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Los terroristas deben irse.

DANIEL GREENFIELD

El 13 de septiembre de 1993 Arafat y Rabin estrecharon las manos por el Acuerdo de Oslo en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca. A finales de este septiembre, Abbas de la OLP finalmente repudió oficialmente los Acuerdos .

La única razón por la que el dictador de la OLP de 80 años tiene un nuevo palacio de u$s13 millones, aún cuando afirma estar corto de fondos, una cuenta bancaria de u$s100 millones y una guardia presidencial de 1000 miembros, es debido al acuerdo con Israel que él acaba de repudiar.

La OLP violó en forma repetida ese acuerdo, librando la guerra contra Israel.  Sus líderes, Arafat y Abbas, hicieron una burla de las negociaciones. Ellos sabotearon toda oportunidad de alcanzar un acuerdo dejando en claro que no lo deseaban y no querían negociar.

Ahora Abbas lo ha hecho oficial.

A Israel sólo le queda una cosa por hacer. Es hora de deportar al dictador, quien apenas controla a la mitad de la población que afirma representar, a su guardia presidencial de 1000 miembros, a su Fuerza de Seguridad Presidencial de 57,000 miembros y al resto de sus 150,000 empleados que obtienen jubilación y muchos de los que no han informado trabajar desde el año 2007.

Es hora de deportarlos a todos.

Estados Unidos, Europa y Japón han gastado miles de millones de dólares pagando los salarios de terroristas que ni siquiera se molestan en fingir que trabajan. El año pasado sus salarios sumaron alrededor de u$s2 mil millones. Los que trabajan pasan el tiempo procesando los u$s130 millones anuales que la OLP paga a terroristas condenados en Israel.

La Autoridad Palestina de la OLP tiene una Comisión Central de Elecciones, aún cuando no tiene elecciones. Los contribuyentes de impuestos estadounidenses han invertido u$s4.5 mil millones en promover la democracia en la AP en los últimos veinte años y ahora hay menos democracia que la que había cuando comenzamos a arrojar dinero por primera vez a los terroristas.

Abbas no se molesta en presentarse para el cargo. Él no se molesta en negociar con Israel. No se molesta en cumplir con los Acuerdos de Oslo. Todo lo que hace es arrojar rabietas a la ONU. Y quiere hacer eso a tiempo completo, mientras disfruta de los mejores restaurantes de Manhattan, el dictador puede comprarse un lindo condominio en las Torres Turtle Bay con vista a las Naciones Unidas y a los vagabundos sin hogar inyectandose heroína en la Plaza Dag Hammarskjold Park. Luego puede denunciar semanalmente a Israel en la ONU.

O mejor aún, devolver sus u$s100 millones a la gente a la que se los robó y darle una linda bolsa de dormir y un banco en la Plaza Dag Hammarskjold. Los terroristas traficantes de drogas en su nómina de pagos pueden suministrarle la heroína.

Deporten a los miembros de Fatah que han utilizado miles de millones de ayuda extranjera para construirse un imperio terrorista corrupto, con empleos falsos y ayuda extranjera. Deporten a los imanes del gobierno que gritan en sus programas de televisión por la guerra con los judíos “descendientes de simios y cerdos.” Deporten al cuerpo de medios de comunicación de la Autoridad Palestina que celebra cada acto brutal de terror musulmán y pide en forma casual por el genocidio.

Depórtenlos a todos.

El único justificante para mantener esta monstruosidad corrupta, estas decenas de miles de terroristas y los pedidos constantes de asesinato en masa, fueron los Acuerdos de Oslo. Israel había firmado un acuerdo. La OLP violó ese acuerdo cada vez que sus terroristas asesinaron israelíes, cada vez que pidió guerra con Israel y cada vez que atacó internacionalmente a Israel. Pero ahora finalmente los ha repudiado.

Si la OLP ya no está más vinculada con ellos, Israel tampoco lo está.

El dictador millonario de la OLP ha renunciado a cualquier reclamo legal que tiene para permanecer en el poder y permanecer en Israel. El no celebra elecciones, así que no es el representante democrático de nada o de nadie . Él reclama un estado que abarca Gaza, pero los 1.8 millones de personas que viven allí no reconocen su gobierno.

