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DOUGLAS J. FEITH

 

Las naciones ricas en petróleo de la Península Arábiga están extrañamente ausentes en las conversaciones acerca de dónde pueden ir aquellos que huyen de Siria.

Diez mil refugiados sirios deben ser traídos a Estados Unidos, dice el Presidente Obama, porque eso es “lo que somos.” El Secretario de Estado John Kerry y su predecesora, la candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, han utilizado léxico similar para explicar la obligación de Estados Unidos. Más de la mitad de los gobernadores de estados de la nación han objetado. El 20 de noviembre, una mayoría bipartidista de la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó, en efecto, para bloquear el plan de relocalización de la administración basada en la seguridad.

Mientras el debate arrecia en EE.UU  y Europa lucha por lidiar con los refugiados que fluyen hacia el norte, se ha puesto muy poca atención a la región donde los refugiados podrían comenzar mejor una vida nuevamente: la Península Arábiga y sus países ricos en petróleo árabe parlantes, incluidos Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.

Aproximadamente 4.3 millones de refugiados de la guerra civil siria están ahora en Líbano, Jordania, Irak, Turquía y Egipto, y registrados en las Naciones Unidas. Vastos campamentos dan fe del refugio que han proporcionado estos países aun cuando luchan sin la riqueza petrolera de sus vecinos.

El contraste aparentemente se está volviendo bochornoso. Arabia Saudita, a través del sitio web de su embajada ante Washington, DC, hace la afirmación asombrosa de que ha aceptado 2.5 millones de sirios desde que comenzó la guerra civil en el año 2011. El embajador de los EAU insiste en que su país ha admitido a 100,000. No todos los refugiados sirios están registrados en la ONU, pero si esas afirmaciones fueran ciertas, los funcionarios de la ONU agradecerían públicamente a Arabia Saudita y los EAU por su ayuda en esta crisis humanitaria. Eso no ha sucedido.

“Las naciones más ricas del mundo árabe están haciendo casi nada por los refugiados de Siria”, informó el Washington Post a principios de septiembre. Durante esa época, Michael Ignatieff, un profesor en la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard, escribió en el New York Times: “¿Cuántos refugiados sirios han tomado los estados del Golfo y Arabia Saudita? Cero. Muchos de ellos han estado canalizando armas dentro de Siria durante años, y ¿qué han hecho para dar nuevos hogares a los 4 millones de personas tratando de escapar? Nada.”

En el Occidente, algo de la oposición a aceptar a los refugiados ha sido racista. Pero no es intolerante cuestionar la sabiduría de tratar de incorporar a cientos de miles -y tal vez muchos millones- de refugiados en el Occidente cuando existe una alternativa más humana.

La vida en los países occidentales para los refugiados sirios es dura. Los individuos educados y habilidosos -ingenieros y médicos, por ejemplo- a menudo son incapaces de practicar sus profesiones debido a que sus licencias generalmente no son reconocidas. Idiomas, religiones y costumbres desconocidos hacen difícil la integración.

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En naciones europeas como Francia y Bélgica, ya existen las agraviadas clases marginales árabes incluso cuando los inmigrantes llegaron bajo mejores condiciones que las que impulsan a los refugiados indigentes y desesperados de hoy día.

Los funcionarios en los países de la Península Arábiga no quieren correr el riesgo de inestabilidad política y otros problemas que podrían resultar de admitir a grandes números de refugiados. En su lugar, la inestabilidad política está siendo exportada a la Unión Europea, donde el futuro es incierto y la derecha no liberal y anti-inmigrantes está en aumento.

La mayoría de los refugiados sirios son musulmanes suníes, como lo son los líderes en la mayoría de los países de la Península Arábiga, tales como Arabia Saudita y los EAU. Los vínculos religiosos y étnicos dan a estas naciones un deber especial de proporcionar refugio.

Estados Unidos y sus aliados occidentales deben comenzar a practicar una diplomacia de buen corazón y práctica. El Presidente Obama y los líderes europeos podrían poner presión en forma urgente -tal vez incluyendo una conferencia internacional de emergencia- para exigir que Arabia Saudita, Kuwait, Bahrein, Qatar y los EAU hagan lo correcto por los refugiados sirios. Si es necesario, podrían ser utilizadas presiones diplomáticas y económicas para abochornar a estos países para que asuman sus responsabilidades.

El Occidente siempre aceptará refugiados de todo el mundo, pero cuando los refugiados sirios tienen una posibilidad mejor de prosperar en países hermanos ricos, árabe-parlantes, esa opción debe ser seguida vigorosamente.

 

 *Douglas Feith, es miembro del Hudson Institute, se desempeñó como subsecretario de defensa, 2001-2005.

 

 Fuente: The Wall Street Journal- 

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México