HENRIQUE CYMERMAN BENARROCH.

Según el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, los líderes del pueblo que inventó el ajedrez han hecho un jaque mate a los negociadores estadounidenses, que Jerusalén cree que fueron “doblegados por los ayatolas”.

La mayoría de los israelíes, incluida la oposición, considera que se trata de un acuerdo imperfecto, algo así como una elección entre algo malo, peor o mucho peor. Los israelíes no confían en las inspecciones que, según el acuerdo, la comunidad internacional deberá llevar a cabo en las instalaciones nucleares.

El pasado sábado, el líder supremo de Irán, el ayatola Alí Jamenei, alabó los eslóganes que se oían en las manifestaciones iraníes pidiendo la destrucción de Estados Unidos e Israel: “Han oído ‘muerte a Israel’, ‘muerte a EUA’. Lo han oído. La nación entera retumbaba con estos eslóganes. Pedimos a D-os que acepte estas plegaras pueblo iraní”.

Recientemente, el 53% de los israelíes contestó en una encuesta internacional que el proyecto nuclear iraní es la mayor amenaza para el mundo.

Por todo esto, en Israel señalan que el gran guardián del proyecto nuclear iraní puede ser solo uno: los servicios secretos israelíes, el Mosad, que en las últimas dos décadas han invertido gran parte de sus esfuerzos en controlar cada detalle de la carrera nuclear.

Los expertos opinan que en los próximos diez o quince años Irán no podrá cruzar la línea nuclear, ya que solo podrá enriquecer uranio en un 3.67% y, para lograr una bomba, hace falta un 85%. Por otra parte, los iraníes están limitados para almacenar 300 kilos de uranio enriquecido y solamente en las instalaciones de Natanz..

En la sede del Mosad, en Glilot, al norte, la pregunta más repetida es: “¿Y si continúan haciéndolo en secreto, lejos de los ojos de los inspectores, quizás en instalaciones desconocidas?”.

En el 2002, el Mosad lanzó una serie de operaciones en territorio iraní, y su líder, Meir Dagan, consciente de las limitaciones israelíes, lanzó operaciones conjuntas con sus homólogos estadounidenses, británicos, franceses, alemanes e, incluso, con países árabes con los que no mantiene relaciones diplomáticas.

Así fue como fueron descubiertas las instalaciones secretas para el enriquecimiento de uranio, y con la ayuda de la inteligencia francesa fueron desveladas centrifugadoras en distintos lugares. También fue así como se descubrió la construcción del mecanismo de explosión nuclear encabezado por el profesor Mohsen Fajrizadeh, considerado el cerebro del proyecto.

De los quince científicos que se encontraban a la cabeza del mismo, seis perdieron su vida en ataques de los que Irán responsabilizó a Israel. Por su parte, Estados Unidos desmintió su participación en estas operaciones, aunque se abstuvo de condenarlas.

Otra pregunta que se hacen en el Estado Mayor del Mosad es: “¿Quién puede controlar y asegurarse de que la experiencia acumulada a lo largo de los últimos quince años no sea utilizada para construir una central nuclear secreta en algún rincón del enorme Estado iraní?”.

Los distintos servicios de inteligencia desvelaron también un sistema de compras para el proyecto en Europa, Extremo Oriente y Sudamérica, del cual Israel y sus aliados crearon compañías ficticias que vendieron a Teherán equipos defectuosos.

Luego, el Mosad y la prestigiosa unidad de inteligencia militar israelí 8200 en cooperación con la CIA y la NASA lanzaron la Operación Juegos Olímpicos, en la que durante un largo periodo atacaron las computadoras del proyecto nuclear, causándoles grandes daños, así como a sus centrifugadoras.

En abril de 2013, llegó a Glilot una información ultra secreta muy preocupante para Israel procedente de Mascate, la capital de Omán. Según la información, representantes de EUA se reunían en secreto con altos cargos iraníes, intentando convencerlos de que una solución diplomática a la crisis sería lo más adecuado y prometiéndoles concesiones de antemano. En Israel entendieron que EUA optaba por otro camino y que tardó en informar a Israel al respecto.

Paralelamente, Washington reflejó cada vez menos entusiasmo en cooperar con Israel en sus operaciones en territorio iraní. Así es como en las últimas semanas fuentes norteamericanas citadas por The Wall Street Journal han señalado que Israel espió en las negociaciones entre los países occidentales e Irán, introduciendo un virus en las computadoras de los hoteles en los que éstas tuvieron lugar. En Israel lo desmintieron inmediatamente, pero las relaciones entre los servicios de inteligencia ya no son las mismas que antes.

En las reuniones de emergencia que han tenido lugar en los últimos días en Israel, la conclusión es que los servicios secretos norteamericanos tendrán ahora un interés mucho más reducido en seguir de cerca lo que ocurre enIrán, ya que “ningún Estado querrá invertir recursos para probar que se equivocó al apostar por la perestroika iraní”. Por eso el Mosad sabe que quizá por primera vez estará solo ante Irán.

En 1981, Israel destruyó en un bombardeo aéreo con ocho aviones de combate la central nuclear de Irak; la inteligencia israelí estaba convencida entonces que el problema ya estaba resuelto, y en la siguiente década no se percataron del gran esfuerzo del Presidente Sadam Husein de alcanzar una bomba nuclear. También Washington abandonó Corea del Norte después de que el Presidente Bill Clinton firmara un acuerdo con ellos en 1994 y no se dieron cuentas de que ese país continuaba desarrollando una bomba nuclear a sus espaldas.

El acuerdo de Viena provoca, según los israelíes, una reacción en cadena que convierte a Irán en un país regionalmente reforzado desde el punto de vista estratégico, y deja a sus rivales, especialmente los sunitas encabezados por Arabia Saudita y Egipto, más vulnerables.

Con el levantamiento de las sanciones contra Teherán, los israelíes creen que la profunda crisis económica iraní se suavizará y que los grifos del apoyo económico a Hezbolá en Líbano, a Hamás en Gaza, a Bashar al-Asad en Siria, y a los hutíes en Yemen incrementarán su caudal.

Una personalidad involucrada en el dossier iraní en los últimos años señala a La Vanguardia que el gran dilema de los líderes israelíes será decidir entre dos opciones: informar al mundo sobre las violaciones iraníes al acuerdo, arriesgándose a quemar sus fuentes, o permanecer en silencio y esperar al día en que Israel decida atacar a Irán, si no ocurre antes lo contrario.

La inteligencia israelí ha decidido también seguir de cerca todos los signos de cambio interno en la sociedad iraní que puedan conducir incluso a la caída del régimen. En el Mosad recuerdan que en el pasado, antes de la revolución islámica, Irán e Israel eran aliados muy cercanos.

Todo depende de la pistola humeante que el Mosad pueda aportar en caso de darse alguna violación iraní del acuerdo. Una de las pocas voces de la comunidad de inteligencia israelí que apoyó el acuerdo es el general Ami Ayalon, ex jefe de los servicios secretos Shin Bet. Según él, se trata de un acuerdo imperfecto pero la mejor alternativa para Israel, ya que aleja la bomba nuclear iraní a un mínimo de diez o quince años, lo que él considera una “eternidad” en Oriente Medio. “No hay acuerdos perfectos. Cuando venga el Mesías, seguro que todo será perfecto. Hasta entonces, es mejor ser prácticos”.

Fuente: La Vanguardia.