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‘Dolor de uno, dolor de todos’ traza una revisión ambiciosa sobre este tema con ayuda de la literatura y lo clínico.

JUAN CARLOS TALAVERA

¿Qué es el dolor?, ¿cómo afecta a quienes nos rodean?, ¿cuántos tipos de dolor existen?, ¿hay alguna utilidad en sentir dolor?, ¿es el lenguaje una herramienta para comprenderlo? Éstas son algunas de las preguntas que el narrador y ensayista Arnoldo Kraus (Ciudad de México, 1951) plantea en su más reciente libro,Dolor de uno, dolor de todos, donde traza una exploración ambiciosa sobre este tema con ayuda de la literatura y de historias clínicas.

El volumen, que cuenta con un prólogo del ensayista Francisco González Crussí, parte de una reflexión aparentemente simple: el dolor es una experiencia universal, necesaria, siempre presente y compartida, aunque las respuestas individuales y culturales son variables.

Dicha respuesta parte de una frontera que el propio autor marca desde el inicio del libro, en donde en una esquina aparece el dolor de todos, aquel que una persona siente cuando ve la imagen de un niño sirio que, al intentar refugiarse en otro país, muere ahogado en el mar. “Esa imagen nos produce un dolor universal en la mayoría de las personas, el dolor de ver un niño muerto se convierte en el dolor de todos”.

En el otro lado está el dolor individual, el que cada quien percibe en su cuerpo, cuando le duele el vientre, la cabeza o cualquier parte del cuerpo, una sensación que puede alcanzar grandes dimensiones cuando rebasa la capacidad de tolerancia, advierte el autor, lo que casi siempre deriva en una afectación que contagia a los seres cercanos.

En este punto, se le cuestiona al también articulista y autor de ¿Quién hablará por ti? Un recuerdo del Holocausto en Polonia y Morir antes de morir. El tiempo Alzheimer, si cualquier tipo de dolor puede disminuir cuando el lenguaje materializa el dolor.

En principio, reconoce que la palabra más frecuente en cualquier consultorio es “dolor”. “Así, cada especialista ve un tipo de dolor; eso es lo que más escuchamos los médicos y los no médicos, por decirlo así, ya que todos tienen alguna persona que utiliza esta palabra común, así que el dolor hay que asumirlo como la presentación del enfermo ante el médico para que éste le ayude a descubrir su dolor”.

González Crussí coincide en que una de las más lecciones más valiosas del libro apunta en la dirección del lenguaje: “gracias al lenguaje, es posible comprender los significados y las percepciones del enfermo”, de tal suerte que el dolor transformado en palabras duele distinto.

Esto se debe a que “se habla diferente desde el dolor que cuando uno está sano”, apunta el autor, lo que evidentemente confirma la premisa de que se puede sufrir al lado de una persona, pero con un dolor diferente, no con el mismo dolor, ya que éste no es compartible.

Otra idea central del libro señala que “para quienes afirman que el dolor no sirve o es inútil… se equivocan”.

“Porque el dolor te ubica en tu vulnerabilidad y en tu finitud, por supuesto. ¿Eso de qué ayuda? Puede servir para que uno mejore sus perspectivas de vida hacia el fututo, para que modifique un poco sus tiempos y para que también se acerque a otros personas con o sin dolor”, explica.

Al mismo tiempo, el dolor te permite interiorizar y ver cosas que no veía y te facilita relacionarte contigo mismo y con el mundo de otra forma. “No digo que recomiendo tener dolor físico o anímico, sino tratar de extraer algo bueno de esas experiencias. Sin embargo, la obligación del médico es hacerle comprender al enfermo que la medicina tiene límites y que hay ciertos dolores que no se pueden subsanar del todo”, reconoce.

Por último, en Dolor de uno, dolor de todos, Kraus destaca que en los últimos tiempos ha caído tremendamente la capacidad de escucha, con lo que se ha convertido en un arte.

Fuente:excelsior.com.mx