Los violines del Holocausto, instrumentos de esperanza y liberación durante la época más oscura de la humanidad.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

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El violín de Auschwitz

Además de las orquestas clandestinas como la de Zipper en Dachau, existieron orquestas oficiales en varios campos de concentración desde 1933. Auschwitz tenía varias orquestas: una orquesta grande en el campo principal, otros pequeños ensambles en el resto del complejo de Auschwitz, una orquesta de hombres y otra de mujeres en Birkenau. Estas orquestas se formaban mediante el reclutamiento de prisioneros. Todos los que las conformaban eran músicos y tenían que pasar por una audición para poder ser parte de ellas.

La tarea de estas orquestas era tocar marchas en los portones del campo, para proveer una fachada alegre y un orden rítmico mientras los prisioneros eran conducidos fuera del campo a realizar trabajos forzados y a su regreso. También tocaban durante ejecuciones, al pasar lista, y en visitas oficiales de personajes distinguidos, desde el comandante de las SS Heinrich Himmler hasta delegaciones de la Cruz Roja. Los mejores músicos de la orquesta también tocaban en una orquesta sinfónica que daba conciertos los domingos y otros días festivos para oficiales de las SS y guardias, así como para sus compañeros prisioneros.

Para el comandante del campo, Rudolf Höss, los conciertos le daban la oportunidad presentarse a sí mismo como una persona culta y conocedora del arte. Para sus subordinados, las presentaciones proveían un sentido de normalidad, nobleza e incluso decencia al hecho de trabajar en el campo. Para los miembros de la orquesta, estos eventos ofrecían oportunidades para obtener más comida o cigarros. Y para los prisioneros que escuchaban, la música les proporcionaba un escape mental de las severas condiciones de vida en Auschwitz. Como uno de los prisioneros dijo: “Los alemanes pusieron alambres de púas alrededor del campo para que nadie pueda escapar, pero yo solo cerraba mis ojos y estaba del otro lado del alambrado. Los alemanes no tenían ni idea que en esos momentos todos éramos prófugos”.

Los ensambles también eran utilizados para celebrar cumpleaños de los guardias, para alegrar un poco a los enfermos, y para fiestas privadas de los SS, quienes a pesar de la prohibición pedían música americana, he aquí lo grotesco de la situación: Los SS, que de día atormentaban y torturaban a los prisioneros, por las noches pedían música americana- sus enemigos; de compositores como Irving Berlin y Gershwin- judíos ambos; tocada por los prisioneros del campo- también judíos.

La música le proporcionaba a los artistas la oportunidad de vivir un poco más, aunque fuera un solo día. Mientras que la participación en la orquesta no les aseguraba la supervivencia, sí protegía a los músicos de condiciones y trabajos terribles, a veces los dotaba de uniformes más calientes y de comida extra. En algunos casos fue suficiente para que pudiera sobrevivir la guerra.

Algunos de los músicos que tocaron en Auschwitz continuaron haciendo música después del Holocausto, pero muchos no volvieron a tocar jamás. La culpa de haber sobrevivido, junto con la experiencia de haber sido obligado a explotar su arte para poder sobrevivir hizo que la música fuera un recordatorio muy doloroso.

Uno de los músicos de Auschwitz que sobrevivió le vendió su violín a Abraham Davidovitz. Abraham trabajaba cerca de Munich en la American Jewish Joint Distribution Committee asistiendo a los refugiados del Holocausto cuando se le acercó una persona cargando un violín. Le contó que había tocado en la orquesta del campo de concentración de Auschwitz, que el violín le había salvado la vida, pero que lo quería vender pues necesitaba el dinero y no estaba interesado en volver a tocar ese instrumento jamás. Abraham compró el violín para su hijo Freddy y no se le ocurrió preguntarle ni siquiera su nombre a ese señor. En 1949 Abraham y su familia emigraron a Israel y se trajeron con ellos el violín, a pesar de que Freddy ya no lo tocaba.

En 2009 decidieron que era momento de hacer algo con el violín que había estado desatendido por tanto tiempo, pero se resistían a venderlo pues era un recordatorio del Holocausto y de toda la familia que habían perdido. Los hermanos Davidovitz estaban considerando donarlo a Yad Vashem, sin embargo, al final decidieron que el lugar para un instrumento no era un museo, sino el escenario. Le llevaron el violín a Amnon Weinstein para que lo reparara y lo donaron para que el virtuoso violinista Shlomo Mintz lo tocara alrededor del mundo en memoria de todo aquel que sufrió en el Holocausto.