stab1Imagen publicada en la página de Facebook de un activista palestino

BRET STEPHENS

Hoy, en Israel, los palestinos están inmersos en una campaña para acuchillar a los judíos a muerte, uno a la vez. Esto es psicótico. Es maldad. Llamarlo menos que eso es servir como un apologista-  y un cómplice.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO– La verdad sobre el por qué los palestinos han sido capturados por su actual lujuria de sangre.

Si ustedes han estado siguiendo las noticias de Israel, podrían tener la impresión que “la violencia” está matando a gran cantidad de personas. Como en este titular: “Palestino muerto mientras continúa la violencia.” O este primer párrafo: “La violencia y baño de sangre se extienden hacia afuera desde puntos de fricción en Jerusalem y el Margen Occidental y parecen estar cambiando las marchas y expandiéndose, con Gaza cada vez más sumergida en ella.”

Lean más y ustedes podrían también tener una sensación de quien, según los medios de comunicación occidentales, está perpetrando “la violencia.” Como en: “Dos adolescentes palestinos tiroteados por la policía de Israel”, según un titular. O: “Ataque israelí de represalia en Gaza mata a mujer y niño, dicen los Palestinos”, según otro.

Tal fue la forma en que  medios de comunicación describieron dos semanas de ataques palestinos que comenzaron cuando Hamas mató a una pareja judía mientras estaba manejando con sus cuatro hijos en el norte del Margen Occidental. Dos días después, un adolescente palestino apuñaló a dos israelíes hasta matarlos en la Ciudad Vieja de Jerusalem, y también apuñaló a una mujer y a un niño de dos años de edad. Horas más tarde, otro palestino esgrimiendo cuchillo fue tiroteado y resultó muerto por la policía israelí después apuñalar a un niño israelí de 15 años de edad en el pecho y la espalda.
Otros ataques palestinos incluyen el apuñalamiento de dos ancianos israelíes  y un ataque con un pela-papas contra un niño de 14 años de edad. El domingo, un hombre árabe israelí atropelló a una mujer soldado de 19 años en una parada de autobús, luego salió de su coche, la apuñaló y atacó a dos hombres y a una niña de 14 años de edad. Muchos ataques han sido llevados a cabo por mujeres, incluyendo un ataque suicida fallido.

Observando las causas de este fetichismo palestino de sangre, las organizaciones noticiosas occidentales han recurrido a tropos conocidos: los palestinos se han desesperado por los resultados del proceso de paz -sin importar que el presidente palestino Mahmoud Abbas acabó de declarar nulos y vacíos los Acuerdos de Oslo; los políticos israelíes  permiten a los judíos rezar en lo alto del Monte del Templo – sin importar que Benjamín Netanyahu lo niegue y haya prohibido a los políticos israelíes visitar el sitio. Siempre está la antigua fórmula del “ciclo de violencia” que hace responsable a nadie y a todos  al mismo tiempo.

Al margen de la mayoría de estas historias está algún sentido de lo que tienen que decir los líderes palestinos. Como en estas perlas de un discurso que dio Abbas el mes pasado: “La Mezquita Al Aqsa es nuestra. Ellos [los judíos] no tienen ningún derecho a profanarla con sus sucios pies.” Y: “Bendecimos cada gota de sangre derramada por Jerusalem, que es sangre limpia y pura, sangre derramada por Alá.”

Luego está el estímulo del clero musulmán: “Hermanos, este es el motivo por el cual recordamos hoy lo que Ala hizo a los judíos”, dijo un imán de Gaza el viernes en un discurso grabado, traducido por el invaluable Middle East Media Research Institute, o MEMRI. “Hoy, nos damos cuenta del motivo por el que los judíos levantan muros. Ellos no hacen esto para detener los misiles sino para impedir el corte de sus gargantas.”
Luego, blandiendo un cuchillo de seis pulgadas, el agregó: “Mi hermano en la Margen Occidental: ¡Apuñala!”

Imaginen si un ministro blanco en, digamos, Carolina del Sur predicara en esta forma acerca de los afro-americanos, con cuchillo y todo: ¿acaso los medios serían flojos en informarlo? ¿Tendríamos al periodismo “de ambos lados”, como se usa, dejando expresarse a israelíes y palestinos, con artículos extensos explicando -y justificando en forma implícita- las quejas diversas del ministro y su sensación que su país le ha sido robado?

¿Y sería esto complementado por la usual falsa matemática del oprobio moral, que es el capital de los periodistas que cubren el conflicto entre israelíes y palestinos? En la versión meso-oriental, una cuenta de muertos palestinos más elevada sugiere mayor culpabilidad israelí. (Tal vez los paramédicos israelíes deben dejar de tratar a las víctimas de apuñalamientos para ayudar a igualar el marcador). En una versión estadounidense, ¿la mayor incidencia de delitos de negros contra blancos debe ser citada para “equilibrar” las historias sobre los supremacistas blancos?
No lo creo.

Han sido escritos tratados sobre el esquema de pensamiento de los medios de comunicación en lo que sucede al contar la historia de Israel. Dejaremos eso a un lado por ahora. La pregunta importante es ¿por qué tantos palestinos han sido capturados por su actual lujuria de sangre -por qué una psicosis comunitaria en la cual hundir cuchillos en los cuellos de mujeres, niños, soldados y civiles judíos es visto como un deber religioso y patriótico, un cumplimiento moral?

¿Desesperación por el estado del proceso de paz, o la economía? Por favor. Es hora de dejar de proporcionar a los palestinos las excusas que ellos difícilmente se molestan en hacer para sí mismos.

Es hora de darle al odio su lugar. Comprendemos su fuerza explicativa en lo que se refiere a la esclavitud estadounidense, o el Holocausto. Lo comprendemos especialmente cuando es el odio de los poderosos contra los débiles. Pero no logramos verlo cuando el odio perturba ficciones reconfortantes acerca de que todas las personas son básicamente buenas, o quieren las mismas cosas para sus hijos, o son capaces de empatía.

Hoy, en Israel, los palestinos están inmersos en una campaña para acuchillar a los judíos a muerte, uno a la vez. Esto es psicótico. Es maldad. Llamarlo menos que eso es servir como un apologista-  y un cómplice.

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico