MIRIAM KRESCH

La extraña sensación de Tewfik Boulenouar al descubrir sorprendentes objetos judíos en manos de la inteligencia de Sadam Hussein

Sadam Hussein Mukhabarat
Materiales esparcidos fuera de la Mukhabarat, el centro de inteligencia y policía secreta de Saddam Hussein. (Foto: Archivo Nacional de Estados Unidos y Administración de Documentos)

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO –  Era mayo de 2003. El lugar, Bagdad. 

El grupo de trabajo MET-alfa, buscando evidencias de armas de destrucción masiva, se quedó fuera de la Mukhabarat, las oficinas del centro de inteligencia de Saddam Hussein y la policía secreta. 

El edificio había sido bombardeado y toda la estructura se sacudía; de hecho, una enorme bomba había abierto el suelo y permanecía semienterrada sin explotar afuera. Los saqueadores seguían en el interior, arrancando todo lo que pudieran tomar. 

La cañería se había reventado; el sótano se inundó de agua y aguas residuales. 

Un funcionario de la Mukhabarat se había acercado en secreto al líder de la oposición iraquí, Ahmed Chalabi, y le pidió la promesa de seguridad a cambio de información sobre lo que había en el sótano. Dijo que había dos salas dedicadas a la inteligencia de Israel y la comunidad judía en Irak con gran cantidad de documentos históricos, incluido un rollo de la Torá del siglo 7º. 

El rollo estaba allí – y mucho, mucho más. Había miles de documentos que ilustran siglos de historia de la comunidad judía iraquí. Saddam Hussein los había tomado por la fuerza de la sinagoga donde habían sido almacenados para su custodia. 

Chalabi inmediatamente se dirigió a Harold Rhode, entonces el enlace de la Autoridad Provisional de la Coalición con la oposición iraquí. 

Junto con tres soldados – el suboficial Richard “Monty” Gonzales, el reservista e intérprete Tewfik Boulenouar, y el sargento de primera clase Lou Díaz y varios periodistas, se aventuraron al sótano inundado. 

Bajamos allí, y desde las escaleras vimos la inundación”, dice Boulenouar en una entrevista telefónica reciente. 

Gonzales se metió en el agua y guió la marcha.

Fue curioso cómo lo hizo Gonzales”, recuerda Boulenouar con una sonrisa. 

Eligió a Díaz, que era especialista en armas de destrucción masiva. Y dijo: ‘Y tú, Tewfik, porque tienes la boca grande’. Yo siempre estaba pegado a su lado, porque hablaba árabe con fluidez”.

Boulenouar tenía 48 años, cuando lo enviaron a Irak como traductor. Ciudadano estadounidense desde los veinte, había crecido en Marruecos y Argelia. “Mis padres eran de Argelia, exiliados políticos en Casablanca. Eran buscados por los franceses porque eran activistas por la independencia de Argelia. Después de la independencia en 1963, dejamos Marruecos y volvimos a mudarnos“, dice. 

“En Casablanca, vivía en un edificio con franceses, marroquíes, italianos y judíos”, añade. “Todo el mundo hablaba francés y darija, el dialecto marroquí local. Éramos una comunidad muy unida, por lo que experimenté una mezcla de personas a una edad temprana”.

Boulenouar tiene buenos recuerdos de una niñera judía, una mujer que vivía al otro lado del pasillo. “En su casa, estuve muy expuesto a la cultura judía. Vi sus menorás, me senté con ellos en sus comidas de fiesta. Lo que realmente recuerdo, más que nada”, admite, “es la comida”.

Ha vivido en EE.UU. desde 1974, sirviendo en el ejército como paracaidista. Después del 11/9, explica, “sentí que tenía que reengancharme como reservista. Tenía 48 años, estaba divorciado, con dos hijas, la más joven sólo de cinco. Me llamaron y fui enviado a Irak como intérprete de árabe. Tuve que hacer todo tipo de cosas. Una vez, mi equipo estaba atrapado en un atasco de tráfico loco en Bagdad. Yo era el único que dominaba el árabe, así que salí y empecé a dirigir el tráfico para que pudiéramos salir de allí y continuar“.

Fue algo arriesgado, ya que un hombre con uniforme del ejército estadounidense era un blanco fácil de pie en medio de una maraña de tráfico. 

Unos meses más tarde, Boulenouar se encontró en el sótano de Mukhabarat. “Estaba lleno de agua hasta la cintura. Sucio con aguas residuales, e incluso animales muertos flotando”, dice. “Examinamos cada habitación”, prosigue, “y finalmente encontramos la que contenía los objetos judíos, al final del pasillo. Fui el primero en entrar. Cuando vi lo que había, libros y objetos, me quedé de piedra. Me quedé allí en el agua, mirando todo, conmocionado. Había libros, manuscritos, menorás, objetos sagrados. Cosas despojadas de yeshivás y sinagogas, y probablemente de los hogares. Sentí una tremenda tristeza. ¿Cómo pudieron hacer eso a toda una comunidad? De repente tuve la visión de una mano gigante enterrada en el pecho de una persona judía, agarrando su corazón, y luego extrayéndolo. No dejaba de pensar, ¿Por qué? “Tomé varios objetos, uno un viejo manuscrito, y se los llevé a Rhode”.

