La mirada exclusiva de un periodista judío desde el interior de Irán.

Lo primero que me llamó la atención de Shahab Shahamifar mientras caminábamos a la sinagoga una mañana de sábado de julio fue su kipá. Era de tamaño mediano, negra, tejida, y la llevó todo el tiempo que duró nuestra caminata por las calles de Teherán.

Entonces me di cuenta de que nadie levantó la mirada.

Dr. Siamak Moreh Sedgh, representante de la comunidad judía elegido al parlamento de Irán. (Foto: Larry Cohler Esses)
Dr. Siamak Moreh Sedgh, representante de la comunidad judía elegido al parlamento de Irán. (Foto: Larry Cohler Esses)

Silvia Schnessel para Enlace Judío México – Más tarde, cuando el rabino se alargó un poco con un sermón sobre la porción de haftará de la semana, dejé los servicios temprano, y Shahamifar se apresuró a acompañarme hasta el primer bloque más o menos antes de volver a rezar. Esta vez, además de su kipá llevaba un talit largo, un chal de oración, también sin ningún sentido de autoconciencia.


El sábado es día laboral en la capital de Irán, y las mujeres con chador y los hombres en trajes de negocios caminaban de prisa entre nosotros sin mirarnos siquiera. Por otra parte, la noche anterior, cuando varios cientos de fieles se reunieron para los servicios de la noche del viernes en la Sinagoga Yousef Abad en el norte de Teherán, observé, también, que la gran entrada del santuario se mantenía abierta a la calle mientras la gente se desparramaba en multitudes en la acera. No hay seguridad de ningún tipo a la vista.


“En comparación con Europa”, se jactó el Dr. Siamak Moreh Sedgh, representante electo de la comunidad judía en el parlamento de Irán”, las sinagogas aquí son de los lugares más seguros”. También dijo con orgullo: “Tenemos un alto índice de personas que siguen la Halajá” o ley tradicional judía, “y una baja tasa de asimilación. La tasa de matrimonios mixtos entre los judíos iraníes es inferior al 1%”.

Por supuesto, hay muchos menos judíos ahora que antes de la Revolución de Irán de 1979.

Homayoun Sameyah Najafabadi, actual presidente del Comité Judío de Teherán, el cuerpo central de la comunidad judía de Irán, me dijo que sólo había 9.000 judíos, citando datos del censo del gobierno iraní en el que la gente debe indicar su religión. Otros líderes judíos insistieron en que había entre 18.000 y 20.000. Basan sus estimaciones en su conocimiento de las afiliaciones comunales en varias ciudades de Irán. De cualquier manera, es una gran caída de los 80.000 a 100.000 judíos que vivían en Irán antes de 1979.

Muchos de estos judíos se fueron inmediatamente después de la caída del sha. Una comunidad en gran parte orientada a los negocios, sus miembros mantenían estrechos lazos con Israel bajo el gobierno del sha. Muchos fueron gravemente sorprendidos cuando Habib Elghanian, uno de los principales empresarios y filántropos del país – y jefe titular de su comunidad – fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento por cargos que incluían “contactos con Israel y el sionismo”.

En 1998, otro judío, Ruhollah Kadkhodah-Zadeh, fue ejecutado, según informes, por ayudar a los judíos a emigrar ilegalmente.

CEO del Comité Judío de Teheran. (Foto: Larry Cohler-Esses)
CEO del Comité Judío de Teheran. (Foto: Larry Cohler-Esses)

Poco después, se levantaron las restricciones a la emigración. Así que los que viven en el Irán de hoy optan por hacerlo. Incluso las ofertas de bonos en efectivo procedentes de Israel que van de $ 10.000 para las personas a $ 61.000 para las familias no han logrado movilizar a los que ahora viven allí para que se vayan.

Según Moreh Sedgh, los que han quedado son principalmente miembros de la clase media – comerciantes, pequeños empresarios y profesionales. “El rico tenía dinero para mudarse a Estados Unidos y volver a establecerse allí”, dijo. “Los pobres, que no tenían nada que perder, se trasladaron a Israel”. Pero Najafabadi me aseguró que un fuerte contingente de los pobres se quedó entre los judíos de Irán.

“Tenemos personas que reciben caridad de la comunidad, incluyendo carne, arroz y fruta”, dijo.

Quienes toman la decisión de quedarse, aun cuando sus líderes se erizan con hostilidad hacia el sionismo y el Estado de Israel, viven bajo un paraguas de protección del gobierno.


Fuente: Forward / Larry Cohler Esses

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