Enfrentados con un nuevo levantamiento palestino, los israelíes han archivado la idea de una solución de dos estados- y han encontrado nuevos aliados sorprendentes en un Medio Oriente en desintegración.

En una mañana reciente, un adolescente palestino apuñaló a un guardia de seguridad en la estación del tren ligero a minutos de mi casa en Jerusalem. Aproximadamente una hora después conduje más allá de la estación y me sorprendí de ver- nada. Ninguna presencia policial incrementada, ni siquiera barricadas policiales. El guardia se las había arreglado para disparar a su atacante, y las ambulancias se los habían llevado a los dos. Los pasajeros estaban esperando el siguiente tren. Como si nada inusual hubiese sucedido.

La capacidad de reanudar instantáneamente la pretensión de normalidad es una de las formas en que los israelíes están haciendo frente a la última hora de terrorismo palestino. Durante los últimos seis meses, los palestinos- algunos tan jóvenes como de 13 años -han atacado a judíos con cuchillos y hachas e incluso tijeras o bien conducido sus coches hacia multitudes de judíos, matando a más de dos docenas de personas. (Aproximadamente unos 90 palestinos han resultado muertos llevando a cabo los ataques.) La violencia fue provocada por la afirmación palestina infundada -negada enérgicamente por el gobierno- que Israel tenía intención de permitir el rezo judío sobre el Monte del Templo en Jerusalem, un lugar sagrado tanto para musulmanes como para judíos.

Los ataques casi diarios tienden a desdibujarse, aunque muchos se han vuelto emblemáticos- como el asesinato a puñaladas de una madre de seis hijos en su casa mientras su hija adolescente corría para proteger a sus hermanas. Pero, para los estándares israelíes, la violencia hasta ahora ha sido manejable. Los israelíes recuerdan que a principios de la década del 2000, cuando los atacantes suicidas estaban tomando como blanco autobuses y cafeterías, morirían casi tantas víctimas en un único ataque como las que han sido asesinadas en la actual ola de terror.

Los israelíes han estado aquí antes. En 1992, un festival de ataques con puñal de un mes de duración por parte de terroristas palestinos en las calles de Israel ayudó a catalizar uno de los grandes contratiempos en la política israelí, la elección como primer ministro del líder del Partido Avodá, Yitzhak Rabin, terminando más de una década de gobierno por parte del Partido Likud de derecha. Los ataques con puñal fueron la culminación de una revuelta palestina de cuatro años contra la ocupación de Israel en la Margen Occidental y Gaza. Esta primera intifada (“levantamiento” en árabe), como llegó a ser conocida, obligó al público israelí a llegar a un acuerdo con el nacionalismo palestino. También convenció a muchos israelíes que la política del Likud de anexión gradual de la Margen Occidental y Gaza simplemente no valía la pena el precio.

Hasta la primera intifada, los israelíes habían tendido a ver el control de los territorios ganados por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 como benigno, trayendo prosperidad a los ocupados tanto como a los ocupantes. A medida que la intifada se afianzó, el enojo israelí se volvió no sólo contra los palestinos sino contra el Likud gobernante. Hubo alborotos contra el gobierno, y el Primer Ministro Yitzhak Shamir, del Likud, fue ridiculizado ampliamente por su pasividad y falta de visión.

Hoy, también, hay descontento general con la respuesta de un gobierno del Likud a los apuñalamientos. Un 70% de los israelíes dice que el gobierno ha sido ineficaz, y casi tantos dicen que se sienten personalmente inseguros. Pero, a diferencia de 1992, no hay manifestaciones anti-gubernamentales, y pocos llamados a una reanudación del proceso de paz moribundo.

De hecho, una encuesta privada encargada hace poco por uno de los partidos en el gobierno de coalición revela que apenas el 4% de los israelíes consideran su más alta prioridad al proceso de paz- el porcentaje más bajo para cualquier cuestión importante. Improbablemente, el Likud sigue siendo el partido más popular. Y el poco apoyo que está perdiendo el Likud no es para la izquierda sino más a su derecha, a partidos defendiendo una respuesta más dura al terror y la anexión de grandes partes de la Margen Occidental.

Una razón para las respuestas radicalmente diferentes en 1992 y 2016 es que los israelíes están viviendo en un Medio Oriente muy diferente. El Medio Oriente de principios de la década de 1990 parecía un lugar de promesa: Una coalición liderada por Estados Unidos, incluidos estados árabes, había derrotado a Saddam Hussein en Kuwait, mientras la Unión Soviética, patrocinante de regímenes árabes radicales y la causa palestina, había desaparecido. Los líderes palestinos parecían preparados para negociar un acuerdo con Israel, y una mayoría de los israelíes, especialmente después de la primera intifada, estaban preparados para intentarlo.
En el Medio Oriente en desintegración de hoy día, por el contrario, los israelíes cuestionan la viabilidad de un estado palestino. Los israelíes preguntan, ¿qué estado árabe será un modelo probable para Palestina: Siria? ¿Irak? ¿Libia?

