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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El Estado Islámico (EI) no solo constituye una organización terrorista que mediante la violencia extrema busca imponer la Saharia (Ley Islámica) entre los propios musulmanes y los individuos que profesan otras religiones, “herejes”, sino que es un proyecto de gobierno para restablecer territorialmente un Califato, una especie de Estado global en el que impera la versión más radical de la Saharia. El Califato fue formulado como institución política en el siglo XI y fue abolido en 1924 por las facciones nacionalistas bajo el liderazgo de Mustafá Kemal Akaturk (fundador y primer presidente de la República Turca); la desaparición del Califato produjo un vacío del poder espiritual y temporal que con el tiempo dio lugar a la emergencia del Islam político y de los movimientos radicales islamitas.

En este contexto, el general estadounidense retirado, Stanley McChrystal, quien dirigió las unidades militares que ayudaron a destruir a la organización predecesora del EI en Irak del 2006 al 2008, expresó que si Occidente ve al EI como una banda estereotipada de asesinos sicópatas, corremos el riesgo de subestimarlos dramáticamente. Ciertamente, el EI tiene un Acta Constitucional de 24 páginas en la que se expone su proyecto para la construcción de un país viable en la que se detallan los mecanismos para organizar su estructura gubernamental que incluye el manejo del área educacional, de los recursos naturales, de la industria, de las relaciones exteriores, de las relaciones públicas para su promoción y de los campamentos militares en donde se nutre el espíritu fraternal entre los combatientes extranjeros que se afilian al EI y sus milicias regulares.

El Acta Constitucional es en la práctica un manual interno obtenido por el periódico británico The Guardian, traducido de manera exclusiva al español por Silvia Schnessel para enlace judío.com, este documento fue escrito entre julio y octubre del 2014 como texto base para formar los cuadros administradores en los meses posteriores a los que el líder del EI, Abu Bark al-Baghdadi, declara un Califato en Irak y Siria el 28 de junio de ese año. El Califa, quien se proclama como sucesor del Profeta Mahoma, reclama la autoridad religiosa sobre todos los musulmanes del mundo y tiene como objetivo declarado unir todas las regiones habitadas por musulmanes bajo su control, comenzando por Irak y la región del Levante Mediterráneo que comprende Siria, Jordania, los territorios palestinos, Israel, Líbano, Chipre y parte del Sur de Turquía, otras milicias que han jurado lealtad al EI, controlan parte del territorio de la península egipcia del Sinaí, el este de Libia y Pakistán. El EI ha consignado que seguirá apoderándose de territorios hasta llegar a conquistar el planeta.

El Acta Constitucional del EI inicia proclamando que “Dios ennobleció a sus verdaderos soldados que él seleccionó para establecer al Estado Califato cuyas fortalezas han caído en manos del Sionismo mundial (movimiento político internacional que propugnó desde sus inicios el establecimiento de una patria para el pueblo judío en la Tierra de Israel) en Estambul hace 100 años”, fecha que es una referencia a los tratados de Sykes Picot, redactados en 1916, en los que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y la Tercera República Francesa, definieron las propuestas de influencia y control de los países del Próximo Oriente en caso de que el triple entente obtuviera la victoria en contra del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, hecho que sucedió y se dividieron las provincias árabes del Imperio Otomano fuera de la Península arábiga en áreas de control de británicos y franceses y se propuso una administración para Palestina.

De acuerdo al EI los tratados causaron el derramamiento de sangre en Irak y Siria ya que su propósito fue “estrangular” a los sunitas (rama del Islam a la que pertenece el EI) y convertirlos en personas marginadas. En este ámbito, el EI considera al Islam de los chiitas, que en buena parte se profesa hoy día en Irán, como una “fe maldita” y paralelamente pide el retorno de la juventud musulmana a su tierra y la expulsión de judíos y cristianos de la misma.

Para el EI el establecimiento de su Califato no se fundamenta “en un soldado Muyahid (Santo) luchando y portando armas, ni tampoco en el adoctrinamiento de los fieles en una mezquita o en la calle”, sino en un sistema de vida amplio islámico, en una Constitución Coránica (Libro Sagrado de los Musulmanes) y en los esquemas para llevarlos a la práctica. Cabe destacar que el anuncio de la creación de un Califato se vincula a que los Muyahidines se dieron cuenta de que  faltaban ventajas en la lucha contra los idólatras, la existencia de un líder y un Califato al que pudieran recurrir los musulmanes para fortalecerse.

En el Acta Constitutiva se pone énfasis en los campamentos como el primer hogar y escuela del Muyahid en los que se les capacitan militarmente y se les educa en materia religiosa y sobre la vida. Igualmente se da importancia a los campamentos para niños para adoctrinarlos sobre la Saharia y adiestrarlos en el manejo de armas ligeras.

Por otra parte, hay que mencionar que existe un sin número de disposiciones del EI no contenidas en su Acta Constitutiva y que se han convertido en acciones cotidianas de sus miembros que trascienden la esfera ideológica radical del Islam, constituyéndose en actividades características del crimen organizado, como el reclutamiento de combatientes extranjeros, que representan un verdadero reto para las autoridades de los países en donde opera el EI y sus grupos afiliados. También existen situaciones de extrema violencia que se justifican con propósitos religiosos como la aprobación de la extirpación de órganos humanos de apostatas del Islam para salvar la vida de “los verdaderos musulmanes”.

La guerra contra el EI recién empieza, el camino por recorrer será sinuoso y los costos elevados en términos económicos y de vidas humanas.