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ESTHER SHABOT

Hubo quienes recurrieron al argumento religioso afirmando que en el Islam un asesinato como el descrito es perfectamente aceptable cuando una mujer “compromete la masculinidad y dignidad de su esposo”.

Recientemente apareció en la prensa árabe en línea un artículo en el que se denunciaba un caso ocurrido en Jeddah, Arabia Saudita, en el que un hombre  prendió fuego a su esposa y luego acabó por matarla a golpes frente a sus dos pequeños hijos debido a que tras recoger a su familia de un centro comercial, había encontrado en la bolsa de su mujer los números telefónicos de otros hombres. Pero resulta que tan aberrante como el crimen mismo, fue la reacción de varios lectores (del sexo masculino, por supuesto) que al hacer sus comentarios alabaron el acto expresando su aprobación y su convicción de que nada más lógico y justo que escarmentar con severidad a quien ha incurrido en una ofensa que mancha el honor de su marido. Incluso, hubo quienes recurrieron al argumento religioso, afirmando que en el Islam un asesinato como el descrito es perfectamente aceptable cuando una mujer “compromete la masculinidad y dignidad de su esposo”.

Por otra parte, es cierto que en los últimos años las autoridades sauditas han iniciado un presunto combate contra la violencia doméstica (que es ejercida en 99% contra las mujeres).  Pero resulta evidente que tal combate está plagado de limitaciones autoimpuestas, ya que sólo se aceptan las quejas provenientes de las propias víctimas y de nadie más. Por lo general, éstas difícilmente se atreven a denunciar a sus agresores porque temen represalias aún más graves y, además, dependen económicamente de sus parejas o de los hombres de su familia y en ese sentido, por simple instinto de supervivencia, optan por el silencio.

Ahora bien, en el citado artículo donde se relatan los hechos, se denuncia a los comentaristas que alabaron lo ocurrido calificándolos de incitadores a la violencia y promotores de la continuación de ese estado de cosas que tanto lastima y denigra a las mujeres. Se demanda por tanto que así como se persigue y castiga a quienes por medio de las redes sociales fomentan la trata de personas o la pornografía infantil, de igual modo se legisle en el Reino Saudita para censurar los comentarios dirigidos a aplaudir los casos de violencia y asesinato de mujeres en nombre del honor del macho.

A primera vista la propuesta es buena, pero es aquí donde aparecen los matices referentes a la ambivalencia que implica limitar la libertad de expresión en aras de defender una causa justa en términos de derechos humanos. Porque de inmediato salta el dilema del daño que puede causar, por otra parte, la cancelación o limitación de la libertad de expresión en función de la óptica, intereses y consideraciones de quienes detentan el poder estatal. Por eso, más urgente que acallar a los misóginos entusiastas del honor masculino, sería empezar a empoderar realmente a las mujeres. Darles libertad para moverse en los espacios públicos, para educarse, para ser económicamente independientes y poder así tomar sus decisiones de vida ellas mismas, sin las restricciones a las que hoy están sometidas en función de la férrea estructura patriarcal autoritaria que las mantiene en calidad de objetos propiedad de los hombres. Sólo así podrá haber avances reales en cuanto a la eliminación de la violencia contra las mujeres. Porque mientras sigan prisioneras de una tradición que las ha deshumanizado a tal grado, es una ilusión que su condición cambiará gran cosa  con tan sólo un tapabocas que impida decir públicamente lo que una mayoría de los machos de esa sociedad piensan acerca de sus mujeres con base en el torcido concepto de honor con el que han crecido.

Fuente:excelsior.com.mx