La única razón por la que pudo tener su palacio y sus presupuestos de miles de millones de dólares fue que un puñado de países grandes insistieron en fingir que su descarrilamiento iba a ir a alguna parte. Ahora, incluso cuando su bandera flamea sobre la ONU, Abbas ha dejado en claro que no está yendo a ninguna parte. Él no quiere negociar con Israel. Él quiere que la ONU imponga unilateralmente sus demandas sobre Israel. Estas demandas ya no son respaldadas por las elecciones democráticas o acuerdos legales. El dictador sólo espera dar órdenes a Israel.

Y ha habido suficiente de eso ya. Más de 1000 terroristas han sido asesinados. Abbas entrenó y financió a muchos de los terroristas que mataron israelíes. Muchos de ellos fueron parte de su guardia presidencial. Ahora exige que la ONU obligue a Israel a poner en libertad a sus terroristas para que ellos puedan matar judíos nuevamente.

Hay una respuesta mejor. Líbrense de todos ellos.

Deporten a los terroristas, deporten a sus líderes, deporten a sus lacayos, deporten a sus asesores económicos que imaginan nuevas formas de canalizar la ayuda extranjera a cuentas bancarias en Suiza, deporten a los policías que trabajan doblemente como terroristas y deporten a los lanzadores de piedras. Deporten a la OLP entera y a la infraestructura terrorista de Hamás a cualquier país que sea lo suficientemente estúpido como para aceptarlos.

Quizás Chipre o Túnez los aceptarán de regreso. O tal vez los quiera Japón, que ha gastado cientos de millones en financiar a la OLP.  Si no, ¿Qué tal Noruega, que hizo este desastre? Sabemos que los saudíes y Kuwait no los quieren, sin importar cuánto ruido hagan acerca de su “sufrimiento.”

Eso deja sólo a las Naciones Unidas. La sede de la ONU en la ciudad de New York es considerada territorio internacional. Con tres edificios llenos de burócratas inútiles y corruptos, dictadores itinerantes y sus secuaces, seguramente hay suficiente espacio para albergar al gobierno en el exilio de la Autoridad Palestina.

Y el sobrante de la Guardia Presidencial puede ser arrojado en la Plaza Dag Hammarskjold, aunque debe esperarse alguna resistencia a estos nuevos colonos por parte de la población sin hogar adicta a la heroína.

Y si la New York de Bill de Blasio no puede manejar a todos los nuevos terroristas sin hogar, siempre está Siria.

La OLP y Hamás han pasado las últimas décadas chillando que aman la muerte y nada quieren más que luchar hasta la muerte. Y luego cada vez que Israel lo intenta, ellos corren gritando para ocultarse detrás de las faldas de la CNN. En Siria, ellos finalmente tendrán la oportunidad de luchar y morir como hombres.

Entre el ISIS, Irán, Assad, los rusos, los operativos de bombardeo estadounidenses y todas las diferentes milicias islámicas, habrá suficientes conflictos para masticar y escupir  a la Guardia Presidencial de Abbas, a los atacantes suicidas de Hamás y a todos los burócratas terroristas que han no se han asomado a trabajar desde el 2007.

Depórtenlos a Siria y que Alá sortee quien obtiene las vírgenes.

Lo que Israel no debe y no puede hacer es mantener el circo andando. Netanyahu ha estado esperando que en algún punto la OLP se desacreditaría tan minuciosamente que nadie podría fingir ya más que era posible una paz negociada.

Pero ese día nunca llegará.

Abbas repudió las negociaciones en la ONU y a cambio la ONU izó su bandera terrorista. Él se niega a presentarse para el cargo, pero el resto del mundo finge que él representa algún consenso democrático. Su propio pueblo lo acusa de robar suficiente dinero para mantener a la viuda de Arafat en carteras parisinas caras por el resto de su vida y los auditores internacionales sólo se encogen de hombros.

Los terroristas musulmanes nunca pueden desacreditarse ante los ojos de sus admiradores y partidarios occidentales. Nada que haga Abbas, incluidos sus intentos repetidos de un gobierno de unidad con Hamás, convencerá jamás a los que simpatizan con los terroristas en la ONU que el fracaso en lograr la paz es culpa de los terroristas.

Todo lo que puede hacer Israel es desentenderse de todo el asunto, derrotar a los terroristas y convertirlos en el problema de Siria. Israel nunca convencerá a la ONU que tiene razón, pero puede tomar la iniciativa y terminar el error.

El régimen de la OLP no tiene más base legal para mantener su presencia dentro del  Israel de 1967. Debe irse.

 

 

Fuente: Front Page

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México