Incluso en el máximo intervencionismo de Rusia en apoyo de los estados árabes y sus guerras contra Israel en la década de 1970, nunca se vieron aviones de guerra rusos sobrevolando los Altos del Golán. La semana pasada, sin embargo, se cruzó esa línea cuando aviones rusos bombardearon objetivos rebeldes en Siria, a pocos kilómetros de la frontera israelí.

Por Prof. Eyal Zisser

Conversaciones en Viena

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Rusia está profundizando su participación en Siria, decidida – no importa el precio – a cumplir sus objetivos, el principal de ellos mantener el régimen del presidente Bashar Assad en el poder. Para ello los rusos están utilizando la fuerza, y luego un poco más de fuerza, y al hacerlo, están indicando su voluntad de llegar hasta el final por Assad, incluso a costa de la fricción potencial en el sur del país a lo largo de las fronteras con Israel y Jordania.

Los rusos, por su parte, también se dan cuenta que su estrategia puede terminar muy mal, como fue el caso cuando invadió Afganistán hace tres décadas. El problema es que una derrota de Rusia en Siria no implica necesariamente una victoria americana. De hecho, los grupos islamistas radicales que operan en Siria serán los principales benefactores de un fracaso de Rusia, al igual que los talibanes se beneficiaron de la caída de Rusia en Afganistán.

En medio de este contexto se celebró una cumbre histórica la semana pasada en Viena, incluyendo a Estados Unidos y Rusia, junto con Turquía, Arabia Saudita e Irán. Todos estos países comparten un objetivo común – preservar el estado sirio como principal escenario de la resistencia contra el grupo Estado Islámico y cualquier otra pieza clave de desestabilización y amenaza en la región. (Para los turcos, por ejemplo, los kurdos son una de esas piezas clave)

El problema es que Rusia e Irán quieren que el Estado sirio permanezca bajo su control, y la manera de asegurarlo es mantener a Assad en el poder. Washington, sin embargo no puede otorgar legitimidad al régimen de Assad, principalmente por la opinión pública en Occidente; aunque es totalmente plausible que a los estadounidenses no les importaría que Assad azotara a ISIS por ellos, siempre y cuando no se les culpe de haberlo dejado en el poder. Para Arabia Saudita y Turquía, Assad – y más concretamente su patrón iraní – representa una línea roja, dado que una victoria iraní supondría una amenaza para su propia seguridad.

Lo que nos lleva al dilema: Todo el mundo quiere que la guerra termine; todo el mundo quiere conservar e incluso fortalecer el Estado de Siria; pero la cuestión del carácter de este estado, específicamente quién lo controlará – Assad y sus maestros rusos e iraníes o las fuerzas de la oposición con el apoyo de los saudíes y los turcos. Este dilema sigue sin resolver, y durante las conversaciones en Viena las partes no lograron cuadrar el círculo.

Con eso, las conversaciones en Viena han revelado algo no necesariamente relacionado con el futuro de Assad y Siria.

En primer lugar, la situación sobre el terreno dictará la solución a la comunidad internacional. El éxito de Assad, con el apoyo de Rusia y de Irán, obligará a los estadounidenses a mostrar flexibilidad y quizás en última instancia, aceptar la supervivencia de su régimen en Siria. Por el contrario, si Rusia se queda atascada en el barro sirio, Moscú podría conceder a Assad, puesto que sin duda el interés ruso desbanca el interés de Siria.

En segundo lugar, los estadounidenses y los rusos pueden hablar hasta que las ranas críen pelo. Pero ninguna de las partes realmente tiene influencia sobre las partes en conflicto en Siria. Los principales grupos rebeldes, el principal de ellos ISIS, no prestan atención a Washington y menos a Moscú, por lo tanto, cualquier acuerdo que ponga fin a la guerra no significa que en realidad acabe en el terreno.

Finalmente, Irán está cosechando los frutos del acuerdo nuclear, aceptado como socio en la mesa de los adultos, ya no se lo ve como parte del problema sino de la solución.

Israel tiene una influencia mínima sobre el acuerdo que las superpotencias están rumoreando en torno a Assad. Pero un acuerdo que posicione a la Siria de Assad como país bajo el pulgar de Irán y Hezbolá, y con la bendición de Washington, requeriría que Israel se oriente en consecuencia.

Más allá de todo eso, hasta hace poco Siria era un país estable y potente. Ahora es parte del menú que se sirve a los diplomáticos en la mesa de negociaciones, sin que el pueblo sirio tenga nada que decir sobre su propio destino. Y mientras la fuerza interna y la unidad son necesarias en la guerra, vemos ahora que estas cualidades también son cruciales en las negociaciones auspiciadas por o incluso con la comunidad internacional.

 

Fuente: Israel Hayom

Traduce y edita: Silvia Schnessel para Enlace Judío México

https://www.enlacejudio.com/2015/11/03/todas-las-manos-revolviendo-la-olla-siria/

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