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“El ejército ya ha hecho su trabajo y el área está asegurada”. Estas palabras pronunciadas el viernes por el ministro polaco de Defensa, Tomasz Siemoniak, fueron el pistoletazo de salida para una tromba de buscadores de tesoros que este fin de semana se han echado al monte en Walbrzych, en la Baja Silesia.

ROSALÍA SÁNCHEZ

A principios de agosto, el polaco Piotr Koper y el alemán Andreas Richter hicieron público que habían descubierto la localización de un legendario tren cargado de oro nazi y enterrado en un túnel de las montañas de cuyo contenido reclamaban una parte al Estado de Polonia en calidad de descubridores.

Comenzó entonces una romería de curiosos y aventurados frenada solamente por la advertencia oficial sobre la existencia de bombas de la II Guerra Mundial posiblemente aún por explotar y todavía diseminadas por las montañas, así como el peligro de restos químicos o radiactivos que podrían resultar peligrosos para los paseantes. Los trabajos del ejército polaco al mando del coronel Artur Talik durante la última semana garantizan sin embargo que ya no hay peligro y ahora es otro ejército, este armado con detectores de metales, el que ha tomado las montañas en busca del Dorado nazi.

Durante décadas han circulado rumores en la región sobre un tren nazi blindado y supuestamente desaparecido en la ruta ferroviaria entre Breslavia y Walbryzch. Según el narrador de la historia, el tren estaría cargado de armas, de prisioneros o de joyas, oro y obras de arte. Esta última hipótesis es la que se ha convertido en un promotor de goteo de turismo para Walbryzch, ciudad de 125.000 habitantes en la que el tren del oro nazi ha cobrado el aura de los mitos. “No dicen la verdad. Aquí no había bombas de la guerra. Lo que ocurre es que los soldados han cerrado la zona para buscar ellos el tren con la excusa de las bombas. Ya se lo he dicho a mis hijos. No iban a dejar que venga aquí cualquiera a llevarse el oro. Pero como hacía buen tiempo y estaban empeñados en venir, pues aquí estamos”, explicaba ayer una anciana de 82 años.

Barbara Nowak-Obelinda, conservadora de los monumentos de Baja Silesia, se queja de que los paseantes han excavado antiguos cementerios y restos arqueológicos, como el campo de la batalla napoleónica de Struga, de 1807. La portavoz de la policía Magdalena Koroscik teme por las consecuencias que esta fiebre del oro nazi acabe teniendo para los cazatesoros. Es una zona de difícil acceso en la que no es difícil que ocurran incidentes. Koroscik relata que algunos de los visitantes, que caminan a lo largo de los estrechos corredores en la roca por los que circulan las vías del tren, ya han estado a punto de ser arrollados por la locomotora mientras se hacían un ‘selfie’. Un hombre de 35 años hubo de ser trasladado a un hospital después de caer a una fosa cuando cavaba en el panteón de la familia Von Kramst.

La imagen que ha levantado tantas expectativas es una especie de radiografía que Koper y Richter obtuvieron con un georadar de gran penetración (GPR) y que sus abogados entregaron al Museo del Ejército junto a la petición de un 10% de todo lo que allí fuese encontrado. La fantasmal imagen fue publicada por el periódico Gazeta Wroclawska y ha inspirado numerosas investigaciones adicionales que han servido para localizar e incluso destapar túneles mineros y búnkeres subterráneos que no se utilizaban desde los tiempos de la guerra y en los que, por el momento, no hay ni rastro del tren.

Expertos rusos han sugerido que el contenido del tren podría contener la Cámara de Ámbar del palacio de Catalina la Grande, mientras que el Congreso Mundial Judío avisa de que todo objeto de valor que perteneciera a víctimas del Holocausto debe ser devuelto a las familias.

Fuente:elmundo.es