MIRIAM BALEY PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO.

Pablo Rudomín Zevnovaty, nacido en 1934,  es un orgullo de nuestra Comunidad. Es un biólogo, fisiólogo y científico judío mexicano que ha recibido las siguientes preseas: 

  • Premio Nacional de Ciencias y Artes (1979)
  • Premio Príncipe de Asturias (1987)
  • Premio Elizondo
  • Varios Doctorados Honoris Causa, entre ellos el de la UNAM 2014

ALUMNO DEL COLEGIO TARBUT

“Nosotros vivíamos en la zona de Tepito, Peralvillo, en un edificio donde había cuatro familias: la nuestra, la de Marcos Rosenbaum, la de Samuel Gitler, y la de Carlos Gitler, su primo. Curiosamente, los cuatro terminamos siendo científicos.

El papá de Marcos y el mío eran socios, por lo que él y yo siempre tuvimos una buena amistad, y siempre fuimos muy curiosos. Hicimos toda clase de invenciones y diabluras.

Yo estudié en el Colegio Hebreo Tarbut y él, en el Colegio Universitario México. En una de mis clases de química, nos dieron la fórmula de la pólvora como un ejemplo de mezcla, así que los dos nos reunimos con el ánimo de fabricarla. De milagro, no se prendió, porque nunca se nos ocurrió que los materiales se mezclan húmedos y no secos.

Yo creo que esta afición surgió de la imaginación que teníamos. Supimos del tesoro de Cuauhtémoc, que lo enterró aquí cuando llegó, y hacíamos hoyos para buscarlo.

Fue una infancia interesante.

En el Tarbut, en secundaria, tuve dos maestros excelentes, Gilberto Hernández Corso, profesor de Geografía y Biología, y Luis O. Batres. Ya en la preparatoria, fui su ayudante en el colegio en las prácticas de Biología.

Me motivaron mucho en la cuestión de ciencia.

En ese entonces, el Colegio Israelita y el Tarbut era un universo demasiado cerrado. El contacto que tenía yo con el medio no-judío era muy limitado. Había que ir a la preparatoria y yo decidí ir a la Nacional.

Una de las cosas que no me gustó era estar en la escuela siempre con los mismos compañeros y las mismas cosas. Entonces, entré a la Preparatoria Nacional y, para mí, fue enterarme de otro mundo; un mundo muy rico e interesante”.

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LA CIENCIA Y SUS DILEMAS

“Fui al Politécnico, como en un tour, gracias al hermano de Gilberto Hernández Corso. Para mí, fue un momento determinante porque fue la primera vez que vi laboratorios de investigación. Fue un despertar. Decidí, entonces, cambiarme a Ciencias Biológicas.

Acabé la carrera; fui un muy buen estudiante pero no conseguía trabajo, ni siquiera un puesto de auxiliar de investigación. Hice un acuerdo con mi papá y quedamos en que, si en un año no conseguía trabajo como fisiólogo, como biólogo, entonces iba a estudiar lo que él quería: ingeniería mecánica.

Estuve trabajando un año con Garcías Ramos, quien me sugirió que podía trabajar en el Instituto de Cardiología, y acepté. Estuve con Rosenblueth y estaba programado para entrar a trabajar con él el 16 de enero de 1957.

Ése día, entré al laboratorio a trabajar y, a medio día, me fui a comer a mi casa. Mi padre no se sentía bien, así que llamé al cardiólogo y lo revisó. Salí a la farmacia a comprar unas medicinas y me llamó un vecino, diciendo que tenía que regresar porque había pasado algo. Efectivamente, mi padre había fallecido.

Para la familia, yo fui el ejemplo del mal hijo porque no seguí con el negocio de mi papá. Para mí, fue tratar de demostrarme que me fui por la ciencia, que tomé la decisión de mi vida. Y así fue.

Años después, cuando saqué el Premio Nacional- la ceremonia estuvo presidida por López Portillo- mi mamá vino desde Israel y estaba muy emocionada, y me dijo ‘qué bueno que no nos hiciste caso’.

