Un principio básico de las buenas relaciones judeo-cristianas pasa por la aceptación respetuosa de la tradición de los otros y la auto-comprensión.

Por Faydra L. Shapiro

Francisco libra un mensaje "Urbi et Orbi" desde el balcón con vistas a la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 25 de diciembre de 2015. (Foto: REUTERS)
Francisco libra un mensaje “Urbi et Orbi” desde el balcón con vistas a la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 25 de diciembre de 2015. (Foto: REUTERS)

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Ha sido un año de mucho trabajo en las relaciones judeo-cristianas, que celebran el 50 aniversario del documento verdaderamente innovador, Nostra Aetate, surgido del Concilio Vaticano II. 

Hay muchos desarrollos interesantes en el documento más reciente de la Comisión Pontificia de Relaciones con los Judíos. Hay muchos aspectos interesantes en esta nueva, y muy larga (10.000 palabras) declaración. “Los Dones y el Llamamiento de Dios son Irrevocables” es un análisis muy bienvenido del revolucionario Nostra Aetate del Vaticano II, un documento cuya misma elegancia y densidad permitió múltiples lecturas posibles. Ahora, 50 años después, muchas actitudes importantes se explican con gran claridad (en la medida en que eso es posible en las reflexiones teológicas) con el fin de evitar lecturas erróneas

A mi juicio, los puntos más importantes que los lectores judíos necesitan saber sobre la nueva declaración producida por la comisión son los siguientes:

La relación judeo-cristiana es única y cualitativamente diferente del diálogo con otras religiones. 

El Cristianismo / la Iglesia no ha reemplazado al pueblo de Israel en el plan de Dios. 

El judaísmo debe ser respetado no sólo como constitutivo de las raíces del cristianismo, sino también en su desarrollo rabínico

La Iglesia “entiende” que Jesús era judío y que los primeros cristianos eran circuncidados, observaban Shabat y eran parte de la asamblea en la sinagoga. 

También entiende que los judíos no creen en la divinidad de Jesús, y que los judíos acceden a la palabra y la presencia de Dios a través de la Torá. 

Corresponde a los cristianos luchar para eliminar el antisemitismo. 

La Iglesia no apoya una misión institucional centrada específicamente en los judíos. 

Tal vez más desafiante para los espectadores judíos sean los siguientes:

Para la Iglesia sólo hay un camino hacia la “salvación”, y es a través de Jesús.

Los cristianos no deben encontrar un significado religioso en el estado soberano de Israel. 

Se anima a los cristianos a dar testimonio de su fe en Jesús a todas las personas – incluidos los judíos. 

“Pero alto” – se podría objetar razonablemente – “¿No leímos por todo Internet que la Iglesia había renunciado a influir en los judíos?” Razonable de hecho, dado que los principales medios desde The New York Times a The Washington Post y The Jerusalem Post, todos los titulares pregonaron claramente que proclamaban de una manera u otra que los católicos no debían dedicarse a la actividad misionera con los judíos. 

El documento, de hecho, no dice esto. Si bien hay un rechazo a que cualquier iglesia o institución apoyada por la iglesia se dedique a evangelizar judíos, (“misión institucional específica“), a los cristianos se les sigue ordenando que proclamen su fe en su mesías tanto de palabra como de obra, a todos, incluidos los judíos. Y queda, en este documento, una insistencia muy clara de que sólo hay un camino a la salvación: a través de Jesús.

No es de ninguna manera la primera vez que un documento cristiano ha sido voluntariamente malinterpretado por los lectores judíos. En 1998 MK Nissim Zvili retiró su apoyo a un nuevo proyecto de ley anti-misionera a cambio de la firma de una declaración pública de una coalición de organizaciones cristianas en Israel. La declaración incluía un acuerdo de “no participar en actividades que tengan como intención enajenar [a los judíos] de su tradición y comunidad”. La prensa judía en Israel proclamó con entusiasmo que esto marcaba el fin del proselitismo en Israel con titulares que incluían “Sin actividad misionera en Tierra Santa”.

Sin embargo, algunos cristianos en Israel se sorprendieron al enterarse de que esta declaración había sido interpretada por la comunidad judía como un acuerdo para abstenerse de compartir el “evangelio” con los judíos en Israel. Como resultado, uno de los principales autores de la declaración original se apresuró a presentar una aclaración a la prensa expresando su convicción de que los judíos que creen en la divinidad de Jesús – los judíos mesiánicos – no pueden considerarse ajenos a la comunidad judía o que constituyan una amenaza para el pueblo judío. La declaración también aclaró que la proclamación del evangelio es, de hecho, “nuestro derecho y deber”, aunque debe llevarse a cabo con “normas de moralidad, sensibilidad y respeto por otras religiones”.

Las malas interpretaciones accidentalesadrede de las declaraciones cristianas son una parte de la vida judía. Tan desesperadamente queremos que sea verdad, y lo pasamos tan mal entendiendo por qué no lo es, que nos apresuramos para que así sea malinterpretándolo. Es comprensible por qué a los judíos les preocupa el tema de la misión cristiana. Nos resulta imposible conciliar declaraciones que valoran a nuestro pueblo y nuestra religión con declaraciones que permiten o fomentan prácticas que – si tienen éxito – señalarán el final de nuestro pueblo y de nuestra religión.

Sin embargo, el cristianismo es una religión universal, en la que la misión – concebida de diferentes maneras, sin duda – es un componente central. Una “mitzvá”, si se quiere. Podemos pedir razonablemente e incluso esperar que los cristianos practiquen la misión de los judíos en cierta manera, con sensibilidad, a través del ejemplo de estilo de vida, con respeto, sin promesas de recompensa, sea cual sea. Pero no podemos pedir razonablemente o esperar que los cristianos renuncien a su concepto de misión a todos los pueblos, que es intrínseca a la creencia ortodoxa en su mesías como el salvador de todos. Porque eso sería pedir a los cristianos ser algo distinto de lo que son. Nosotros, como judíos debemos ser extremadamente cuidadosos de hacerlo, afianzándonos como hacemos en nuestras propias creencias y prácticas. 

Un principio básico de las buenas relaciones judeo-cristianas tiene que ser la aceptación respetuosa de la tradición de los demás y la auto-comprensión, aunque con libertad para articular la forma en que la tradición podría causar un daño real o percibidoLos judíos no necesitan que los cristianos dejen de ser cristianos. Es hora de que los judíos maduremos un poco: estar dispuestos a estar en profundo pero respetuoso desacuerdo con los cristianos, en lugar de tratar de convertir a los cristianos en una imagen de lo que queremos que sean. Es lo menos que pedimos para nosotros mismos. 

La autora es directora del Centro de Estudios en Galilea relaciones judeo-cristianas (www.csjcr.com) en el Max Stern, Yezreel Valley College.


Fuente: The Jerusalem Post Traduce y edita: Silvia Schnessel para Enlace Judío México

https://www.enlacejudio.com/2016/01/09/malinterpretar-sin-querer-adrede-los-documentos-cristianos/

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