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Hubo enfrentamientos en el Monte del Templo en el período previo a Rosh Hashaná, y yo culpo a Moshé Dayan. Él fue el ministro de defensa israelí políticamente correcto que en 1967 no pudo soportar el pensamiento de los judíos a cargo del sitio del Templo del Rey Salomón, la mezquita al Aqsa y la roca desde la que Mahoma montó a su caballo hasta el Paraíso y sobre el que Abraham se preparó para sacrificar a Isaac. Los israelíes lo habían conquistado en la Guerra de los Seis Días y habían izado su bandera sobre la mezquita Al Aqsa. Dayan ordenó que fuera arriada, e informó al Waqf -la organización musulmana jordana que había administrado la zona bajo la ocupación árabe- que ésta seguiría a su cargo.

MICHAEL LEDEEN

Dayan era un inconformista político, por decirlo suavemente, insistía en referirse a sí mismo como un “mesopotámico”, o “cananeo”, y su casa y jardín eran una especie de museo de reliquias antiguas (muchas hurtadas del Museo Israel y otras simplemente tomadas ilegalmente en el curso de campañas militares) que precedían al propio Judaísmo, un reflejo de su escepticismo religioso.

Por lo que he podido enterarme, Dayan no tenía ninguna autoridad para emitir tal orden, pero él simplemente lo hizo. Y bajo las circunstancias -se había convertido en un héroe icónico- nadie se sentía con seguridad como para desafiarlo.

Fue una torpeza terrible. Hoy, el Monte del Templo es el único territorio en Israel donde no es aplicada la libertad de culto, porque el Waqf musulmán quiere que sea una zona estrictamente islámica. Los judíos, cristianos y agnósticos no tienen permitido reunirse allí para la observancia religiosa de ningún tipo, y las visitas turísticas son limitadas en forma estricta. Ninguna de tales restricciones son permitidas en sinagogas, iglesias, y áreas tales como la Ciudad de David, justo fuera de los muros de la Ciudad Vieja de Jerusalem.

Los musulmanes han utilizado su poder sobre el Monte del Templo en un proyecto orwelliano para “probar” que nunca hubo ninguna presencia judía allí, lo mejor para insistir en los derechos “históricos” de la ummah a ejercer el control total. Con ese fin, han sido quitadas en forma sistemática las antigüedades judías, y han sido desplegadas excavadoras para borrar cualquier evidencia de los templos en los tiempos antiguos. Esto les permite afirmar que el Templo del Monte ha sido “siempre” musulmán, aun cuando su supuesta importancia no es mencionada en el Corán.

Si Dayan no hubiera regresado el Monte del Templo al control árabe musulmán, la misma libertad de culto que es practicada en todos los otros lugares de Israel sería extendida también a esta área importante. La seguridad de Israel ya proporciona protección a Al Aqsa y el Domo de la Roca y, de no ser por la desafortunada decisión de Dayan, podría haber sido preservada la integridad arqueológica del espacio.

Como están hoy las cosas, los soldados y policía israelíes son usados para impedir que los no musulmanes visiten uno de los lugares simbólicamente más fuertes sobre la tierra, el lugar donde Abraham llevó a su hijo para ser sacrificado, donde Jesús expulsó a los usureros, y donde Mahoma inició su cabalgata celestial. Cualquiera que busque armonía final entre las tres grandes religiones monoteístas del mundo debe querer la máxima libertad religiosa y tolerancia sobre el Monte del Templo. Además, aquellos a los que les importa la preservación de los restos arqueológicos del mundo antiguo deben censurar la destrucción sistemática del rico tesoro de documentación física del pasado del Monte del Templo.

Irónicamente, el Monte del Templo es el sitio de conflicto religioso bastante frecuente como consecuencia de la decisión de un instante por parte de un hombre que buscó impedir que Israel ejerza control “colonial”, y dar autoridad a sólo una de las tres religiones. No ha funcionado bien.

 

Fuente: Forbes

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México