Pocos israelíes creen que un estado palestino sería un vecino pacífico. En parte eso se debe al movimiento nacional palestino- tanto en su ala nacionalista supuestamente moderada como en su rama islámica radical- continúa negando la misma legitimidad de Israel. Los medios de comunicación palestinos repiten un mensaje casi diario: Los judíos no son un pueblo verdadero, ellos no tienen ninguna raíz en esta tierra y su historia entera es una mentira, desde la Israel bíblica al Holocausto. La ola actual de ataques con puñal ha sido alabada no sólo por el Hamas islámico, sino por la Autoridad Palestina. “Bendecimos toda gota de sangre que ha sido derramada por Jerusalem”, dijo el jefe de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en septiembre. “Todo mártir alcanzará el paraíso.”

El resultado es desilusión profunda con el proceso de paz a lo largo del espectro político israelí. Escribiendo hace poco en el diario izquierdista Haaretz, el científico político Shlomo Avineri, hace largo tiempo una de las voces líderes de Israel contra la ocupación, lamentó que el movimiento nacional palestino ve a Israel “como una entidad ilegítima, más temprano o más tarde condenada a desaparecer.” El líder del Partido Avodá, Yitzhak Herzog, en una marcha atrás drástica de su discurso en la elección del año pasado, concedió hace poco que no había ninguna posibilidad en ningún momento cercano de un acuerdo con los palestinos.
La mayoría de los israelíes todavía apoya, al menos en principio, una solución de dos estados. Muchos comprenden que la creación de un estado palestino es una necesidad existencial para Israel, liberándola de un estatus creciente de paria en el mundo en general, de los desgarradores dilemas morales de ocupar a otro pueblo, de una amenaza demográfica que hace peligrar a Israel como un estado tanto judío como democrático. Y ellos comprenden que la expansión continua de los asentamientos en la Margen Occidental sólo complicará la capacidad de Israel de retirarse finalmente.

Pero una mayoría también ve a un estado palestino como una amenaza existencial. Ellos saben que éste colocaría a Tel Aviv y al Aeropuerto Ben Gurion, el principal vínculo del país con el mundo, a alcance fácil de ataques con cohetes. Un estado palestino podría también resultar en una captura de la Margen Occidental y Jerusalem oriental por parte de Hamas.
Los israelíes sienten que han agotado sus opciones políticas hacia los palestinos. En las décadas de 1970 y 1980, hubo entusiasmo generalizado por la expansión de asentamientos israelíes en los territorios. Más temprano o más tarde, creían muchos israelíes, los palestinos y el mundo árabe aceptarían a este “Gran Israel”- un estado judío incluyendo la Margen Occidental y Gaza. Pero ese sueño fue destrozado en la primera intifada de fines de la década de 1980.

En su lugar, Rabin ofreció un sueño alternativo, prometiendo (en un slogan de esos días) “sacar a Gaza fuera de Tel Aviv y a Tel Aviv fuera de Gaza.” En 1993 el dio inicio al proceso de paz de Oslo, estrechando manos con el líder palestino Yasser Arafat sobre el césped de la Casa Blanca. Pero el sueño de una solución negociada también se destruyó con la ola de ataques suicidas que comenzó en la década del 2000 y se volvió conocida como la segunda intifada. La violencia siguió a las ofertas israelíes de retirarse de la mayoría de los territorios y de desarraigar a docenas de asentamientos. De la noche a la mañana, una izquierda israelí una vez vigorosa, la cual había asegurado al público que la aceptación israelí de una solución de dos estados sería correspondida por la moderación palestina, casi colapsó.

Finalmente, Israel intentó un tercer enfoque desesperado: la retirada unilateral, desmantelar los asentamientos y bases del ejército israelíes de Gaza en el año 2005. Muchos israelíes vieron esa medida como un caso de prueba para una futura retirada unilateral en la Margen Occidental. Ehud Olmert fue electo primer ministro en el año 2006 bajo la promesa que él haría precisamente eso si no había ningún socio palestino creíble.
Pero en los años que siguieron a la retirada de Gaza, Hamas, el cuál tomó el poder allí en el 2007, disparó miles de cohetes a las comunidades israelíes junto a la frontera sur, casi destruyendo la vida normal allí. Israel desde entonces ha luchado dos guerras en Gaza, tratando de detener esos ataques. El alboroto- y la crítica vehemente en todo el mundo a las acciones militares de Israel -ha convencido a muchos unilateralistas que repetir el proceso de paz en la Margen Occidental simplemente es muy riesgoso.

Hoy los israelíes han adoptado esencialmente el status quo como la opción menos espantosa. El problema con el status quo, sin embargo, es que no es estático. La campaña terrorista actual, ha incluido, por primera vez, a cantidades relativamente grandes de palestinos de Jerusalem oriental, quienes, a diferencia de los palestinos en la Margen Occidental, pueden viajar libremente en Israel. Y la radicalización está desplegándose incluso entre los ciudadanos árabes de Israel, un puñado de quienes han participado en ataques terroristas.

