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YOSSI MELMAN

A diferencia de hoy, Israel era entonces el favorito del mundo por su joven y fresco espíritu pionero, así como por su idealismo adorado. Esos días ya no existen.

El jueves de la semana pasada fue para mí otro recordatorio de que la observación de Marshal McLuhan de hace más de 60 años sobre los medios de comunicación y la “aldea global” sigue siendo relevante hoy en día.

Todo empezó con un artículo de mi colega Ofer Aderet en Haaretz en el que afirmó que los medios estadounidenses y algunos periodistas israelíes estaban desesperados por averiguar el nombre del kibutz en el que Bernie Sanders trabajó en los años 60. Su artículo presenta una especie de enigma dando a entender que el aspirante a la nominación del Partido Demócrata para la presidencia de Estados Unidos está ocultando su pasado.

Y en efecto, Sanders se ha negado a hablar de su judaísmo y de su postura hacia Israel.

Las insinuaciones, cada vez más similares a las teorías de conspiración, me han parecido extrañas y desproporcionadas. Al recordar mi entrevista con Sanders en 1990 para el periódico Haaretz, solicité al bibliotecario que buscara el reporte en los archivos del diario.

Luego escribí en mi cuenta de Twitter que Sanders había indicado en ese entonces que en 1963 se había desempeñado como voluntario en el Kibutz Shaar Ha’amakim, perteneciente al movimiento de izquierda Hashomer Hatzair, cerca de Haifa. Mi tweet se hizo viral en los medios sociales y finalmente aterrizó en los principales periódicos, entre ellos The New York Times y el Washington Post, que informaron sobre mi “hallazgo”.

Sin pensarlo, me convertí en el héroe del día y gané mis 15 minutos de fama.

El kibutz de Sanders no es lo importante. Es sólo una parte de su biografía, cuando en la década de los 60 y especialmente tras la Guerra de los Seis Días de 1967, miles de jóvenes voluntarios de todo el mundo llegaban a trabajar a Israel, y se divertían con su revolución sexual en los kibutzim.

A diferencia de hoy, Israel era entonces el favorito del mundo por su joven y fresco espíritu pionero, así como por su idealismo adorado. Esos días ya no existen.

Me encontré con Sanders en 1990 mientras estudiaba en Harvard. En ese entoncés, él era alcalde de Burlington, Vermont, y planeaba postularse para el Congreso por segunda vez luego de haber sido derrotado. En nuestras conversaciones, Sanders solía hablar de sus raíces judías y sus ideas.

Como socialista egresado de Hashomer Hatzair, para mí Sanders era un “socialista orgulloso“. Entonces, escuchar esta definición de una figura pública americana sonaba como herejía, era un suicidio político en la época conservadora de EE.UU. durante la presidencia de Ronald Reagan.

Sin embargo, Sanders no era suicida en lo absoluto, sólo un idealista honesto. Fue elegido y reelegido como miembro del Congreso y más tarde como senador. Y ahora se enfrenta a Hillary Clinton, con un gran apoyo de los estadounidenses jóvenes, liberales y progresistas que desean un cambio social, económico y político en su país.

Después de haber trabajado unos meses en el kibutz regresó a los EE.UU., y como me dijo en la entrevista: se había olvidado de Israel, el sionismo y no pensaba demasiado en sus raíces judías.

Bernie Sanders se convirtió en activista político involucrado en causas de la izquierda radical. En los años 70, estaba interesado en cuestiones de Centro y Sudamérica y fue llamado “Sandernista” luego de que en 1979, los sandinistas de izquierda subieron al poder en Nicaragua.

En la entrevista de 1990 señaló: “Como judío, me avergüenzo de que Israel venda armas y apoye a los peores regímenes de Centro y Sudamérica . ¿Por qué tienen que ser mercenarios del gobierno de Estados Unidos? “En cuanto al conflicto árabe-israelí, Sanders opinó EE.UU. debe “presionar a Israel a para lograr un acuerdo con los palestinos.”

Sin embargo, a pesar de su crítica no escuché que se considere a sí mismo anti-israelí o anti-sionista.

Fuente: The Jerusalem Post

Traducción y Adaptación: Esti Peled

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