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URI DROMI

Como portavoz de Yitzhak Rabin para la prensa extranjera en 1993, estaba a bordo del vuelo a Washington para asistir a la firma de los Acuerdos de Oslo en la Casa Blanca.

Volamos durante la noche en un antiguo avión de la fuerza aérea israelí. El mismo en el que Rabin viajaba en sus giras como primer ministro.

Sus asistentes y miembros de la prensa estaban acostumbrados a las noches incómodas. Sólo Rabin, y su esposa Lea tenían todas las comodidades. El primer ministro disfrutaba de un compartimento con cortinas y una cama. Solíamos verlo en pijama, diciendo buenas noches, quizá disfrutando de una copa antes de desaparecer en su compartimento donde dormía como un bebé. Así, llegaba a su destino fresco y listo para trabajar.

Sin embargo, este vuelo fue diferente. Rabin desapareció en su compartimento como de costumbre, mientras que el ministro de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, que nunca parecía dormir, trabajaba con los medios de comunicación en la parte trasera del avión. Esta vez Rabin no lograba conciliar el sueño. Lo veía entrar y salir de su camarote en busca de otra bebida. Se notaba más inquieto que habitualmente.

A la mañana siguiente, mientras observaba su vacilante apretón de manos con Yasser Arafat en el césped de la Casa Blanca, comprendí sus grandes dudas en torno al acuerdo que estaba a punto de firmar en nombre del Estado de Israel.

La noticia de los Acuerdos de Oslo y el respaldo de Rabin fue una gran sorpresa incluso para los miembros de su equipo. Parecía que él no entraría a un acuerdo que pondría un elemento de la seguridad de Israel en manos de nadie, y mucho menos en manos de los palestinos y de Arafat.

Rabin era elSr. Seguridad” con una clara determinación para combatir el terrorismo. De hecho, como portavoz para la prensa extranjera, su inflexible actitud hacia los terroristas me complicó la vida.

El acontecimiento más importante en el período inicial de su mandato fue la decisión de expulsar a 400 miembros de Hamas y la Yihad Islámica a Líbano. Cuando los libaneses se negaron a recibirlos, se quedaron varados en la frontera, dejándonos en un desastre de relaciones públicas. En diciembre de 1992, el primer ministro convocó a su personal para decidir si se deben permitir visitas de médicos de la Cruz Roja. Pensando en los medios internacionales, lo motivé a que aceptase, pero él no se inmutó¿Acaso esto pondrá fin a la Intifada?exclamó. Este fue un momento revelador para mí. Comprendí que a Rabin sólo le interesaba lo que beneficiaba la seguridad de Israel, y cómo se veían las cosas en el resto del mundo era mucho menos importante. Pero también entendí lo preocupado que estaba por el terrorismo y la necesidad de ponerle fin.

Era fascinante observar cómo este líder – para el que la seguridad de Israel era todo – hacía los cambios necesarios para aceptar las negociaciones con la OLP, a instancias de Shimon Peres, mediante los llamados Acuerdos de Oslo.

La clave para entender por qué accedió a Oslo es otro aspecto de la personalidad de Rabin: su capacidad de ver el panorama completo.

Incluso como primer ministro en la década de 1970, según el relato del entonces director general del Ministerio de Relaciones Exteriores Shlomo Avineri, Rabin reconoció la necesidad de separarse de los palestinos para preservar el carácter de Israel como Estado judío y democrático. Sin embargo, tras el estallido de la guerra de Yom Kipur en 1973, llegó a la conclusión de que no era el momento adecuado. En cambió, en la década de 1990, Rabin identificó la necesidad y la oportunidad de avanzar en el proceso paz.

El contexto era el fin de la Guerra Fría, la caída del enemigo soviético, y el surgimiento de las nuevas amenazas del extremismo islámico, llamando a Israel a construir alianzas con los países moderados en sus fronteras. Rabin también temía que disminuyase la resiliencia nacional y el sentido del propósito dentro de Israel, aunado a los efectos corrosivos de la primera intifada.

Para Rabin, el proceso de paz no era algo que vendría a expensas de la seguridad de Israel, sino un riesgo calculado con el objeto de mejorar esta seguridad a largo plazo, dadas las distintas amenazas a nivel regional, con los palestinos, y dentro de la sociedad israelí.

Rabin se distinguió de otros líderes políticos por su capacidad de tomar grandes decisiones para el futuro de su país tomando en cuenta todo el panorama. Para nosotros que lo vimos en acción, era obvio que nos encontrábamos ante un respetable estadista, y no un simple político.

Fuente: The Jewish Chronicle Online

Traducido por Esti Peled

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