Me estaba esperando en la parte superior de la escalera“, dice. “Se lo entregué. Miró el manuscrito y dijo, ‘Oh, Dios mío, esto es del año 1500″. También estaba el rollo de la Torá del siglo 7. Estaba a punto de llorar. Se podía decir”. 

Entre los libros y documentos antiguos anegados había algo más, algo siniestro. Cajas de metal llenas de registros sobre la población judía de Irak. “Me dio un escalofrío en la parte posterior de la columna”, dijo Boulenouar sombríamente. 

Judaísmo Irak
Imagen ilustrativa de la mesa del Seder de Pesaj en el momento de comer la maztá, parte de uno de los libros hallados entre los objetos requisados por Sadam Hussein

Era documentación sobre los judíos que viven en Irak, todo archivado y distribuido como hicieron los nazis. Cada detalle: dónde nació cada judío, dónde vivían, dónde estudiaban y trabajaban. Fotografías personales, registros de hospital. Mukhabarat tenía a la comunidad bajo vigilancia. Se aseguraba de que ninguno estuviera espiando para Israel”.

Rhode y Chalabi dispusieron bombear el agua del sótano, y contrataron trabajadores para sacar lo que se pudiera recuperar. “Llevamos los libros y documentos al sol, los pusimos en el suelo y los vigilamos. Harold [Rhode] requisó un avión y lo envió todo a restauración. Tuve una sensación de pérdida y tristeza cuando se fueron los libros”, dice Boulenouar. 

“Cuando volví a casa, leí Los regalos de los Judíos de Thomas Cahill, que me abrió los ojos aún más sobre las grandes cosas que los judíos han dado al mundo”, dice. 

De la misma manera, sentí que me habían dado un regalo – una completa sensación de lo que significa cuando algo es Kadosh – sagrado. El rescate de los libros sagrados judíos fue una experiencia espiritual, algo que me cambió. Me hizo ver el mundo de manera diferente. Me he vuelto más amable; tengo un sentido mayor de lo que es ser parte de la familia humana. Fue un regalo que recibí: la capacidad de identificarme. Me sentía más cerca de mis amigos judíos cuando volví, aunque entonces no sabía explicarlo”.

Boulenouar dice que sigue siendo secular, y también realista. 

“He visto lo que hace el mal. Lo que se hacía en el sótano era el mal. Pero esta experiencia despertó algo enterrado en mí durante mucho tiempo: un sentido de lo sagrado. Me consume; no pasa ni una semana sin que piense en eso. Fue una de las experiencias seminales de mi despliegue en Irak”, afirma. 

“La gente mala en el mundo tiene que ser combatida y derrotada a la vez. Hay demasiado odio por ahí. No veo la paz en el futuro”, dice. “Sin embargo, nuestro deber en la vida es tratar constantemente de establecer puentes”.

Los archivos de la comunidad judía fueron rescatados con el resto de objetos, contando más de 2.700 libros y miles de documentos cuyas fechas abarcan del siglo 16 hasta la década de 1970. Los materiales restaurados han sido reunidos como una colección curada; algunos esn ahora en exposición, recorriendo los EE.UU.. 

“Me gustaría ver la exposición; me encantaría volver a ver los objetos”, concluye Boulenouar. 

“La pregunta es, ¿dónde acabarán? Quedan menos de 10 judíos en Irak, como mucho. ¿Por qué tienen que volver a Irak? El único lugar donde estarán a salvo es en Israel”.

La operación de rescate de Rhode y Chalabi requir esfuerzos físicos masivos, una cadena de tracción y máxima velocidad. El gobierno iraquí no hacía nada para recuperar el precioso tesoro e impedir su destrucción. 

El Ministerio de Cultura, finalmente accedió a que los documentos puedan salir al extranjero con la condición de que sean devueltos después de su restauración. Ahora la cuestión sigue siendo: ¿A quién pertenecen realmente estos documentos, cartas, raros manuscritos y documentos personales que ilustran cientos de años de vida judía iraquí y fueron obtenidos por robo¿Deben permanecer en EE.UU., que invirtió $ 3 millones en su restauración, o ser trasladados a Israel, donde la mayor parte de sus propietarios, o sus descendientes, viven ahora? ¿O deben ser colocados de nuevo en manos del gobierno iraquí? 

Mientras tanto, el archivo se queda en EE.UU.La exhibición de los artículos restaurados se puede ver en línea en www.ija.archives.gov/.


Fuente: The Jerusalem Post – Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico