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DEBORAH KAMINER PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Escuchando sobre todos estos atentados, siendo testigo de las tormentas emocionales de todas las personas de mi alrededor, siento la necesidad de expresar lo que hay dentro de mi, de gritar al mundo, y sobre todo a los líderes de este país, lo que pienso.

No soy una persona con grandes influencias, no tengo un titulo importante, ni tengo los medios, o el suficiente conocimiento para tomar acciones drásticas, solo tengo lo que tengo: mi voz y pensamientos.  Es por eso que quise escribir en un foro que me dio plataforma anteriormente y espero que lo haga de nuevo.

No tengo soluciones mágicas, no estoy al pendiente de todas las sensibilidades diplomáticas y las cuentas con el resto del mundo. Vivo a 15 minutos de donde sucedió el atentado en Samaria y transito estos caminos todos los días.

Mientras escucho discusiones acerca del miedo de mis vecinos y preocupación por parte de mi familia, yo no tengo lugar para el miedo (no voy a mentir y a decir que no lo siento, para nada, pero ocupa un lugar marginal), su lugar lo ocupa el enojo y la frustración. ¡¡Basta!! No es tiempo de ser víctimas, tenemos que poner fin a estos ataques. Sé que es difícil, estratégicamente hablando, controlar estas cosas, pero cuando ignoras por tanto tiempo ataques con piedras y bombas molotov, gritos y provocaciones árabes, no me sorprende que las cosas suban de nivel.

¿Por qué tenemos que sufrir pérdidas de vidas antes de que demos un “hasta aquí”? ¿Por qué el gobierno no hizo nada todo este tiempo? ¿Por qué no se castiga más severamente hasta el más mínimo intento de lastimarnos? ¿Por qué todavía titubeamos y no comprendemos nuestro derecho a esta tierra y a una vida segura en ella? ¿De quién tememos más, de los árabes, E.U., o de tener razón y todo lo que ello implica?

¡Basta! Basta de palabras, basta de excusas, basta de juegos y obras. Es nuestra seguridad y nuestras vidas las que se encuentran en la balanza, y aun más, la seguridad de todo el país. Es tiempo de ser fuertes, es tiempo de creer en D-s y en nosotros mismos y no dejar a nuestros enemigos confundirnos y romper nuestro espíritu, o aún peor, exterminarnos. No hay con quien hablar, a nadie en el mundo le importa realmente lo que pasa en este país, en el mejor de los casos, y se alegrarían con nuestra perdición en el peor de ellos. Nadie nos extiende una mano de paz. Punto.

Es tiempo de que nuestros líderes entiendan que tenemos que tomar nuestro destino en nuestras manos y ver por nuestros propios intereses a largo plazo en vez de hundirnos en esfuerzos para tratar de conseguir la aprobación y simpatía del mundo a cada paso que damos. Tenemos que escoger un mejor futuro, ser valientes y tomar medidas drásticas para asegurarse de que estas barbaridades no vuelvan a repetirse una tras otra  vez. Es tiempo de entender la importancia estratégica, histórica y religiosa que tiene el hecho de que vivamos en Israel y especialmente en Judea, Samaria y Jerusalén.  Es tiempo de fortalecer a las comunidades judías y agrandarlas, de enorgullecerse de ellas y alentar a otros a unirse al esfuerzo, de quitar los obstáculos y no de agraviarlos, de conceder permisos y optar por políticas que pongan a los asentamientos como una de las prioridades nacionales.

Porque es justo la geografía de la región la que le concede importancia estratégica en cuestiones de seguridad, y es justo en estos lugares que caminaron y vivieron nuestros ancestros, donde acontecieron los eventos más importantes en nuestra historia y formación como nación. Si tan solo pensamos en el mérito que tenemos y en lo que darían decenas de generaciones judías por encontrarse en el lugar en el que nos encontramos, entonces sabríamos que no podemos rendirnos ante las dificultades y que esta es la única respuesta: donde nuestros enemigos buscan nuestra muerte, nosotros tenemos que aumentar vida, y no simplemente vida, una vida plena y satisfecha; comunidades grandes y fuertes bendecidas con todas las bendiciones y facilidades que determinen de una vez por todas nuestra lucha sobre Eretz Israel, nuestra tierra y legado divino y milenario.