Al mismo tiempo, continúa la construcción en asentamientos en la Margen Occidental- aunque a un ritmo más lento que en el pasado según el Monitor de Asentamientos de Paz Ahora, una ONG anti-ocupación. Esto no disuadió a la Unión Europea de su reciente decisión de hacer una distinción en el etiquetado entre los productos fabricados en los asentamientos y los fabricados en lo que considera la propia Israel -una medida respaldada por el gobierno de Obama.

Israel se encuentra quizás en la época más atemorizante desde las semanas antes de la Guerra de los Seis Días, cuando los ejércitos árabes se amontonaron sobre sus fronteras y los líderes árabes amenazaron con destruir al estado judío. Ahora existen enclaves terroristas sobre la mayoría de las fronteras de Israel- Hezbola en el sur de Líbano, el Estado Islámico sobre las Alturas del Golán y en Sinaí, Hamas en Gaza. Decenas de miles de cohetes están dirigidos a las ciudades israelíes y son capaces de alcanzar cualquier punto en Israel. Irán está surgiendo como la potencia dominante en la región, aún cuando permanece en el umbral nuclear. Y un movimiento internacional creciente para boicotear al estado judío ha profundizado la sensación de asedio de los israelíes.

Y sin embargo- precisamente debido a la amenaza iraní contra el mundo suní y de la inestabilidad regional en general -el mundo árabe se está abriendo a Israel en formas sin precedentes. Aún con la cuestión palestina enconándose, Arabia Saudita casi ha reconocido un dialogo de seguridad con Israel, y los funcionarios israelíes ahora están siendo entrevistados en los medios de comunicación saudíes, los que hace no mucho tiempo se referían a Israel como la “entidad sionista”, rehusándose a nombrar siquiera al estado judío.

La cooperación en seguridad entre Israel y Egipto, enfocándose en contener a Hamas, no ha sido tan cálida desde el proceso de paz egipcio-israelí a fines de la década de 1970. Irónicamente, cuando el movimiento para boicotear a Israel se expande en Europa y en los campus estadounidenses, Israel está obteniendo creciente aceptación en el mundo árabe. El Primer Ministro Benjamín Netanyahu llamó hace poco a los líderes árabes a reconocer públicamente que ellos ahora ven a Israel no como una amenaza sino como un socio estratégico.
Más allá del mundo árabe, una Turquía cada vez más asediada está negociando un acercamiento con el estado judío. El rival de Turquía, Grecia, una vez entre las voces pro-palestinas más vociferantes en la Unión Europea, se ha vuelto uno de los principales aliados europeos de Israel, profundizando los vínculos militares y económicos y oponiéndose a la decisión de la U.E. de marcar los productos de los asentamientos de la Margen Occidental- y esto bajo un gobierno de izquierda.

En este nuevo mundo desconcertante, los israelíes sienten no sólo amenazas sin precedentes sino también oportunidad. El Sr. Netanyahu ha sugerido la posibilidad de un acuerdo regional entre Israel y los países árabes que eludiría a un liderazgo palestino y crearía alguna forma de estado palestino, con acuerdos de seguridad negociados entre Israel y los líderes árabes. Pero ese es un escenario para un futuro incierto en el mejor de los casos.

En la ausencia de algún proceso de paz, hay pasos que Israel tiene que dar. Un congelamiento de los asentamientos daría una señal muy necesaria que los intereses a largo plazo de Israel en los territorios están confinados a necesidades de seguridad, no a implementar reclamos históricos. El gobierno está debatiendo conceder permisos de trabajo dentro de Israel para decenas de miles de palestinos, para aliviar a una economía cisjordana cada vez más presionada. El Sr. Avineri, escribiendo en Haaretz, llamó a remplazar el bloqueo israelí sobre Gaza, que tiene la intención de impedir que el armamento iraní llegue a Hamas, por controles fronterizos supervisados por Egipto y la U.E.. Con Hamas intentando excavar túneles bajo la frontera israelí y amenazando con atacar a las comunidades israelíes, no es probable que eso suceda pronto. Aún así, concluyó el Sr. Avineri, Israel necesita comenzar un proceso a largo plazo para terminar la ocupación y salvarse como un estado judío y democrático.

Mientras tanto los israelíes están debatiendo como equilibrar las normas morales y democráticas con combatir al terrorismo. Hasta ahora el gobierno ha resistido a las demandas de la extrema derecha de adoptar medidas draconianas, como expulsar a las familias de los terroristas a Gaza. Cuando el jefe del ejército, Gadi Eizenkot, dijo hace poco a estudiantes de secundaria que se opone a las respuestas de gatillo fácil ante el terrorismo, fue atacado por algunos en la derecha. Pero él fue respaldado públicamente por el Ministro de Defensa, Moshe Ya’alon, quien dijo, “Tenemos que saber como ganar y seguir siendo todavía humanos.”
Boicoteados y cortejados, amenazados por enemigos de mentalidad genocida y por una ocupación genocida, y enfrentando la posibilidad de guerra en cualquier momento sobre cualquier frontera, los israelíes lidian con la realidad un día a la vez. Una canción reciente de la banda local de rock Píldora Azul, resumió la forma israelí de abordaje: “Hemos recibido algunos golpes/ respirado hondo y seguido adelante.”

Fuente: Wall Street Journal