MARK DUBOWITZ

Las recientes elecciones en Irán provocaron intenso debate en el Occidente.

 

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Muchos analistas y medios noticiosos informaron una resonante victoria por parte de los “moderados” que apoyan al Presidente Hassan Rouhani sobre los intransigentes respaldados por el Líder Supremo Ayatola Ali Khamenei. Otros vieron a través del disfraz de famosos intransigentes candidateándose como “moderados.” Cientos de verdaderos moderados—los que quieren hacer cambios políticos y religiosos—fueron prohibidos de presentarse o ni siquiera intentaron registrarse; los más prominentes permanecen bajo arresto domiciliario, en la cárcel o en el exilio.

Haleh Esfandiari, del Wilson Center, quien conoce algo acerca de la falsedad y brutalidad del régimen iraní (ella pasó 105 días en confinamiento solitario en la famosa Prisión Evin de Teherán), desalentó el entusiasmo post-electoral. En un reciente comentario del instituto ella escribió que, a pesar de los resultados electorales, el líder supremo, las agencias de seguridad y los Guardias Revolucionarios de Irán controlan los derechos humanos, libertades políticas y principales cuestiones de política exterior del país. Aun así, la Sra. Esfandiari vio razón para el optimismo, diciendo que el fuerte apoyo público a partir de las elecciones fortaleció la posición de Rouhani en general y podría darle más espacio de maniobra para implementar cambios económicos y políticos.

Aquí está el motivo por el cual ese pensamiento no se sostiene: Rouhani no es un moderado comprometido con la transformación, sino un leal a la élite dedicado a preservar la revolución y la supremacía clerical. Estas elecciones son prueba de cuán poco está cambiando la élite: Rouhani está tratando de restablecer la unidad después de la fraudulenta elección presidencial del 2009, y las protestas del Movimiento Verde que siguieron, dividieron profundamente a la élite gobernante y al país.

Rouhani ha sido aclamado como un hombre del sistema que no obstante quiere hacer cambios fundamentales que liberarían gradualmente a la sociedad y política iraníes. ¿Dónde está la prueba? En 1999, apoyó aplastar al movimiento estudiantil apoyando al entonces Presidente Mohammad Khatami, lo cual mató efectivamente cualquier posibilidad de reforma en la presidencia de Khatami. Rouhani condenó el disenso estudiantil en un discurso en 1999 e incluso amenazó con la pena capital. Desde que Rouhani fue electo presidente en el 2013, han empeorado los abusos de los derechos humanos; las ejecuciones por parte del estado aumentaron en alrededor de 1000 en el año 2015.

Lejos de cambiar la estructura básica de la República Islámica, el modelo de  Rouhani parece ser más crecimiento económico liderado por la inversión extranjera casado con una política estatal manejada en forma más inteligente. Esta es una variación de los modelos de control autoritario y capitalismo amigote del Partido Comunista Chino o de Vladimir Putin. Rouhani no ha abandonado su compromiso con el control clerical. Él ha pasado a fortalecer internamente al régimen a través de la reforma económica y dedicó mayores recursos al presidente sirio Bashar Al-Assad, a Hezbolá de Líbano, y a la hezbolización de Irak. Ha apoyado aumentos presupuestarios para los Guardias Revolucionarios, quienes se han opuesto a él en muchas cuestiones, tanto como para las fuerzas paramilitares Basij y el muy temido Ministerio de Inteligencia.

Respecto a la economía, poco acerca del capitalismo que practicaron Rouhani y el ex Presidente Akbar Hashemi Rafsanjani en la década de 1990–una época de considerable opresión interna y terrorismo exterior–sugiere que ahora son más probables las reformas económicas. Los más grandes beneficiarios del acuerdo nuclear es probable que no sean las empresas privadas sino el líder supremo de Irán y los Guardias Revolucionarios, quienes dominan los principales sectores de la economía de Irán; sus empresas ya están cosechando la ganancia inesperada inicial posterior a las sanciones.

Nada de esto debe sorprender: Rouhani y el Ayatola Khamenei han trabajado juntos en forma amigable durante décadas. Después del trauma del 2009, ¿por qué el Ayatola Khamenei habría permitido convertirse en presidente a Rouhani si el líder supremo pensaba que sería desleal a él o a los principios del régimen? No es probable que Rouhani refuerce la “moderación” en el régimen de Irán; él puede, sin embargo, hacer de la República Islámica una fuerza más formidable en el Medio Oriente.

 

Mark Dubowitz es director ejecutivo de la Fundación para la Defensa de las Democracias donde lidera proyectos sobre Irán y no proliferación. Es también director del Centro Sobre Sanciones y Finanzas Ilícitas.

 

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México