Un homenaje al rabino Allan Levine, que luchó por los derechos civiles en el segregado sur de Estados Unidos.

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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – A principios de los años setenta, Ori Levine, entonces de unos 13 años, cenaba con su familia en un restaurante de Jaffa, cuando de repente una mujer pasó corriendo delante del restaurante en estado de pánico. 

Segundos más tarde entendieron por qué: la perseguía un hombre con un cuchillo. 

En un instante, el padre de Ori, el rabino Allan Levine, saltó de su silla y empezó a correr tras el hombre. La familia estaba en estado de shock. El hermano de Ori, Arie, también corrió detrás de su padre, llamándolo para que volviera. 

Al doblar la esquina, Arie vio a la mujer apoyada contra la pared y, para protegerla, su padre se había colocado entre ella y el hombre que empuñaba el cuchillo, agitando las manos en el aire. 

“Simplemente se puso en medio”, dijo Ori. “Mi hermano no sabía qué hacer. Es una situación en la que uno no sabe qué hacer”. Pero al cabo de un momento que pareció horas, la mujer escapó en una dirección, el hombre se fue en otra y el padre de Ori Levine volvió a la mesa de la cena”.

¿Por qué estoy contando esta historia? Porque era mi padre”, dijo Ori, mientras estaba sentada ‘shiva’ por su padre, que murió la semana pasada a los 81 años después de luchar contra la enfermedad de Alzheimer. 

“‘Shiva’ es importante, pero contar su historia es para mí aún más importante”.

El rabino Allan Levine vivió su vida buscando formas de ayudar a los demás. Nació en Montreal en 1932 en una familia pobre muy afectada por la Gran Depresión de 1929. “También vivía en un barrio donde no había muchos judíos y por eso sufrió antisemitismo de niño”, explicó su hijo. 

En 1955, después de estudiar ciencias políticas, Levine se trasladó a Israel para estudiar hebreo en un ulpán (escuela para inmigrantes). Allí fue donde conoció a su esposa. Después de casarse en Israel, la pareja emigró a Estados Unidos. 

“En EE.UU. mi padre decidió ir a la escuela rabínica en Cincinnati”, dijo Ori. “Y durante sus estudios, llegó a una conclusión fundamental: que el judaísmo tiene por objeto poner al mundo en un lugar mejor y más moral. Todo el mundo puede decirlo, pero hacer que realmente suceda es otra cosa”. 

En mayo de 1961, Levine encendió su televisor y lo que vio más tarde se convertiría en parte definitoria de su vida. 

El noticiero emitía un informe sobre los primeros Jinetes de la Libertad, un grupo de activistas de los derechos civiles que circulaba en autobuses interestatales con grupos raciales mixtos hacia el Sur segregado de Estados Unidos para impugnar la discriminación. 

El rabino se sintió conmovido. En los días posteriores, llamó al Congreso de la Igualdad Racial, la entidad organizadora que patrocinaba las actividades de los Freedom Riders”. 

Después de hablar con James Farmer, director de la organización, asignaron a Levine su primera misión: reunir un grupo de líderes religiosos y bajar a Jackson, Mississippi, para protestar contra la segregación. Al llegar a su destino, el Dr. Martin Luther King Jr. envió parte del grupo a Washington para reunirse con el entonces fiscal general estadounidense Robert Kennedy, y Levine fue encargado de llevar al grupo restante de clérigos multiraciales al aeropuerto de Jacksonville. 

El objetivo era comer juntos en las instalaciones gastronómicas del aeropuerto, que estaban segregadas. Pero en el aeropuerto, el grupo de Levine fue recibido por el Departamento de Policía de Jackson, cuyos oficiales lo arrestaron y encarcelaron por unas horas.

“Tenían una sentencia, pero nunca la ejecutaron”, explicó el hijo de Levine.

Después de la detención, James Farmer escribió a Levine, en una carta que su hijo lee con orgullo: “Su participación ha hecho de esta lucha la más emocionante e influyente de los derechos civiles de la década.

Tomamos la decisión de ser Jinetes de la Libertad, y ahora tenemos el reto de continuar el viaje”.

Ori dijo: “Hay un error histórico al recordar esta lucha … Martin Luther King fue el símbolo del movimiento porque era el más carismático, pero la persona que realmente logró todo fue James Farmer”.

Desde ese primer viaje a Mississippi, Levine fue un Jinete de la Libertad activo. Durante cuatro años participó en muchos viajes al Sur, hasta 1965. 

“Mi padre recibió mucha publicidad, pero sin que su nombre jamás se mencionara”, dijo su hijo. “Nadie sabía quién era”. 

El padre de Ori aparece fotografiado en lo que más tarde se convirtió en uno de los cuadros más famosos del movimiento de derechos civiles. Muestra una mujer afro-americana, Amelia Boynton Robinson, importante activista de la época, llevada por un grupo de hombres después de ser brutalmente golpeada por la policía durante la confrontación “Domingo Sangriento” de 1965 en el puente Edmund Pettus en Selma, Alabama. 

En la parte frontal de la fotografía está el rabino Allan Levine, sujetando las piernas de Robinson con su mano derecha y un periódico en la izquierda. En la boca un cigarrillo y en la cabeza, una kipá. La imagen estuvo colgada en la pared de la casa familiar en Rehovot durante años. 

“Cada vez que iba al Sur se aseguraba de llevar siempre su kipá”, recordó Ori. “Quería que la gente supiera que un judío había venido a luchar por sus derechos”. “De hecho él lo escribió, no me lo estoy inventando”.

“Para él era importante que todo el mundo supiera que los judíos luchan por los derechos de los más débiles”. 

Sentada shiva por su padre, Ori dijo que sabe que nunca llegará al nivel de moralidad de su padre. 

“Es un lugar tan alto que el ser humano ni siquiera puede acercarse”, dijo. 

“Al final del día lo que buscamos en la vida son las cosas que tenemos cerca. Lo que hacemos es resultado de nuestros intereses personales”. “Es normal, es la norma”, continuó. “Pero a mi padre no le interesaba ni la fama ni el dinero, ni el ego … Vivió toda su vida así”.

Cuando su padre comenzó a enfermar, Ori comenzó a mirar los documentos que Levine guardaba de sus tiempos de combatiente de la libertad para conectarlos a las historias que había oído de su padre de niña. 

“Lo que es más sorprendente para mí es que un judío joven, con dos niños pequeños en casa, decide ir y luchar por los derechos de personas a las que no conoce, que no son parte de su comunidad, y que ni siquiera están cerca geográficamente”, dijo. 

“Él era consciente de que estaba arriesgando su vida. En ese momento, en 1961, hubo personas asesinadas o desaparecidas en el sur. No era un día de campo”.

Ori no busca ningún premio ni reconocimiento para su padre. Ni siquiera quiere que sea honrado públicamente en forma alguna, ya que, “Él no buscaba estas cosas”. “Yo sólo quiero que sea recordado en la historia como el hombre que realmente fue”, dijo. 

“Su legado fue que la misión de alguien que quiere ser líder espiritual religioso no es sólo hablar. Su misión es actuar para mejorar el mundo”. 

Fuente: The Jerusalem Post / Danielle Ziri – Traduce y edita: Silvia Schnessel para Enlace Judío México

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