N. Rosenberg, jefe de JDC, declaró que el mundo debe aprender una lección del “trato de Rusia a las minorías”. Mientras tanto, la URSS había comenzado su campaña contra los “cosmopolitas desarraigados”; una referencia codificada para los judíos. Los dos judíos rusos a los que dio la bienvenida, Salomón Mikhoels e Itzik Feffer, pronto serían asesinados por Stalin como parte de una purga mayor de los judíos soviéticos.

 
No habiendo aprendido nada de la carnicería de su propia gente de la Joint por parte de Stalin, el antisionista Rosenberg entonces sugirió que los judíos de Europa después de la guerra debían trasladarse a la URSS. Porque un genocidio no fue suficiente.

Finalmente en 1950, Rosenberg, cuya obra “En las estepas” era una pieza clave de la propaganda oficial de las colonias soviéticas, tardíamente admitió que su proyecto había “acabado en polvo, cenizas y muerte”.

Israel no existe gracias a la clase dirigente, sino a pesar de ella. Existe porque mientras los jefes del ‘establishment’ en Nueva York iban tragando las mentiras soviéticas, los jóvenes judíos agricultores trabajaban la tierra en Israel. Si Israel sobrevive, será debido a sus agricultores, no a los jefes corruptos de Nueva York.

La clase dirigente judía estadounidense siempre ha sido anti-sionista. Era antisionista antes de la fundación del Estado de Israel. Es anti-sionista hoy. Entonces y ahora, se disfraza del antisionismo detrás de excusas, mientras reorienta dinero para sus causas políticas de mascotas. Cuando Israel hubo ganado, se reescribió la historia y la clase dirigente judío antisionista se convirtió en sionista; aunque se tratara de un sionismo sólo de nombre. 

Durante los años 20, el establecimiento redirigió la ayuda fuera de Israel y hacia la URSS. Los respetables líderes de la clase dirigente emitieron declaraciones indignadas sobre todos los desagradables jóvenes sionistas. Luego, en los años 30, hubo una causa más progresista que la de salvar judíos de la Alemania nazi y su nombre era FDR (República Federal Alemana). 


Una vez más la clase dirigente estaba “profundamente preocupada” por el asesinato en masa de los judíos, y estaba dispuesta a celebrar reuniones mientras emitía declaraciones de profunda preocupación. Lo único que no podía y no quería hacer era realmente desafiar a un presidente liberal que se había convertido en héroe progresista.

Eso redujo a los “extremistas” judíos del Grupo Bergson que sacó molestos anuncios en periódicos con títulos poco moderados como “Seres Humanos garantizados a $50 cada uno”. La clase dirigente los condenó como radicales irresponsables que estaban socavando todos sus silenciosos esfuerzos de diplomacia interna.

FDR [Roosevelt]estaba mucho más preocupado por los sentimientos musulmanes que por vidas judías. Al final de la guerra, Roosevelt dijo que había aprendido más sobre el problema judío hablando con el rey saudí durante cinco minutos. En Yalta, Roosevelt había dicho a Stalin que estaría feliz de dar al rey saudí “los seis millones de judíos de los Estados Unidos”.

El rey saudí había declarado: “La palabra de Alá nos enseña, e implícitamente nosotros lo creemos … que para un musulmán matar a un judío, o que lo mate un judío le asegura una inmediata entrada en el Paraíso y en la augusta presencia de Alá. Qué más puede desear un musulmán en este duro mundo”. 

El Secretario de Estado Adjunto Breckinridge Long, quien astutamente bloquea los esfuerzos de rescate judío, escribió en su diario que “Todo el mundo Mahometano tiende a exacerbarse en los indicios de que las fuerzas aliadas están tratando de localizar judíos bajo su protección en territorio musulmán”. 

Mucho antes que Obama o Carter, un presidente liberal estuvo sacrificando judíos al antisemitismo musulmán con la complicidad de las principales organizaciones judías que prometieron a sus electores que su diplomacia interna tendría éxito. Y después de que hubieran muerto seis millones, las organizaciones que los dejaron morir pasaron el resto del siglo recaudando fondos sobre sus cenizas para crear programas de tolerancia y grandes edificios.

En los años 60, llegó la hora de la URSS. Durante décadas, el ‘establishment’ judío había expresado su “profunda preocupación” por la persecución organizada de judíos en la URSS. Mientras la dirigencia se centró en mantener abiertas las líneas de comunicación con la URSS, jóvenes activistas judíos en Estados Unidos llevaron a cabo protestas. No se limitaron a desfilar; interrumpieron el diálogo que el establishment tanto deseaba.

Al igual que el Grupo Bergson, estos activistas eran jóvenes y extremistas. No les impresionaban las reuniones con funcionarios. En su lugar se dieron cuenta de que tenían que convertirse en una molestia para tener éxito.

No estaban “profundamente preocupados”. En vez de eso, actuaron y fueron condenados por ello.

Si el acuerdo nuclear de Obama es derrotado, no será por los que forman parte del ‘establishment’. La clase dirigente invierte en su propia credibilidad y política. Hará una manifestación de la lucha contra el acuerdo de Irán antes de recaudar fondos de su miserable fracaso. Y el dinero se destinará a financiar sus causas progresistas.

El establecimiento no se enfrentará a Obama, como no se enfrentó a Roosevelt. Las soluciones creativas no vendrán de la clase dirigente, sino de fuera de ella. La clase dirigente siempre falló cuando se trató de Israel, el Holocausto y los judíos soviéticos. Esperar que haga algo sobre Irán más que estar “profundamente preocupada” es una fórmula para la decepción.

No es tiempo para más diplomacia interna en la que los jefes de la clase dirigente chatean con políticos y vienen con cuatro libras de nada en un saco roto. Es hora de que el activismo contundente despierte a todos a la realidad de que estamos frente a un futuro en el que los terroristas islámicos tienen armas nucleares.

Mientras ADL gasta dinero en planes de lecciones sobre Bruce Jenner y la poesía de la justicia social, mientras la UJA (la mayor organización filantrópica judía del mundo, con sede en Nueva York) hace guiños y financia el BDS, un grupo irregular de activistas volverá a ser llamado para enfrentarse a Armagedón. La clase dirigente los condenará como radicales y extremistas, y si tienen éxito, todo el mérito será obra suya.

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