Para mí fue una cuestión de obsesión, de decisión, un modo de vida, un modo de ser.

El año 1957 fue determinante para mí por muchas razones: trabajé en Cardiología, me casé con mi esposa, falleció mi padre.

UN PIONERO DE LA INHIBICIÓN PRE SINÁPTICA

Me entrevisté con Raúl Hernández Peón, que ha sido uno de los científicos jóvenes mexicanos más brillantes que ha habido. Le iban a hacer un instituto de investigación- lo que actualmente es el Instituto de Neurología- y me invitó a trabajar con él en sistema nervioso central. Era una buena oportunidad porque estaba estudiando en el Instituto Rockefeller.

Hablé con Rosenblueth. La beca Guggenheim no la podían transferir a Europa, así que se nos ocurrió pedir una beca a la Fundación Rockefeller. Me dieron la beca y nos fuimos a Italia en el ’60 o ’61.

Al final de la estancia, se fundó el Centro de Estudios Avanzados en Zacatenco, donde trabajo actualmente, y habían nombrado a Rosenblueth como el Primer Director. Entré ahí y ahora ya soy Decano. Entré como estudiante y profesor al mismo tiempo.

Uno de los requisitos para dar clases era tener el doctorado, así que me dieron cuatro años y comencé a trabajar en eso.

En el CEA, comencé a hacer investigaciones sobre los reflejos laríngeos, y encontré una inhibición pre sináptica. Hablé en un simposio sobre ese tema y a Rosenblueth no le agradó, así que discutimos sobre que debíamos hablar bien del tema utilizando la información de los trabajos de investigación ya realizados. Aunque discutimos esa vez, y muchas otras más, siempre me apoyó.

La línea que yo seguí fue la de la inhibición pre sináptica. Esto quiere decir que el sistema nervioso puede controlar la información antes de que llegue al propio sistema nervioso. Te cambia las imágenes de la realidad. Se trataba de una cuestión que no era aceptada por los fisiólogos, así que me sentí muy bien por haber sido uno de los que tomó el problema en sus manos. Fui muy necio; me enamoré de esa idea y, afortunadamente, ahora ésa ya es tomada como una cuestión establecida. Es un concepto que ha cambiado maneras de ser y de pensar en el campo.

LA MEMORIA DEL DOLOR

Ahorita estoy escribiendo un artículo para Nature’s (acerca de la memoria del dolor) . Es sensacional porque llevas toda la cuestión de los mecanismos de dolor a identificar circuitos neuronales que están involucrados en estos asuntos. Ahora estamos probando con otros agentes para ver si se pueden reducir.

Hoy en día, está muy de moda el tema de la memoria al dolor, particularmente notorio con el dolor crónico. Acaba de salir una serie de investigaciones que tiene que ver con lo que estamos haciendo, que señalan que se puede borrar temporalmente la memoria del dolor. Es lo que estamos investigando ahorita con la lidocaína y, también, con pequeñas cantidades de morfina, o inhibiendo la síntesis de proteínas. Estamos viendo cómo se puede manipular o borrar y reactivar esa memoria. Y esto tiene, obviamente, implicaciones clínicas.

EL CONOCIMIENTO, UN MARTILLO

Nosotros no hacemos ciencia para la humanidad, aunque deseamos que sea para su beneficio. Lo que no haríamos es alguna cosa que pudiera utilizarse para mal. Siempre he dicho que el conocimiento es como un martillo; puede utilizarse para construir casas o para romper cabezas. Depende de tus valores éticos y morales cómo lo usas.

Hay muy pocos científicos mexicanos. Tenemos muy buenos científicos pero el número de científicos para las necesidades del país es muy reducido.

SER JUDÍO

¿Qué significa para mí ser judío? Son mis orígenes, es parte de la cultura que tengo pero no lo identifico como una religión porque yo no soy religioso. Pero, cuando yo le hacía esa pregunta a mi mamá, me decía: “Pregúntales a los antisemitas. Ellos lo saben muy bien”.